Diario El Mercurio, jueves 3 de julio de 2014
El ensayista y filósofo,
quien ha escrito numerosos artículos
relativos a la crisis de la modernidad,
lanza "Atajos para no llegar",
bajo Tajamar Editores,
un libro dedicado a estas sentencias,
que le permiten conciliar
la reflexión filosófica
con la belleza de la escritura.
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Martín Hopenhayn
(Nueva York, 1955,
de familia chileno-argentina),
después de ocho años sin publicar,
vuelve a retomar una de sus pasiones: el aforismo.
El libro lo acaba de publicar Tajamar Editores
y lleva por título "Atajos para no llegar".
Al preguntarle por qué le acomoda
este género literario, responde:
"Yo tengo una personalidad
cargada de ambivalencia y dudas,
y a través de estos aforismos
he encontrado la manera
de conjurar o dar sentido
a estas ambivalencias,
en un trabajo
de 'alquimia del sentido'.
Aquello me permite conciliar
la reflexión filosófica
con la belleza de la escritura.
Esto, además,
me da la posibilidad
de transitar entre múltiples temas,
sin temor a la inconsistencia,
porque hay en este género
una libertad tremenda
de pensamiento y forma,
posibilidades estéticas insospechadas,
y sobre todo juego,
mucho, mucho juego e ironía".
He aquí un ejemplo:
"Ese no sé qué de soliloquio
que retumba en la palabra jubilación".
También aparece lo reflexivo y nostálgico:
"Los tantos fraseos de la soledad.
El no me agobien del misántropo
y el no se vayan del gregario.
El ¿queda alguien aquí?
después de la catástrofe.
El guarde su distancia
en las señales de las autopistas
y en los pudores de la intimidad.
Late latente, la soledad,
bajo la burbuja de multitudes
que se aglomeran para espantarla.
Se engolosina
en el ensimismamiento,
tiembla con el desamparo.
Cierra la cortina pero no baja los párpados".
Aquí se da la conjunción
entre observación y poesía.
Por lo mismo,
el final es sugerente
y queda abierto
para que el lector
reconozca algo de sí mismo
que siempre tuvo,
pero que ahora
se le presenta
de manera casi inédita,
cuando se confronta con el texto.
Sin embargo,
en otros aforismos
es más sentencioso.
Allí apunta:
"Las insoportables jaquecas
que persiguieron a Nietzsche:
el costo de filosofar a martillazos
poniendo su cabeza sobre la mesa".
Cabe recordar
que Martín Hopenhayn
es ensayista y filósofo.
Se graduó
en la Universidad de París VIII en 1979
bajo la dirección de Gilles Deleuze.
Ha publicado numerosos artículos
relativos a la crisis de la modernidad
o referentes al desarrollo de América Latina.
Entre sus publicaciones destacan:
"¿Por qué Kafka?
Poder, mala conciencia y literatura"
(Paidós, Buenos Aires, 1983, y Lom, Santiago, 2000);
"Ni apocalípticos ni integrados:
aventuras de la modernidad
en América Latina"
(Fondo de Cultura Económica, Santiago, 1994,
y México, 1996, Premio Iberoamericano de LASA);
"Después del nihilismo: de Nietzsche a Foucault"
(Andrés Bello, Barcelona, 1997 y 2005,
finalista del Concurso Ensayo Anagrama 1995);
"Así de frágil es la cosa"
(Aforismos, Norma, Buenos Aires, 1999);
"Crítica de la razón irónica: de Sade a Jim Morrison"
(Sudamericana, Buenos aires, 2001);
y "Del vagabundeo y otras demoras"
(Crónicas, Andrés Bello, Santiago, 2006).
[Falta consignar el excelente ensayo
"El mundo del dinero" (Norma, Buenos Aires, 2002).]
Pero volviendo a "Atajos para no llegar",
podemos decir que en este volumen
Hopenhayn logra tender un puente
entre el ver y el pensar.
Su lectura es amena y fluye
con la difícil naturalidad
con que caen las hojas de los árboles.
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