"Enquistados en el Gobierno y la administración hay una serie de funcionarios que en sus distintas posiciones trabajan con esmero para que Chile no progrese, para destruir el trabajo de otros. No puede calificarse de otra manera a alguien que, siendo jefe de gabinete de un alcalde en La Araucanía, diga en Twitter: se viene el verano Weichafes, toda la gente del Wallmapu a prepararse para erradicar a estas malditas forestales con una sola acción: Tormenta de Fuego en Wallmapu, 25 de diciembre a 25 de marzo y con las siembras de los latifundistas..."
La pregunta recurrente de los inversionistas y observadores extranjeros es si Chile puede desfondarse. Vale decir, si la caída que experimenta su economía y el deterioro evidente de la calidad de sus políticas públicas y sus instituciones puede seguir cuesta abajo, hasta convertirnos en una suerte de Ecuador primero, Argentina después y por último en Venezuela, paraíso del socialismo del siglo XXI, donde el salario mínimo es de 12 dólares al mes.
Si somos pesimistas, podríamos evocar la novela de José Donoso que da el título a esta columna y que comienza con una frase de Marlowe: "El infierno no tiene límites".
Pero nuestra respuesta habitual a esos requerimientos foráneos, cada vez más frecuentes, es que la pérdida de apoyo que ha experimentado Bachelet por su insensato programa de reformas radicales es justamente una prueba de que los chilenos sí tienen límites y que la cosa aquí no se va a desfondar para caer en las desgraciadas circunstancias que viven algunos vecinos de nuestro sufrido continente.
Sería esta actitud de la población una suerte de resistencia que probaría que las instituciones chilenas son más sólidas que las de sus vecinos y que nuestra gente, aunque quiere reformas que le permitan obtener una mayor fracción de los beneficios del progreso, no está dispuesta a echar por la borda 30 años de avances que han convertido a este país en el más próspero de Latinoamérica.
Por eso no somos tan pesimistas, aunque sí pensamos que la suerte de nuestra economía está echada durante el Gobierno de Bachelet: lo más probable es que vamos a crecer al 2% anual durante todo el período y no más que eso. No hay forma de revertir el fuertísimo shock negativo a la inversión y las expectativas que significaron la reforma tributaria, la educacional, la laboral en trámite y la amenaza de una reforma a la Constitución que modifique las protecciones al derecho de propiedad.
Pero sí es posible evitar que el país siga cuesta abajo y una batalla importante para ese efecto se está jugando en el Senado con el proyecto de reforma laboral. Si el ministro Valdés es capaz de revertir la huelga sin reemplazo ni provisión adecuada de servicios mínimos, entonces uno debiera esperar que la caída comience a detenerse. Mejor todavía si consigue, además, morigerar algunos de los efectos más dañinos de la reforma tributaria por la vida reglamentaria o legal.
Si el ministro Burgos es exitoso en su afán de postergar y moderar un cambio constitucional, estaremos despejando algunos de los elementos que tienen a la inversión cayendo por ocho trimestres consecutivos.
Este escenario, moderadamente optimista, puede alterarse si los elementos más extremistas de la coalición gobernante logran seguir teniendo influencia en las decisiones. Desgraciadamente el Congreso no ayuda: la bancada estudiantil dominada por el Partido Comunista y gente más a la izquierda de ellos, dicta las pautas de la reforma educacional. La CUT, también gobernada por el Partido Comunista, lleva el pandero en la reforma laboral. La bancada AC, Asamblea Constituyente, pese a las señales emitidas por el ministro Burgos, sigue siendo mayoría en la Cámara de Diputados. Por último, el efecto ordenador que sobre los parlamentarios tienen un gobierno y una Presidenta con gran apoyo popular se ha desvanecido.
