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Libro Los pigmentos como historia social: El color negro en la historia de Occidente



Bueno y malo, destacado y excluido, el tono de la muerte y el luto, pero también de la elegancia y la autoridad, este tinte nos dice mucho sobre el devenir occidental, desde Lascaux hasta nuestros días. Así lo revela Michel Pastoureau en "Negro: Historia de un color", donde escribe: "Toda descripción, todo apunte de color es cultural e ideológico".  

por Juan Ignacio Rodríguez Medina 

Diario El Mercurio, Artes y Letras
Domingo 30 de diciembre de 2012

Durante toda su vida Henry Ford, puritano y fundador de la marca de automóviles que lleva su apellido, se negó a vender autos que no fuesen negros. No le importaba que el público los pidiera ni que la competencia ya los tuviera, era un asunto moral, de rigor y recato. "En la segunda mitad del siglo XIX, y mucho después en el siglo XX, a ambos lados del Atlántico el gran capitalismo industrial y financiero está en manos de familias protestantes, que imponen sus valores y principios. Durante varias décadas, la producción estandarizada de objetos destinados al consumo diario viene acompañada de Inglaterra, Alemania y Estados Unidos de consideraciones morales y sociales que se derivan en buena medida de dicho credo, al que hay que responsabilizar de la paleta tan poco colorida de los primeros objetos de consumo de masas", escribe Michel Pastoureau (París, 1947) en "Negro. Historia de un color" (451 Editores, distribuye Contrapunto).
Lo anterior muestra que estudiar la presencia de un color en la historia de Occidente, en este caso del negro, es mucho más que revelar un anecdotario de usos y datos. "Toda descripción -escribe Pastoureau -, todo apunte de color es cultural e ideológico, aunque se trate del más anodino de los inventarios o del más estereotipado de los documentos notariales". El color, dice, es un hecho social y, por lo tanto, es relativo a los distintos espacios y tiempos; por ejemplo: el rojo y el verde que para nosotros suponen un contraste violento, que opone un color primario a uno secundario, en la Edad Media era poco menos que un degradado.
Medievalista y experto en historia de la simbología, profesor de la Sorbona y en la École Pratique des Hautes Etudes, autor de "Una historia simbólica de la Edad Media occidental", "Azul. Historia de un color" y "Breve historia de los colores", entre otros títulos, en este libro, Pastoreau nos pasea desde los orígenes de la civilización, cuando el hombre controla el fuego, hasta el siglo XXI, donde el negro es uno más entre los colores.
En la Biblia, y también en la mitología griega y egipcia, el negro va acompañado de una simbología ambivalente: es tanto lo originario -anterior a la luz y a la creación del mundo-, como lo aterrador, el vacío, donde la vida no es posible. Para los romanos y en la Alta Edad Media, en tanto, representa la humildad, la templanza, la autoridad y la dignidad, pero también la muerte, las tinieblas, la aflicción, el pecado, la penitencia, el mal.
Hasta el año mil hay un negro bueno y un negro malo -en latín había dos palabras para lo que nosotros nombramos con una: niger , para el negro brillante, y ater , para el negro mate-, pero a partir de entonces se impone el segundo. Todo, desde la teología hasta el arte -salvo los monjes benedictinos que lo siguen usando en sus hábitos para proclamar sus viejas virtudes- confluye para hacer del negro un color siniestro y mortífero. El negro, y el rojo, son los colores del diablo, del infierno.
Recién tras la Edad Media y hasta el siglo XVI, sin perder del todo sus señas diabólicas (entre 1550 y 1560 se multiplicaron los procesos contra brujas, cuyo mundo, totalmente negro, sabe representar mejor el grabado que las ilustraciones de los libros medievales), el negro se rehabilita, incluso, como color de moda, lujoso, muy ayudado por los progresos en las técnicas de tintura textil (recién en el siglo XVI se logran progresos que lo democratizan poco a poco). También es solemne, si de moral cívica y de leyes se trata. Es color curial, y a veces real hasta principios de la Edad Moderna (Felipe III, el Bueno, lo pone de moda en Occidente), cuando -en pareja con el blanco, al que ahora se lo vincula- comienza a apartarse y destacarse del resto de los colores: gracias a la imprenta (que difunde a la nueva pareja con sus páginas blancas con impresiones en negro), al protestantismo (que lo elige, pues veía en la profusión de colores un signo de suntuosidad y sensualismo), al Renacimiento (que quiso "hacer color en blanco y negro"), hasta llegar ser excluido por Newton de la paleta de los colores.
