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MATRIMONIO IGUALITARIO?

PRIMERA PATA DE UN DEBATE UNIVERSITARIO
PUBLICADO POR ENTREGAS EN EL DIARIO EL MERCURIO
 
POSTURA A FAVOR
 
¿Qué se discute cuando se habla del matrimonio igualitario? Lo
primero, aunque sea obvio, es que no es una pugna entre heterosexuales
y homosexuales. Eso sería equivalente a creer que en toda pretensión
universal de igualdad unos deben perder para que otros ganen algo. No,
al igual que en el caso del racismo, la discriminación a la mujer, o
la discriminación étnica el tema es uno sólo: derechos iguales para
quienes son una minoría.
 
Esa minoría, las personas diversas en su orientación sexual, siguen
siendo víctimas de discriminación en distinto grado según el tipo de
sociedad en que se encuentren: desde sociedades tribales africanas
donde aun su vida peligra, pasando por la segregación y desprecio
moral producto de prejuicios arraigados, hasta su reconocimiento en
igualdad de derechos de modo creciente en los países más democráticos.
Por eso, no es sorprendente que uno de los símbolos de la lucha contra
el racismo sea a la vez un ícono de la defensa de los derechos de las
minorías sexuales: Nelson Mandela.
 
Mandela entendió el horror de la segregación arbitraria. Por eso,
aunque la homofobia se encontraba fuertemente arraigada en todas las
razas y culturas de Sudáfrica, no titubeó en un principio básico: la
ley debe garantizar derechos iguales para todos, independientemente de
la opinión, praxis y cultura imperante. Moralmente lo relevante es
cómo las instituciones deben ser, no cómo han sido.
 
Nuestro país aspira al desarrollo. Éste no sólo implica crecimiento
económico e igualación de índices de la OCDE. Más profundo y decidor
es ser una sociedad justa, una en la que las instituciones garanticen
igual distribución de derechos y bienes básicos para todos.
 
¿Cuál es la relevancia del matrimonio en este contexto? Es
fundamental, porque dice relación con la naturaleza de la
discriminación. Esta última supone que sólo algunos son ciudadanos
normales respecto de su vida personal. Ni más ni menos. Abarca dos
aspectos claves de la vida humana: los sentimientos amorosos y la
sexualidad. Se niega el derecho a que una persona, por su condición
sexual, pueda vivir como los demás ciudadanos los sentimientos, la
pasión y la vida de pareja en las condiciones que gozan los
heterosexuales, por el reconocimiento social y legal. Los homosexuales
son por su condición ciudadanos de segunda clase respecto de su vida
personal. Así como algunos han vivido el desprecio por su color de
piel y otros lo han padecido por su religión, aún existen personas que
lo sufren por su sexualidad.
 
Esa discriminación no tiene un mero efecto restrictivo de la libertad,
como si fuera un subsidio lo que se deniega. Quien carece de
reconocimiento en la configuración de su vida amorosa y sexual se ve
privado de una de las bases sociales más importantes de la autoestima.
 
Desde el momento que el Estado define la distribución de licencias que
norman la licitud y legalidad de formas de vida amorosa y sexual, y la
forma en que se entiende la familia, es de extrema gravedad negar a un
grupo de ciudadanos, sólo por su orientación sexual, la participación
en las instituciones que distribuyen ese reconocimiento. Es
equivalente a la discriminación en la distribución de derechos
políticos. Esa discriminación sólo alcanza su fin una vez que se es
sujeto de plenos derechos. Eso sólo se logra con el matrimonio
igualitario.
 
Antonio Bascuñán, Profesor de Derecho,
Universidad Adolfo Ibáñez y Universidad de Chile
Aldo Mascareño, Sociólogo, Universidad Adolfo Ibáñez
Gonzalo Bustamante, Universidad Adolfo Ibáñez
Mauro Basaure, Sociólogo, Universidad Diego Portales
 http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/06/29/el-derecho-de-los-derechos-mat.asp
 
 
POSTURA EN CONTRA
 
La pretensión de los grupos a favor de los derechos de los
homosexuales por ser reconocidos en sus relaciones de pareja del mismo
modo como se lo ha hecho con el matrimonio heterosexual, no es de
ningún modo comparable con la lucha por los derechos civiles de
afroamericanos en el siglo XX, o el esfuerzo de las mujeres por
acceder a la vida universitaria, laboral y política. Tampoco es en
ningún caso comparable a la discriminación del pueblo judío, como
tampoco con el elevadísimo número de mártires católicos que mueren en
el mundo sólo por ser católicos.
 
No se trata aquí de una discriminación desde la vereda de los
heterosexuales, porque muy probablemente hoy la mayoría de los
heterosexuales está a favor del matrimonio entre personas del mismo
sexo. En realidad, la discusión es con quienes nos declaramos
católicos o cristianos practicantes; los que hoy, en términos de
número, sí somos una minoría. Es lo que puede verificar cualquier
sociólogo medianamente instruido.
 
Es necesario que la ley proteja contra el asesinato y la segregación.
Es una condición básica que la sociedad permita el acceso de cualquier
miembro de la comunidad a participar de la vida cultural y pública.
Pero el matrimonio entre homosexuales no se sigue desde estos
principios básicos, porque el matrimonio entre homosexuales no es un
matrimonio debido a que él no tiene el significado que le hemos dado
durante muchos siglos. Será tal vez otra institución social, que
considera, como ustedes dicen, sentimientos amorosos, pero no una
sexualidad "sin más", sino, por primera vez en la historia de
Occidente, la institucionalidad de la sexualidad a-reproductiva. Esto,
desde un punto de vista histórico y sociológico es claramente un
cambio no menor. Y ustedes, profesores universitarios, deberán hacerse
cargo de mostrar la relevancia de este cambio.
 
Finalmente, me limito a hacerles ver que este sí es un juego de suma
cero, donde algunos perdemos en el ámbito social y cultural la
institución que hemos consagrado como el centro de nuestra vida
vocacional, laboral, afectiva y trascendental, a saber, el matrimonio
cristiano.
 
Así, resulta que ya no es, como ustedes dicen, el "Estado el que
define la distribución de licencias que norman la licitud y legalidad
de formas de vida amorosa y sexual, y la forma en que se entiende la
familia", sino que son ahora ustedes junto al Estado los que hacen
esto negándoles al grupo de ciudadanos, sólo por sus principios
cristianos, vivir como se vivía.
 
Javier Ignacio Pinto G
Profesor Universidad de los Andes
 
 http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/06/30/matrimonio-homosexual-7.asp

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