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Diario El Mercurio, Domingo 23 de marzo de 2014

El gobierno más original de la historia

"Uno pensaría que un gobierno que no ha logrado armar bien sus equipos tendrá especial prudencia a la hora de pedir renuncias. Parece, sin embargo, que resulta más excitante aplicar la guillotina cuando no se sabe lo que vendrá..."


Los críticos del nuevo gobierno son tan obcecados que no son capaces de reconocer que esta es la administración más original de nuestra historia.

La primera originalidad consiste en que, desde hace un par de años, todos los chilenos sabíamos que Michelle Bachelet ocuparía la Presidencia de la República en 2014. Como ella se hacía la silenciosa, pensábamos que su silencio estaba lleno de contenido, que estaba preparando los mejores equipos para gobernar y que tendríamos un programa a la medida de las necesidades del nuevo Chile.

La primera alarma sonó con el retraso del programa, pero nadie le dio mucha importancia, porque los chilenos esperaban que pronto se develaría el secreto y que vendría algo muy poderoso, como esos regalos en que una caja gigantesca esconde a otra, y esta a otra, hasta que se llega a una cajita minúscula que alberga un diamante de enorme valor.

¿Y qué escondía el silencio de Michelle Bachelet? En estos días hemos descubierto que el mutismo no contenía nada. Como se ve, muy original.

El silencio no era más que un ardid para seducir a los electores, que ahora se preguntan desconcertados: "¿Y qué hizo ella en los últimos dos años? ¿Cómo no organizó las cosas de modo que nos ahorrara este festival de improvisaciones?".

Las originalidades continúan. Nunca nos había pasado que los subsecretarios tuvieran que renunciar antes de haber asumido. Bastante original. En esos casos, la política es muy indulgente y quien hace de cabeza suele perdonar una y quizás otra vez. Pero a la tercera, no hay gobernante en el planeta que no cambie de asesores. Aquí, sin embargo, no solo han permanecido, sino que en estos días han repetido el espectáculo, esta vez con varios gobernadores. Al momento de redactarse estas líneas iban cuatro, pero todo es tan dinámico que uno nunca sabe.

El caso más notable fue el de la gobernadora de Chiloé, cuestionada por contar con puntaje propio de una persona indigente en su Ficha de Protección Social, sin que, al parecer, cumpliera con esa condición. Menos mal que el senador Girardi se apresuró a avisarnos antes que cualquier vocero que la Presidenta le había pedido la renuncia, y pudimos respirar tranquilos, mientras aprendíamos, de paso, que para saber lo que pasa hay que preguntarle a Guido.

Las rarezas no quedan ahí. Uno pensaría que un gobierno que no ha logrado armar bien sus equipos tendrá especial prudencia a la hora de pedir renuncias. Y si su misma coalición (en su versión concertacionista) ha establecido un sistema especial y objetivo de selección en la Alta Dirección Pública, lo menos que cabe esperar es que lo respete, máxime cuando la Presidenta había dicho que se someterían a evaluación esas personas antes de proceder a despidos. Pero en el Gobierno Original lo que diga la Presidenta no es lo relevante. Además, resulta más excitante aplicar la guillotina cuando no se sabe lo que vendrá.

Por otra parte, uno imaginaría que los despidos afectarían a enemigos particularmente poderosos, pero no: aquí nadie se salva, aunque sea el ayudante del maestro de cocina o la cuidadora del patrimonio de La Moneda. Y si el Gobierno, a pesar de todo, procede a realizar esas desvinculaciones, no puede justificarse diciendo que "la Alianza hizo lo mismo", como si el adversario fuera el máximo modelo moral que debe ser imitado.

Pero hay más. Normalmente uno echa a los enemigos, pero aquí se ha cortado la cabeza a personas de izquierda, que habían aguantado estoicamente los cuatro años de la Alianza, esperando que vinieran tiempos mejores. No sabían que en el Gobierno Original se castiga a los amigos. Ya lo decía Stalin: "El Evangelio dice que hay que amar a los enemigos, pero en ninguna parte dice que hay que amar a los amigos". 

Por favor no se aburra, porque le dejé para el final la originalidad más interesante de todas, porque el Gobierno Original se llama así porque prescinde de su mejor gente. ¿Qué diríamos si a Sampaoli se le ocurriera partir al Mundial de Brasil sin convocar a Alexis, Medel, Valdivia y Vidal? Ni en la peor de las pesadillas podríamos pensar en algo semejante. Todos sabemos que la Concertación tenía figuras notables, verdaderos astros de la política. Estamos convencidos de que cualquier coalición del mundo querría contar en sus filas con Escalona, Alvear, Martínez o Vidal. Pero en el Gobierno Original todo es distinto: aquí los mejores han quedado fuera de la cancha.

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