En el siglo XVIII, el de las luces, toma ventaja el color -especialmente el rojo, el azul y el amarillo- que ahora se puede manejar a placer. La curiosidad por las colonias y por África, devuelve cierto interés por el negro, pero recién con los románticos y su melancolía vuelve a su sitio como primer color. Las novelas góticas inglesas ponen de moda lo macabro a partir de 1760: triunfan la noche y la muerte, las brujas y los cementerios, lo extraño y lo fantástico. Reaparece el diablo: "El Fausto de Goethe ejerce en este ámbito una influencia notable", escribe Pastoureau.
En el XIX el negro, que es elegancia, está omnipresente en el vestido y en el arte. Ya en el XX se lo recupera como color, símbolo de la modernidad. En la moda, también tiene su espacio: "El negro es un color indecente cuando se sabe llevar", dijo la diseñadora Sonia Rykiel. Será también el tono predominante en las fábricas, tal como lo era en las minas de carbón, y el del fascismo y el anarquismo.
Hoy, parece ser un color cualquiera. Cuando se pregunta por el color favorito no es el más apreciado, tampoco el más depreciado, según se lee en el libro. Está al centro: tras una historia de privilegios y excusiones, de bondades y maldades, "¿se habrá convertido en un color medio? ¿Un color neutro? ¿Un color como los demás?", se pregunta Pastoureau. En cualquier caso, lo cierto es que la historia del negro es también nuestra historia, la historia social de Occidente.
NEGRO: HISTORIA DE UN COLOR
Michel Pastoureau
451 Editores, Madrid, 211 páginas, $18.400
 El gato: del infierno a la casa
Hasta finales del siglo XIV, el gato se considera un animal poco fiable e inquietante, sobre todo el gato negro, que pertenece al bestiario del diablo. Sin embargo, con el tiempo, cuando se descubre que el gato es más hábil que la comadreja para cazar ratas y ratones, se le concede el derecho a entrar a las casas, para convertirse poco a poco en el acompañante familiar que conocemos. Imagen: Gatos negros en procesión. Miniatura de un bestiario inglés de mediados del siglo XIII. Oxford, The Bodleian Library.
El gran toro de Lascaux
Fue el control del fuego lo que acabó de distinguir al ser humano del animal. Le permitió no sólo calentarse y cocinar, sino también iluminarse. De este modo empezó a retroceder el inmenso miedo a las tinieblas y, con él, el terror a la noche y a los lugares oscuros y subterráneos. El negro dejaba de ser totalmente negro.
Los pigmentos negros son los más abundantes en las pinturas del Paleolítico. Aunque los más antiguos proceden de materiales vegetales o animales carbonizados, en cuevas con pinturas más recientes hay pigmentos minerales, como en Lascaux. Imagen: Gran toro negro. Cueva de Lascaux, hace unos quince mil años.
Negro monacal
Los primeros monjes no se preocupaban del color, era un "artificio inútil". Pero desde el IX el negro -la humildad y la penitencia- se convierte en el color monástico por excelencia. Luego será el color de los benedictinos, mientras que, en respuesta, las nuevas órdenes elegirán el blanco o el marrón. Pero con la Reforma y la Contrarreforma, el negro se impone. Desde los siglos XIII y XIV, legistas, juristas magistrados y funcionarios públicos lo elegirán: representa a la autoridad pública, a la ley y el derecho, y es el color de los religiosos, a quienes se quieren parecer y con quienes colaboran estrechamente. Los maestros universitarios, y más tarde todos quienes posean un saber, se sumarán a la moda. Imagen: Life of saint Cuthbert, de Beda el Venerable, alrededor de 1180-1185. Londres, British Library.
El libro impreso o el imaginario blanco y negro
