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"Slutwalks".


por Juan Pablo Garnham O., desde Londres
Revista Qué Pasa, 23/06/2011http://www.quepasa.cl/articulo/opinion---posteos/2011/06/20-5993-9-mundo-las-otras-indignadas.shtml
 
Más de 5.000 mujeres marcharon en TrafaLgar Square para reivindicar su
derecho a vestir como quieran. Ya ha habido manifestaciones en catorce
ciudades y se planean 11 más. El nombre de los eventos es directo y
provocativo: "Slutwalks".
 
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A veces, una palabra puede ser extremadamente combustible. En este
caso, fue el término slut. Salió de los labios de un policía en
Toronto, en una charla de seguridad ciudadana en una universidad
local. "Las mujeres deberían evitar vestirse como perras para no ser
victimizadas", dijo Michael Sanguinetti el 24 de enero. Cuatro meses
después ya ha habido catorce protestas motivadas por esta frase desde
Seattle a Belo Horizonte y y se planean once más.
 
La primera fue en la misma ciudad canadiense. Sonya Barnett y Heather
Jarvis estaban indignadas por el enfoque dado por el policía. Los
responsables son los violadores, no las mujeres afectadas, pensaban, y
esto las motivó a organizar una marcha. Adoptaron el término y
bautizaron el evento como Slutwalk. Armaron su página en Facebook y
rápidamente el concepto prendió. El 3 de abril reunieron a más de tres
mil personas en una plaza. No solamente sorprendió el número, sino la
edad: la mayoría eran jóvenes.
 
Después vinieron Chicago, Glasgow, São Paulo, Amsterdam. Hace dos
semanas se realizó la primera versión londinense y llevó, de acuerdo a
cifras de la organización, a cinco mil personas a Trafalgar Square.
Esa mañana, Caitlin Hayward-Tapp se puso botas, una minifalda blanca
con manchas negras y una polera celeste en la que cosió las palabras
que a ella le han gritado: "perra, puta, militante, enojona". En la
espalda escribió "Tus palabras no pueden herirme".
 
"La ropa, cuánto hayas tomado, si te acostaste con alguien antes, nada
de eso es relevante", dice Caitlin, "la culpa siempre está en el
violador". Ella no sólo marchó, sino que también habló frente a la
multitud. Ahí pudo observar que, en esta ocasión, había algo distinto
en el público.
 
"El feminismo que experimenté en la Slutwalk de Londres fue nuevo y
diferente. Había gente de todos los géneros y profesiones", dice
Caitlin. Las pancartas hablaban por sí solas. "La violación existió
mucho antes que las minifaldas", "Los violadores violan gente, no la
ropa", "Mi vestido no dice sí" y mil otras frases inteligentes,
ácidas, agudas, sostenidas por mujeres (y también algunos hombres),
algunas en ropa de calle común y corriente; otras, más audaces, en
sostenes, poleras apretadas, medias rasgadas y faldas cortas. Muchas
escribieron la palabra "bitch" o "slut" con pintura en su cara o en
sus senos.
 
Tanto desde el conservadurismo como desde el feminismo más antiguo han
surgido voces críticas, ya sea por ver al movimiento como
pro-promiscuidad o por considerar la palabra "perra" como algo
imposible de liberar de su contenido negativo. En un artículo en el
Guardian, las académicas feministas Gail Dines y Wendy Murphy
criticaron el término y recomendaron buscar un concepto fuera de las
lógicas masculinas: "La palabra 'slut' está tan profundamente
enraizada en la visión patriarcal de la sexualidad femenina que ya es
imposible redimirla".
 
Sin embargo, para Caitlin, los críticos del nombre simplemente no
comprenden el punto. "Esto se trata de desafiar la cultura que protege
a los violadores", explica. Además, el nombre ha permitido niveles de
atención que quizás no habrían logrado de otras formas. "Gracias a las
Slutwalks, los ataques sexuales ahora están en la agenda mediática
internacional y se están conversando de esto de una manera abierta,
cosa que no era así antes".

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