Carlos Portales: "Para evitar la degradación de las formas, necesitamos con urgencia reformas políticas. La Presidenta debe aprovechar su capital para modificar el binominal, insertando competencia en el sistema y obligando a los partidos a tener cuadros competentes para administrar el Estado..."
En las últimas semanas hemos observado malas prácticas en los cuatro poderes del Estado. El Gobierno, senadores, ministros de la Corte Suprema y el contralor han olvidado que no solo importan los fines, sino también los medios con que se ejerce el poder. El desprecio por las formas resta legitimidad a nuestras instituciones y agudiza la desconfianza de la ciudadanía con la política.
Un gobierno no solo se mide por sus transformaciones en pro del bienestar de una sociedad. Igualmente importantes son los medios que utiliza para alcanzar sus propósitos. Bien lo sabe Piñera con el daño que le provocaron sus conflictos de interés, el "telefonazo" de Barrancones y sus "Piñericosas". Ya lo afirmaba el escritor inglés Huxley: "El fin no puede justificar los medios, por la simple y obvia razón de que los medios empleados determinan la naturaleza de los fines obtenidos".
Por su parte, la administración Bachelet, también ha puesto el énfasis en las cuestiones de fondo, en "el programa". Sin embargo, su instalación no ha sido prolija en los métodos. ¿Creerá acaso que la improvisación y el "cuoteo" en el nombramiento de gobernadores y seremis, no le pasará la cuenta? ¿Imaginará que no importa la enorme cantidad de despidos de funcionarios elegidos profesionalmente por Alta Dirección Pública (ADP), el sistema que pretende mejorar la calidad de los servidores públicos evitando el clientelismo y la captura del Estado por parte de operadores políticos? El 70% de los 29 directores de servicios de salud del país -elegidos por ADP-, fueron removidos la semana pasada. ¿Serían todos incompetentes y tan desleales como para no poder trabajar con el nuevo gobierno? Las "máquinas" partidistas, ignoradas por Bachelet en la elección de ministros y subsecretarios, se cobran ahora revancha con la captura del Estado y sus más de 1.000 puestos de confianza -en Nueva Zelandia y el Reino Unido son menos de 200-. Me temo que la ciudadanía terminará castigando a un gobierno que no pone a los mejores al servicio de la gente.
Para evitar la degradación de las formas, necesitamos con urgencia reformas políticas. La Presidenta debe aprovechar su capital para modificar el binominal, insertando competencia en el sistema y obligando a los partidos a tener cuadros competentes para administrar el Estado. También podría darle urgencia legal a una reingeniería de los partidos políticos, de sus métodos de elección internos, de su rendición de cuentas y financiamiento. Con su popularidad, Bachelet también podría otorgar estabilidad a la ADP y contar con un Estado a la altura de un país desarrollado.
Los otros poderes públicos, por su parte, tampoco han cuidado sus formas. ¿Alguien piensa que el senador Girardi invitó a una "cena informal" en su casa, a comienzos de mes, al presidente y ministros de la Corte Suprema, a ministros del gobierno entrante, al fiscal nacional y al contralor general para hablar del clima o de qué hicieron en las vacaciones?
Donde se supone que los poderes del Estado son independientes para ejercer los adecuados controles y equilibrios, observamos en cambio reuniones privadas, fuera del protocolo oficial, donde dichos poderes se reúnen. ¿Qué conversan? ¿Qué acuerdan? ¿Quedan en deuda los asistentes con el anfitrión? ¿Se presta el escenario para un soterrado tráfico de influencias?
Son estas escenas las que provocan la sospecha en las autoridades, quedando en entredicho su autonomía, su transparencia y su preocupación por el bien común y no por los intereses de grupos de presión. Por ello se equivoca el contralor al afirmar que "la independencia de los poderes del Estado no depende de un plato de comida. Si hay una actividad a la que van el presidente de la Corte Suprema y otras autoridades, me pareció que era conveniente ir". Su investidura le impone estándares de transparencia y prudencia superiores a los de cualquier ciudadano. Seguramente nuestras autoridades saben que Jacob compró la primogenitura de su hermano Esaú por un plato de lentejas (Gén. 25:34). El cambio aquí ya no pasa por reformas legales, sino por un mayor apego a las adecuadas formas que exige la ética pública.