Pero no solo estamos dependiendo de ministros y parlamentarios. Enquistados en el Gobierno y la administración hay una serie de funcionarios que en sus distintas posiciones trabajan con esmero para que Chile no progrese, para destruir el trabajo de otros. No puede calificarse de otra manera a alguien que, siendo jefe de gabinete de un alcalde en La Araucanía, diga en Twitter: se viene el verano Weichafes, toda la gente del Wallmapu a prepararse para erradicar a estas malditas forestales con una sola acción: Tormenta de Fuego en Wallmapu, 25 de diciembre a 25 de marzo y con las siembras de los latifundistas...
Ese sí es el lugar sin límites.
Si somos pesimistas, podríamos evocar la novela de José Donoso que da el título a esta columna y que comienza con una frase de Marlowe: "El infierno no tiene límites".
Pero nuestra respuesta habitual a esos requerimientos foráneos, cada vez más frecuentes, es que la pérdida de apoyo que ha experimentado Bachelet por su insensato programa de reformas radicales es justamente una prueba de que los chilenos sí tienen límites y que la cosa aquí no se va a desfondar para caer en las desgraciadas circunstancias que viven algunos vecinos de nuestro sufrido continente.
Sería esta actitud de la población una suerte de resistencia que probaría que las instituciones chilenas son más sólidas que las de sus vecinos y que nuestra gente, aunque quiere reformas que le permitan obtener una mayor fracción de los beneficios del progreso, no está dispuesta a echar por la borda 30 años de avances que han convertido a este país en el más próspero de Latinoamérica.
Por eso no somos tan pesimistas, aunque sí pensamos que la suerte de nuestra economía está echada durante el Gobierno de Bachelet: lo más probable es que vamos a crecer al 2% anual durante todo el período y no más que eso. No hay forma de revertir el fuertísimo shock negativo a la inversión y las expectativas que significaron la reforma tributaria, la educacional, la laboral en trámite y la amenaza de una reforma a la Constitución que modifique las protecciones al derecho de propiedad.
Pero sí es posible evitar que el país siga cuesta abajo y una batalla importante para ese efecto se está jugando en el Senado con el proyecto de reforma laboral. Si el ministro Valdés es capaz de revertir la huelga sin reemplazo ni provisión adecuada de servicios mínimos, entonces uno debiera esperar que la caída comience a detenerse. Mejor todavía si consigue, además, morigerar algunos de los efectos más dañinos de la reforma tributaria por la vida reglamentaria o legal.
Si el ministro Burgos es exitoso en su afán de postergar y moderar un cambio constitucional, estaremos despejando algunos de los elementos que tienen a la inversión cayendo por ocho trimestres consecutivos.
Este escenario, moderadamente optimista, puede alterarse si los elementos más extremistas de la coalición gobernante logran seguir teniendo influencia en las decisiones. Desgraciadamente el Congreso no ayuda: la bancada estudiantil dominada por el Partido Comunista y gente más a la izquierda de ellos, dicta las pautas de la reforma educacional. La CUT, también gobernada por el Partido Comunista, lleva el pandero en la reforma laboral. La bancada AC, Asamblea Constituyente, pese a las señales emitidas por el ministro Burgos, sigue siendo mayoría en la Cámara de Diputados. Por último, el efecto ordenador que sobre los parlamentarios tienen un gobierno y una Presidenta con gran apoyo popular se ha desvanecido.
Pero no solo estamos dependiendo de ministros y parlamentarios. Enquistados en el Gobierno y la administración hay una serie de funcionarios que en sus distintas posiciones trabajan con esmero para que Chile no progrese, para destruir el trabajo de otros. No puede calificarse de otra manera a alguien que, siendo jefe de gabinete de un alcalde en La Araucanía, diga en Twitter: se viene el verano Weichafes, toda la gente del Wallmapu a prepararse para erradicar a estas malditas forestales con una sola acción: Tormenta de Fuego en Wallmapu, 25 de diciembre a 25 de marzo y con las siembras de los latifundistas...
Ese sí es el lugar sin límites.
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