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Impaciencia

por Pedro Gandolfo
Diario El Mercurio, Sábado 11 de Junio de 2011 
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/06/11/impaciencia.asp
Nuestra época, y en particular la vida que se lleva en las megalópolis contemporáneas, está signada por una constante prisa, como si estuviéramos instalados sobre un tiempo acelerado y tuviéramos que apretar el paso más y más. Los individuos y las sociedades se conceden tiempos crecientemente breves para obtener sus logros; desdeñan la lentitud, los desarrollos morosos y pausados; les perturba el largo plazo, porque el horizonte del futuro se ha estrechado: el mañana es mañana o quizás algunos meses, pero difícilmente tiene la amplitud de los años o de las décadas. El pasado también se ha tornado estrecho y evanescente. ¿Quién se acuerda de sus abuelos o bisabuelos? ¿Quién tiene en la mente y corazón el sentido de la estirpe y de la comunidad como un todo que no sólo abarca la generación actual, sino también incluye la de nuestros muertos y descendientes? La tradición —esa bella palabra que es puente y garantía de que desde aquéllos, y pasando por nosotros, existen bienes que entregar a quienes vendrán— es mirada con reticencia, desconfianza o, simplemente, rechazo. El presente, la actualidad más actual, está atiborrado de hechos y exigencias: es cada día más angosto y congestionado.
Un amigo me preguntó el otro día: “¿Cuánto tiempo le concedes a un libro para que te cautive?” Es una buena pregunta, sobre todo porque pone a la lectura dentro del horizonte de nuestra actual premura. Mientras reflexionaba qué y cómo responderle (soy lentísimo en esas habilidades), me contó una anécdota que sí cautivó mi atención: en algún vuelo internacional, cómodamente arrellanado en primera clase, el ministro de Hacienda chileno de la época se dio cuenta de que su compañero de butaca era Alan Greenspan, entonces todopoderoso presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos. “¿Le hablo o no le hablo?”. Greenspan, entretanto, revisaba absorto algún “paper”. “¿Le hablo o no le hablo?”. Finalmente le habló: se presentó como ministro de finanzas de Chile y, acaso con la esperanza de iniciar una breve conversación, le solicitó autorización para hacerle una pregunta: “Dispone de cinco minutos” fue la escueta respuesta de Greenspan, un egregio representante, sin duda, de la época de la premura.
Muchos se acercan a la lectura (y al arte), a las personas, al trabajo y los problemas sólo con ese criterio de presente corto.
Los ciclos políticos también se han abreviado. Las exigencias que la sociedad plantea a los gobiernos están traspasadas por esa urgencia que persigue lo inmediato. Pienso, sin embargo, que es preciso discernir cuáles son los tiempos de la política, respetar sus distintos ritmos, aunque la dirección de nuestra época y los medios tecnológicos empujen hacia la impaciencia.

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