Diario Las Últimas Noticias
Jueves 16 de julio de 2015
En Santiago, cuando pensamos en la palabra «diversidad»,
a lo más llegamos a imaginarnos un buffet de tenedor libre
muy cargado a las grasas transgénicas.
Vivimos en un limbo entre la Cordillera de los Andes,
la Cordillera de la Costa, el pago de la cuota
del autito chino y la agitada vastedad del mall.
Bien poco nos importa saber cuál es el cerro El Plomo,
el Cordón del Quempo, el cerro Provincia o el Roble,
sólo por nombrar algunos montes tutelares
que amanecen con nosotros todos los días.
Las regiones existen para el santiaguino
sólo como paquetes turísticos
que nos ofrecen una pichiruches vacaciones
de tres noches y dos días por 30.990 pesos
con desayuno continental incluido en medio
de «una naturaleza privilegiada» y otras patrañas.
Pero ocurre que en Chile la diversidad
hoy emerge en todo el territorio
y hay de esto un sinnúmero de evidencias.
Expresiones culturales, todas ellas
con un claro sello de identidad,
de búsqueda de raíces,
impulsado principalmente
por una juventud que,
en lugar de mirar hacia lo lejos,
ha optado por mirar lo propio,
lo que está cerca de sus vidas,
lo que hicieron sus abuelos
y heredarán sus nietos.
Lo que huele a pan amasado
y a cachos de cabra colgados.
Ha llegado a nuestras manos
una bella revista cultural curicana,
llamada Mediorural, dedicada
al tema del «Valle Central».
¿Quién conoce San Pedro de Alcántara,
Nirivilo, Empedrado, Ópalo,
Zúñiga, Corinto o Perales,
por nombrar algunos evanescentes lugares,
medio fantasiosos, medio verdaderos?
Váyase derechito por el Valle Central y listo.
Por fortuna los conocen los jóvenes de esas regiones,
como conocen sus comidas, sus picadas, sus leyendas.
Existe un Chile veinteañero que mira
a Chile sin ningún interés inmobiliario.
A través de la poesía, la fotografía,
la conversación, ese amor al Chile profundo
abre una ventana de luz en medio
de tanto abandono y desdén.
Hay un Chile joven que piensa, que opina,
que se ha enamorado de sus parajes y sus pueblos,
de norte a sur..
Es esperanzador recibir cada semana
al menos una revista de sabor local.
Revitaliza saber que también en política
comienza a emerger un contingente nuevo
que no está dispuesto a vender sus tierras
y costumbres por un plato de lentejas.
Aún tenemos patria, ciudadanos.
Una patria querida y diversa,
que nos quita las ganas de irnos,
cabeza gacha, a dar de comer a las palomas.
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