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La nostalgia ya no es lo que era...‏

La nostalgie n'est plus ce qu'elle était *
(Rafael Rosende, excerpt from a conversation with Rodrigo Rojas)
 
Con el tiempo el pasado
se va nos va alejando y deformando.
 
Las sensaciones y emociones
se van desvaneciendo.
 
De un lugar entrañable
-lo que llamamos pasado-
se ha ido convirtiendo,
paulatinamente,
en algo extraño y lejano
del cual tenemos
un vago recuerdo
por lo que se requiere
de cierto voluntarismo
para traerlo al presente.
 
Los elementos que hoy nos lo recuerdan
están cada vez más distorsionados y degradados
-cuando no han desaparecido simplemente-.
 
Tenemos que hacer un esfuerzo
de imaginación y fe,
para creer que los espacios perdidos,
de aquellos tiempos, realmente existieron.
 
Lo confirmamos, las más de las veces,
cuando volvemos a encontrarnos
con algún ser querido
a quien no hemos visto por largo tiempo,
o cuando volvemos a pasar
por lugares que nos recuerdan otros tiempos,
aunque con una cierta extrañeza;
una sensación de 'Déjà vu', más parecida
al rastro que dejan los sueños,
o una foto que encontramos
en algún cajón olvidado.
 
Por otra parte,
el presente es algo tan fugaz
que casi no deja rastro.
 
Tal vez tenga que ver
con el hecho de que mientras
más rápido incorporamos información,
más rápido olvidamos,
o probablemente ya no registramos como antes,
ni conservamos de forma tan intensa
las impresiones de lo que nos está ocurriendo.
 
Nos hemos convertido
en procesadores más o menos eficaces
de la contingencia personal, familiar y global,
recurriendo inconscientemente
al cúmulo de experiencias pasadas
de las cuales extraemos,
ciertos patrones o regularidades,
alguna enseñanza,
o en el mejor de los casos,
algunas gotas de sabiduría.
 
Si nos mostraran
a nosotros mismos,
tal cual fuimos
hace treinta o cuarenta años,
tal vez no nos reconoceríamos.
 
Einstein dijo
-cuando tenía unos sesenta años-
que a esa edad
uno no está en condiciones
de comprender cabalmente
quién era uno cuando tenía 18.
 
Lo está viendo desde el futuro
-cuando las cosas ya ocurrieron-
lo que cambia radicalmente
la perspectiva de quien uno era
cuando el porvenir, su devenir,
con la necesaria incertidumbre
y providencial esperanza
estaba por desenvolverse.
 
Lo que a uno más le interesaba
en aquel momento,
hoy en día tal vez
no le llame la atención.
 
Aunque, igual,
pienso que encontraríamos
ciertos rasgos reconocibles en uno
así como en nuestros familiares y amigos,
que revelarían el vínculo indisoluble
que nos confiere una identidad
en permanente proceso de elaboración.
 
Tal vez sea,
como dijo alguien por ahí,
que el desarrollo de una vida
sea un permanente ensayo
y preparación para abandonarla.
 
Cada vez que algún ser querido parte,
estamos enviando parte de nuestro equipaje
(los recuerdos y afectos compartidos)
con los que emprendieron el viaje.
 
Disculpa, Rodrigo, este tono melancólico
del texto, me debe estar ocurriendo
-guardando las distancias-
lo que mencionaba Roberto Merino
en un artículo reciente:
que el que escribe agarra vuelo
con un cierto tema,
independientemente del estado de ánimo;
una palabra lleva a la otra,
y en una de esas,
el resultado no tenga nada que ver
con el estado de ánimo de uno
o lo que 'realmente' está sintiendo...
 
 
* Título da autobiografia de Simone Signoret

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