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Mamá mona… y los mamones


 

Isabel Behncke y su estudio de los bonobos
Por: Lenka Carvallo


Entre los miembros de esta especie las mujeres ponen las reglas y mandan. Eso lo sabe bien esta primatóloga chilena, reconocida en el mundo entero por su aporte al conocimiento de la evolución humana. Estos son sus sorprendentes hallazgos.
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“Acabo de regresar de un lugar donde se esconde el secreto para la supervivencia humana: una comunidad donde las mujeres la llevan, tienen sexo para decir hola, y ponen las reglas a diario. No estoy hablando de Nueva York o San Francisco… Me refiero al mundo de nuestros primos los bonobos, en la jungla del Congo…”. Con estas palabras la joven primatóloga de la Universidad de Oxford, Isabel Behncke (34), abrió su primera charla nada menos que para la influyente comunidad TED.com, una red en la que participan expertos en tecnología, ganadores del Nobel y personajes como Bill Gates y Al Gore. Ella es una de las dos chilenas que ha expuesto (la otra es la escritora Isabel Allende). Y fue reclutada por su aporte al estudio del ser vivo más cercano a las raíces del hombre: el bonobo.
“Mi papá tenía muchos animales y en casa de mi mamá había una gran fuente de inspiración. A su marido le gusta navegar y pasábamos los veranos en los canales del sur, observando ballenas. También leí mucho. Desde Moby Dick hasta Colmillo Blanco. En el campo familiar de Los Vilos el desastre era mayor cuando la maleta de libros se acababa”, cuenta esta mujer hija de la socióloga Isabel Izquierdo y cuyo padrastro es el empresario Bernardo Matte. En tanto que su padre, el ingeniero civil Rolf Behncke, está casado con la pintora Carmen Erazo.
Con tantas influencias, le costó encontrar su vocación. Estudió dos años biología en la Universidad Católica, pero sintió que no era lo suyo y partió a perfeccionar su inglés a Oxford. Un día se encontró con el Darwin Building. “De curiosa entré y descubrí que era la Facultad de Ciencias Biológicas del University College London”. Postuló y fue aceptada en el pregrado en Zoología y conservación en 1999. Después de realizar su tesis en la reserva nacional Huilo Huilo (2003) se inscribió en Cambridge, esta vez para un máster en Evolución humana. Hoy vive a cuatro horas de Londres, en Oxford, donde trabaja para el Instituto de Evolución Cognitiva de esa entidad educacional.mono-texto-1
“Tenemos mucho que aprender de los bonobos”, dice Isabel mientras camina apurada entre las calles de Londres. Un escenario muy diferente al que experimentó el 2009, cuando partió por primera vez a la lejana República Democrática del Congo a estudiar el comportamiento de estos primates.
“Comencé con una investigación comparativa entre chimpancés y bonobos en cautiverio. Pero mi sueño era verlos en su hábitat; todo el mundo me dijo olvídate, ir al Congo es imposible…”.
Se trata de una zona de difícil acceso, asediada por constantes levantamientos sociales y guerras. “La primera vez que fui a Wamba recuerdo haber escrito en mi diario que jamás lo iba a lograr; en la selva me parecía imposible entender lo que estaba pasando…; sólo veía estas sombras oscuras moviéndose en la copa de los árboles. Pero poco a poco empecé a desarrollar la visión hasta visualizar a los distintos bonobos con la misma facilidad con que reconoces la silueta de un familiar caminando a lo lejos”, cuenta.
Su segunda expedición y la más larga —ya no fueron tres sino seis meses— fue extenuante. “Estás en condiciones muy precarias donde el centro de salud más cercano se encuentra a dos días de viaje. Y no olvidemos que ahí habitan incontables animales e insectos, con enfermedades que si no te matan, producen terribles agonías…”, dice Isabel, quien de hecho fue atacada por jabalíes y serpientes.
Los bonobos fueron descubiertos recién a inicios de los años ‘30, debido a los conflictos sociales de la región y a las dificultades de acceso. Esto, a pesar de que junto con los chimpancés son los seres más emparentados con los humanos. El trabajo de Isabel sobre el comportamiento animal ha permitido nuevos conocimientos en la evolución de nuestra especie.