Chile ha sido responsable en el manejo de sus asuntos públicos. Del avance en reformas políticas y del comportamiento ejemplar de autoridades en todos los poderes del Estado depende que los medios sean tan prolijos como la bondad de los fines para los que fueros elegidos. Por ahí pasa nuestra salud democrática y la legitimidad de la política.
Carlos Portales E.
Un gobierno no solo se mide por sus transformaciones en pro del bienestar de una sociedad. Igualmente importantes son los medios que utiliza para alcanzar sus propósitos. Bien lo sabe Piñera con el daño que le provocaron sus conflictos de interés, el "telefonazo" de Barrancones y sus "Piñericosas". Ya lo afirmaba el escritor inglés Huxley: "El fin no puede justificar los medios, por la simple y obvia razón de que los medios empleados determinan la naturaleza de los fines obtenidos".
Por su parte, la administración Bachelet, también ha puesto el énfasis en las cuestiones de fondo, en "el programa". Sin embargo, su instalación no ha sido prolija en los métodos. ¿Creerá acaso que la improvisación y el "cuoteo" en el nombramiento de gobernadores y seremis, no le pasará la cuenta? ¿Imaginará que no importa la enorme cantidad de despidos de funcionarios elegidos profesionalmente por Alta Dirección Pública (ADP), el sistema que pretende mejorar la calidad de los servidores públicos evitando el clientelismo y la captura del Estado por parte de operadores políticos? El 70% de los 29 directores de servicios de salud del país -elegidos por ADP-, fueron removidos la semana pasada. ¿Serían todos incompetentes y tan desleales como para no poder trabajar con el nuevo gobierno? Las "máquinas" partidistas, ignoradas por Bachelet en la elección de ministros y subsecretarios, se cobran ahora revancha con la captura del Estado y sus más de 1.000 puestos de confianza -en Nueva Zelandia y el Reino Unido son menos de 200-. Me temo que la ciudadanía terminará castigando a un gobierno que no pone a los mejores al servicio de la gente.
Para evitar la degradación de las formas, necesitamos con urgencia reformas políticas. La Presidenta debe aprovechar su capital para modificar el binominal, insertando competencia en el sistema y obligando a los partidos a tener cuadros competentes para administrar el Estado. También podría darle urgencia legal a una reingeniería de los partidos políticos, de sus métodos de elección internos, de su rendición de cuentas y financiamiento. Con su popularidad, Bachelet también podría otorgar estabilidad a la ADP y contar con un Estado a la altura de un país desarrollado.
Los otros poderes públicos, por su parte, tampoco han cuidado sus formas. ¿Alguien piensa que el senador Girardi invitó a una "cena informal" en su casa, a comienzos de mes, al presidente y ministros de la Corte Suprema, a ministros del gobierno entrante, al fiscal nacional y al contralor general para hablar del clima o de qué hicieron en las vacaciones?
Donde se supone que los poderes del Estado son independientes para ejercer los adecuados controles y equilibrios, observamos en cambio reuniones privadas, fuera del protocolo oficial, donde dichos poderes se reúnen. ¿Qué conversan? ¿Qué acuerdan? ¿Quedan en deuda los asistentes con el anfitrión? ¿Se presta el escenario para un soterrado tráfico de influencias?
Son estas escenas las que provocan la sospecha en las autoridades, quedando en entredicho su autonomía, su transparencia y su preocupación por el bien común y no por los intereses de grupos de presión. Por ello se equivoca el contralor al afirmar que "la independencia de los poderes del Estado no depende de un plato de comida. Si hay una actividad a la que van el presidente de la Corte Suprema y otras autoridades, me pareció que era conveniente ir". Su investidura le impone estándares de transparencia y prudencia superiores a los de cualquier ciudadano. Seguramente nuestras autoridades saben que Jacob compró la primogenitura de su hermano Esaú por un plato de lentejas (Gén. 25:34). El cambio aquí ya no pasa por reformas legales, sino por un mayor apego a las adecuadas formas que exige la ética pública.
Chile ha sido responsable en el manejo de sus asuntos públicos. Del avance en reformas políticas y del comportamiento ejemplar de autoridades en todos los poderes del Estado depende que los medios sean tan prolijos como la bondad de los fines para los que fueros elegidos. Por ahí pasa nuestra salud democrática y la legitimidad de la política.
Carlos Portales E.
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