no lo puedes comprar o no es necesario hacerlo.
Del resto, gran parte, con la ayuda de Dios,
se puede construir o conseguir.
Y si no es posible...
hay que pedir, saber pedir...
pedir bien...lo que se necesita
y pedir perdón por no haber
dado a los demás lo que
en justicia les correspondía.
La mayor ambición es darlo todo
porque lo único que nos llevamos
es lo que hemos dado
y cómo nos hemos dado.
Y ni siquiera hay generosidad en eso,
porque todo lo que alguna vez tuvimos,
nos fue dado desde lo alto,
aunque nos parezca que lo hemos
conseguido con mucho esfuerzo.
¿Quién te dotó de dicha capacidad para esforzarte?
Los dolores hay que ofrecerlos también.
Es el privilegio de ser testigos,
en primera fila de una parte marginal
-por grande que nos parezca-
de los dolores y sufrimientos del propio Cristo.
La vida no es un derecho, es un regalo,
y como tal lo podemos dilapidar o perder,
o lo podemos compartir, porque así
se disfruta más, no hay mayor alegría
que regalarse a los demás
para que los demás puedan
sentirse alegres, queridos,
comprendidos y acogidos.
Ahora, a intentar acortar
la brecha entre lo mucho dicho
y lo poco hecho...
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