Subir la cotización previsional a 13% parejo como se ha propuesto es un error. Conviene bajarla a los jóvenes y subirla a los mayores.
por Salvador Valdés
COMO EL ahorro temprano gana rentabilidad por más tiempo que el ahorro tardío, algunos han creído que convendría más ahorrar $10.000 a los 25 años que a los 40 años. Eso es dudoso, porque no conviene ahorrar en aquellos años en que uno es pobre, en relación al resto de la vida. Y los datos demuestran que el ingreso laboral sube entre 2 y 4 veces entre los 25 y 40 años de edad. Esto sugiere ahorrar cero a los 25 años, para pensiones de vejez.
La teoría económica busca el balance entre estas dos fuerzas, y encuentra preferible iniciar los aportes a las pensiones de vejez recién a los 30-33 años de edad. Antes de los 30, cero.
Como el ingreso laboral futuro es incierto, hay una fuerza más. Conviene construir desde joven un stock de ahorro para urgencias. Pero los aportes para pensiones no son utilizables en urgencias. Al buscar el balance entre estas tres fuerzas, se encuentra el siguiente óptimo: hasta cierta edad crítica, conviene acumular ahorro de urgencias solamente, es decir, cero para la vejez; después de esa edad crítica, conviene iniciar aportes para pensiones de vejez, aumentándolos gradualmente, llegando a 15% cerca de los 50 años y quizá a 20% cerca de los 60 años. Y se puede llegar a la jubilación con el mismo ahorro acumulado. ¿Cuál es esa edad crítica? Según los datos y las simulaciones de Gourinchas y Parker (2002), es 35-40 años.
La cuarta fuerza es el costo de mantener a los hijos hasta los 18 años. Al balancear esto también, se encuentra lo obvio: conviene trasladar el ahorro para vejez para evitar la fase de crianza. Por ejemplo, si tiene un hijo a los 30 años, conviene ahorrar menos entre los 30 y 48 y ahorrar más de los 49 a los 65.
En suma, una cotización pareja de 10% es excesiva antes de los 35 años, para un previsor. Según Cui (2008) el daño que causa una tasa pareja por edad equivale a perder 2 años de sueldo. Una tasa de cotización pareja es como un “impuesto”. Este “impuesto” se aplica sólo en los empleos donde se obliga a cotizar, y no en los empleos por cuenta propia, y sólo cuando joven. La evidencia indica que el principal efecto de los impuestos diferenciados por tipo de empleo es inducir a elegir empleos exentos (Eissa y Hoynes 2006).
Por lo tanto, una cotización pareja por edad de 10%, y peor aún la de 13% que se ha propuesto, fomentan que los jóvenes elijan empleos por cuenta propia. Eso reduce el número o “densidad” de cotizaciones en la vida. Esto reduce más las pensiones de los vulnerables, pues los más educados eligen alta densidad gracias al mayor salario en sus empleos cubiertos.
Este sesgo hacia empleos por cuenta propia también daña la productividad: en la cuenta propia el “efecto par” es menos positivo. Una vez acostumbrado a trabajar independiente, se pierden los hábitos requeridos por los empleos cubiertos. El aprendizaje tiende a ser menor en empleos por cuenta propia y en microempresas, que en las empresas cubiertas.
Desde hace décadas, Suiza aplica una tasa de cotización para pensiones contributivas que es cero hasta los 25, es baja hasta
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