La aparición y difusión del libro impreso, con sus letras negras sobre fondo blanco, desempeña un papel de suma importancia en el nacimiento de un imaginario "en blanco y negro". El pergamino de los manuscritos medievales era más beis que blanco, y la tinta, a menudo más marrón que negra. En lo que a las miniaturas se refiere, todas o casi todas eran policromas. Con la imprenta, la paleta del libro da un giro radical, estamos ante una revolución que conllevará profundas transformaciones en el ámbito de la sensibilidad por los colores: el blanco y el negro comienzan a separarse de los otros colores.
Fertilidad y renacimiento
En el Egipto faraónico, el negro se vincula a la fertilidad de la tierra. En los ritos funerarios garantiza el paso del difunto al más allá: es un negro beneficioso, promesa de un renacimiento. La mayoría de las divinidades relacionadas con la muerte se suelen pintar de negro, como Anubis, el dios chacal, señor de los embalsamadores, que acompaña al difunto hasta su tumba. Imagen: Anubis. Pintura y jeroglíficos en el interior de la tumba de Inherka. Tebas, siglo XII a. C.
El nuevo orden de Newton
La separación del negro y el blanco de la familia de los colores -que había empezado con la invención de la imprenta- culmina cuando Isaac Newton descubre el espectro de los colores: no es sólo que la secuencia básica -que rige hasta hoy- sea morado, índigo, azul, verde, amarillo, naranja y rojo; ni que el rojo ya no esté en el centro de la secuencia, sino en un extremo; tampoco que se pueda crear verde mezclando amarillo y azul; lo principal es que ya no hay sitio ni para el negro ni para el blanco. Y lo del negro es peor: mientras su par está afectado indirectamente por el espectro de los colores, porque los contiene, el negro no.
¿Un color peligroso?
Nacida en la Revolución Francesa, la bandera roja acompaña las insurrecciones populares y las revueltas obreras a lo largo de todo el siglo XIX. A partir de 1880-1900, la bandera negra la desbancará como emblema de los movimientos anarquistas y símbolo de la desesperanza. En la política, el negro rebelde y anarquista no debe confundirse con otros dos negros: el conservador, de los partidos de la Iglesia -tomado de las sotanas y del traje tradicional del clero-, activos e influyentes en la Europa del siglo XIX, pero más efectivos tiempo después; y el negro policial y totalitario de las milicias del partido fascista italiano (los "camisas negras") y de las SS y la Waffen-SS del régimen nazi. Imagen:Mitin en el estadio Charléty, París, 27 de mayo de 1968.
El regreso contemporáneo
Luego de la Primera Guerra Mundial, pintores, grafistas, estilistas y costureros devuelven al negro su estatus de color verdadero y lo convierten en un símbolo de la modernidad. El art déco le reserva un lugar importante, y el expresionismo lo suele combinar con el blanco y el rojo, volviendo así a la tríada primitiva (muy presente en la Antigüedad y la Edad Media), cuya pregnancia nada ha perdido en violencia. Imagen: Tamara de Lempicka, La duquesa de La Salle, 1925. Óleo sobre lienzo. Colección W. Joop.
Romanticismo y melancolía
En el siglo XIX, dos atributos acompañan a menudo la representación del artista o al poeta romántico: un atuendo negro y una postura "melancólica", con el cuerpo más o menos reclinado, el codo doblado y la mano apoyada en la sien, la mejilla o la frente. Es la actitud característica de los personajes sufrientes o atormentados que ya aparecían en la iconografía antigua y medieval. Imagen: Retrato de un artista en su taller. Pintura francesa anónima, mediados del siglo XIX. París, Musée du Louvre.
El carbón y la fábrica
Hacia mediados del siglo XIX, el negro no sólo recubre la vestimenta de los dandis y el corazón de los poetas; a partir de entonces se cernirá sobre el común de los mortales y se hará omnipresente en la vida diaria: es el principio de la segunda revolución industrial, que, en Europa y Estados Unidos, irá ennegreciendo poco a poco todos los espacios urbanos y parte de los rurales hasta bien entrado el siglo XX. Como el de la mina, el mundo de la fábrica fue durante mucho tiempo un mundo donde predominaban el gris y el negro. Hasta fechas más recientes no harán su aparición los colores. Imagen: Una fábrica de platos de acero inoxidable, Normandía, 1965.

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