Sin embargo, a pesar de que ambos primates comparten un gran parecido físico, lo que llevó a que por siglos se les confundiera, hoy está demostrado que se trata de especies muy diferentes, especialmente por su comportamiento social.
“Los chimpancés son patriarcales, dominantes y violentos… En el mundo bonobo mandan las hembras. Se organizan en coaliciones, con lazos muy fuertes entre ellas, lo que mantiene la cohesión, tolerancia y la paz social gracias a una jerarquía menos rígida y más fluida”.
mono-texto-2—¿Es como comparar una sociedad dominada por hombres y otra sólo por mujeres? 
—Claro, los paralelos son muy fuertes, en el que los chimpancés ilustran lo masculino y los bonobos, lo matriarcal.
Isabel sabe de lo que habla. Su especialidad (que la convirtió en una de las figuras más aplaudidas tras su charla en TED.com) es el estudio de los primates adultos y su relación con la creatividad, el desarrollo de la inteligencia y cómo esto permite generar lazos como la confianza y la tolerancia, “algo que no sucede con los chimpancés, que son muy agresivos; se han documentado casos de extrema violencia, infanticidio, canibalismo e incluso de xenofobia. En los bonobos las hembras permiten una sociedad más pacífica”.
El poder del matriarcado se evidencia claramente al momento de alimentarse: “Cuando llegan a un lugar donde las frutas son muy buenas, siempre son ellas las que tienen acceso primero; los machos se quedan en la periferia y a los únicos a los que se les aguanta estar ahí es a los hijos de la matriarca”.
Tan fuerte es el poder de las hembras que mientras en la adolescencia ellas migran para formar sus propios grupos, los machos se quedan con sus mamás…
—O sea, son mamones.
—Absolutamente. Se dice que todos los bonobos machos son por definición hijitos de su mamá. Para ellos es muy importante su presencia; si murió o no está, se quedan al margen. La madre les da jerarquía social, dependen de ella totalmente. Además la hembra, cuando envejece asciende en la escala; al revés que los humanos, donde pasaste los 30 años y fregaste (se ríe). Acá la sabiduría es un bien muy apreciado. Por ejemplo, hay muchos eventos de la naturaleza donde una anciana puede ser de gran ayuda; frente a una sequía recuerda dónde encontraron agua hace cuarenta años. Y por eso son las mayores quienes deciden cuándo se viaja o dónde hacer los nidos para la noche…”.
Isabel recuerda a Kiku, la matriarca. “Llegó al grupo en 1981 cuando era adolescente. Hace 25 años tuvo su primer hijo, Nobita, que hoy es uno de los dos machos más prominentes del grupo. Otro de sus hijos, Kitaro, es un juvenil muy curioso e inteligente, y hace un año (a los 40) tuvo a Kyota, que es el infante más increíblemente atrevido que he visto. Ella es la cabeza, no sólo de su grupo familiar, sino que de la comunidad entera. A pesar de tener sus años y haber perdido la mitad de su mano en una trampa, ejerce un liderazgo gentil y siempre presente. Me parece un individuo increíblemente resiliente y con rasgos que sugieren buen humor. ¡Kiku la lleva!”.
—¿Qué debiéramos aprender de nuestros ‘primos salvajes’?
—Lo más importante es el establecimiento de lazos fuertes entre mujeres; en muchas sociedades ha existido una corriente subterránea donde nosotras mismas no le hemos sacado partido suficiente. Sin embargo, tenemos una manera de relacionarnos que viene de hace miles de años: debemos aprender a contar entre nosotras, lo que es garantía de paz y progreso. Las mujeres siempre toman decisiones que tienen que ver con el bienestar social y el de las generaciones que siguen. Es un instinto muy poderoso; en cambio los hombres tienden a competir, a medirse en términos de jerarquías sociales; eso tiene que ver con nuestro pasado evolutivo.
Y tan convencida está del poder femenino, que a fines del 2010 se casó a los pies de los Andes, en los Dominicos, en los terrenos que pertenecen a su papá. Ahí llegó con un traje de novia verde (nada menos que de Vera Wang) montando un potro árabe. “Un detalle tal vez inusual es que mi papá me llevó sólo los primeros quince metros y fue mi mamá quien me dejó en el ‘altar’. Son las madres las que crían a los hijos y hay que darles el rol que merecen. Ella se veía preciosa, la gente aplaudía y nosotras nos pisábamos los vestidos mutuamente”.

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