Una novela
por Beltrán Mena
Diario El Mercurio, Artes & Letras,
Domingo 18 de marzo de 2007
"Rápido, robusto o barato: elija dos".
Es el slogan de la industria automotriz.
Algo similar ocurre con los libros:
"prolijo o vivo, elija uno".
La novela se está volviendo prolija.
Prolijas descripciones
de la perplejidad
del ciudadano contemporáneo.
Escritores profesionales
que juegan sobre un tablero acordado.
No dejan punto de vista sin considerar.
Bañan su objeto de estudio
desde todos los ángulos
con su penetrante rayo láser
y obtienen un preciso holograma de la realidad.
Forzados a decidir
entre el detalle de las cosas
y su movimiento,
optan por lo primero. Anatomía.
Prefiero los escritores
del movimiento,
de la náusea, del ansia.
Saben que no hay tablero.
Siguen su punto de vista hasta el final.
Confían en su carácter. Son arbitrarios.
Avanzan a tropezones:
Cendrars, Miller, Celine, Kerouac,
Wolfe, Petronio, Dostoievski, Melville...
Des-prolijos. Des-mesurados. Des-proporcionados.
Les vendría bien un poco de prolijidad,
pero la prolijidad es una virtud de tercer orden,
no se debe comenzar por ahí.
Todo esto para recomendar un libro desprolijo:
El enamorado de la Osa Mayor,
del contrabandista Piasecki, escritor amateur.
Escrito en la cárcel,
son sus recuerdos
de cuando colaba cigarrillos,
peinetas y medias bajo las balas
por la frontera polaco-soviética
de los años veinte.
Es un libro sobre la inteligencia
como sentido del paisaje.
Sobre la ley y sobre lo que parece
haber al otro lado de la ley:
bosques frondosos y nevados.
Es un libro ingenuo
cuyos personajes
cuentan chistes malos
que no nos hacen reír,
pero nos hacen felices.
Piaseki es beatnick veinte años antes de Kerouac,
pero prefiere moverse Off the road.
Para el contrabandista,
el viaje está siempre
en las orillas del camino.
Léalo, no suelo hacer propaganda.
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