Señor Director:
En su réplica a mi carta, Agustín Squella, apoyado en su talento periodístico, recorre en trescientas y tantas palabras un sinnúmero de temas discutidos actualmente en el foro. Para sus lectores es, en todo caso, una importante clarificación que él mismo se autoidentifique con la escuela sofística.
Dentro de los límites que permite el espacio, me referiré tan solo a dos de los puntos que toca mi contradictor:
1. ¿"Vamos a continuar por los siglos de los siglos endosando" el decidir lo que es verdadero y bueno "a remotos fundadores de religiones, a santos ilustrados", etcétera?, pregunta Squella. Respondo: si acaso lo de "remotos fundadores de religiones" viene a cuenta de mi referencia al sacrificio del Gólgota como supremo ejemplo del amor que se inmola por otro y por los otros, se equivoca. El triduo en el que se enmarca el Gólgota no puede ser remoto; o está vivo y presente ontológicamente hoy, o simplemente no es (I Cor 15, 14). Ecclesia de Eucharistia , nombre de una de las catorce encíclicas de San Juan Pablo II, lo dice todo: la Iglesia puede prescindir de innumerables cosas que ocupan mucho a los medios; en ningún caso de la presencia real eucarística, pues dejaría de ser".
Por su parte, Kephas (piedra) y sus compañeros, sobre los que el mártir del Gólgota edifica su Iglesia, no eran en ningún caso santos ni ilustrados, sino todo lo contrario: ignorantes, cobardes hasta traicionar, con sus miras puestas en el triunfo terreno; llegaron a ser por los siglos de los siglos los doce pilares que son, santos y mártires, porque, como millones de sucesores suyos, por los siglos de los siglos, fueron espíritus dóciles a la escucha, virtud esencial de la religión ( Jer 15, 7: "Tú me cautivaste Señor, y yo me dejé cautivar").
2. La fe no es un corsé para la razón, sino un faro que la ilumina, ampliando infinitamente el espectro del "logos" ( Lumen fidei , Francisco). Esto es, fortalece la libertad y la humildad de la razón, como asimismo potencia el rigor de su discurrir lógico. La mezcla conjunta de las tantas y tan variadas preguntas que formula Squella, con sus insinuaciones de respuestas que endosa a los sofistas, no solo me parece que, en su formulación, chocan con un razonar libre, calibrado al margen de los prejuicios publicitados en cada tiempo. Hay más. Me han recordado lo que observa el filósofo escocés, converso del marxismo, Alasdair MacIntyre, en la introducción de su libro "Tras la virtud". En el cuadro de grave desorden que sufre hoy el lenguaje de lo moral, sucede que "a partir de conclusiones rivales podemos retrotraernos hasta nuestras premisas rivales, pero cuando llegamos a las premisas, la discusión cesa, e invocar una premisa contra otra sería un asunto de pura afirmación y contra-afirmación. De ahí, tal vez, el tono estridente de tanta discusión moral".
Estridente y persistente, podría agregarse.
Jaime Antúnez Aldunate
En su réplica a mi carta, Agustín Squella, apoyado en su talento periodístico, recorre en trescientas y tantas palabras un sinnúmero de temas discutidos actualmente en el foro. Para sus lectores es, en todo caso, una importante clarificación que él mismo se autoidentifique con la escuela sofística.
Dentro de los límites que permite el espacio, me referiré tan solo a dos de los puntos que toca mi contradictor:
1. ¿"Vamos a continuar por los siglos de los siglos endosando" el decidir lo que es verdadero y bueno "a remotos fundadores de religiones, a santos ilustrados", etcétera?, pregunta Squella. Respondo: si acaso lo de "remotos fundadores de religiones" viene a cuenta de mi referencia al sacrificio del Gólgota como supremo ejemplo del amor que se inmola por otro y por los otros, se equivoca. El triduo en el que se enmarca el Gólgota no puede ser remoto; o está vivo y presente ontológicamente hoy, o simplemente no es (I Cor 15, 14). Ecclesia de Eucharistia , nombre de una de las catorce encíclicas de San Juan Pablo II, lo dice todo: la Iglesia puede prescindir de innumerables cosas que ocupan mucho a los medios; en ningún caso de la presencia real eucarística, pues dejaría de ser".
Por su parte, Kephas (piedra) y sus compañeros, sobre los que el mártir del Gólgota edifica su Iglesia, no eran en ningún caso santos ni ilustrados, sino todo lo contrario: ignorantes, cobardes hasta traicionar, con sus miras puestas en el triunfo terreno; llegaron a ser por los siglos de los siglos los doce pilares que son, santos y mártires, porque, como millones de sucesores suyos, por los siglos de los siglos, fueron espíritus dóciles a la escucha, virtud esencial de la religión ( Jer 15, 7: "Tú me cautivaste Señor, y yo me dejé cautivar").
2. La fe no es un corsé para la razón, sino un faro que la ilumina, ampliando infinitamente el espectro del "logos" ( Lumen fidei , Francisco). Esto es, fortalece la libertad y la humildad de la razón, como asimismo potencia el rigor de su discurrir lógico. La mezcla conjunta de las tantas y tan variadas preguntas que formula Squella, con sus insinuaciones de respuestas que endosa a los sofistas, no solo me parece que, en su formulación, chocan con un razonar libre, calibrado al margen de los prejuicios publicitados en cada tiempo. Hay más. Me han recordado lo que observa el filósofo escocés, converso del marxismo, Alasdair MacIntyre, en la introducción de su libro "Tras la virtud". En el cuadro de grave desorden que sufre hoy el lenguaje de lo moral, sucede que "a partir de conclusiones rivales podemos retrotraernos hasta nuestras premisas rivales, pero cuando llegamos a las premisas, la discusión cesa, e invocar una premisa contra otra sería un asunto de pura afirmación y contra-afirmación. De ahí, tal vez, el tono estridente de tanta discusión moral".
Estridente y persistente, podría agregarse.
Jaime Antúnez Aldunate
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