Señor Director:
Un oxímoron es un concepto muy utilizado en la jerga literaria para denominar las figuras que combinan, en una misma estructura sintáctica, dos expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido. Algunos lo definen como una "paradoja comprimida", dado que su significado literal es absurdo, forzando al interlocutor a interpretar lo dicho en un sentido metafórico. Por ejemplo, un "instante eterno" es un instante que, por la intensidad de lo vivido durante su transcurso, hace perder la noción del tiempo. Un oxímoron es un imposible, un milagro, una inversión de las leyes de la naturaleza de incierto significado. De hecho, la palabra oxímoron es, ella misma, un oxímoron, ya que deriva del griego oxys, que significa "agudo", y moron, que significa "romo".
Los contenidos metafóricos detrás del oxímoron son a veces difíciles de interpretar. Un ejemplo de esto es el gran esfuerzo que debemos hacer hoy muchos chilenos que buscamos comprender la frase "realismo sin renuncia". Todos sabemos que, dadas las circunstancias que se están viviendo en nuestro país, cualquier realismo exige renuncia. ¿Qué quiso decir la Presidenta en su discurso?
No soy experta en lingüística y puede ser, además, que me cueste un poco entender las metáforas. Pero hice algo de trabajo y descubrí que el par de conceptos contenidos en muchos oxímoron no son idénticos en cualidad: en general, mientras uno de ellos representa lo concreto, el otro tiene un contenido mucho más abstracto y simbólico. Así, en el ejemplo del "instante eterno", lo concreto es que el escritor describe un momento, un período muy corto. La palabra "eterno", que acompaña en la figura poética, tiene un significado abstracto asociado más a intensidad que a duración.
En "realismo sin renuncia" no queda demasiado claro cuál es el contenido concreto. ¿Lo podemos encontrar en la palabra "realismo" o en la expresión "sin renuncia"? Si la figura literaria utilizada pretendía significar lo primero y el realismo concreto se impone en la política, entonces la renuncia a algunos puntos mayores del programa sería inminente, y el oxímoron solo se referiría a que ese proceso irá adornado de buenas palabras para no enojar a los amigos. Si, en cambio, es la expresión "sin renuncia" la que prima en lo concreto, entonces el discurso sobre la supuesta moderación del gobierno de Bachelet en este tercer tiempo no es más que una cortina de humo.
Entretanto, mientras intentamos comprender los alcances de la nueva metáfora que nos plantea la Presidenta, seguimos sin saber a qué atenernos y cómo reaccionar en este ambiente de incertidumbre y caos.
Francisca Dussaillant
Un oxímoron es un concepto muy utilizado en la jerga literaria para denominar las figuras que combinan, en una misma estructura sintáctica, dos expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido. Algunos lo definen como una "paradoja comprimida", dado que su significado literal es absurdo, forzando al interlocutor a interpretar lo dicho en un sentido metafórico. Por ejemplo, un "instante eterno" es un instante que, por la intensidad de lo vivido durante su transcurso, hace perder la noción del tiempo. Un oxímoron es un imposible, un milagro, una inversión de las leyes de la naturaleza de incierto significado. De hecho, la palabra oxímoron es, ella misma, un oxímoron, ya que deriva del griego oxys, que significa "agudo", y moron, que significa "romo".
Los contenidos metafóricos detrás del oxímoron son a veces difíciles de interpretar. Un ejemplo de esto es el gran esfuerzo que debemos hacer hoy muchos chilenos que buscamos comprender la frase "realismo sin renuncia". Todos sabemos que, dadas las circunstancias que se están viviendo en nuestro país, cualquier realismo exige renuncia. ¿Qué quiso decir la Presidenta en su discurso?
No soy experta en lingüística y puede ser, además, que me cueste un poco entender las metáforas. Pero hice algo de trabajo y descubrí que el par de conceptos contenidos en muchos oxímoron no son idénticos en cualidad: en general, mientras uno de ellos representa lo concreto, el otro tiene un contenido mucho más abstracto y simbólico. Así, en el ejemplo del "instante eterno", lo concreto es que el escritor describe un momento, un período muy corto. La palabra "eterno", que acompaña en la figura poética, tiene un significado abstracto asociado más a intensidad que a duración.
En "realismo sin renuncia" no queda demasiado claro cuál es el contenido concreto. ¿Lo podemos encontrar en la palabra "realismo" o en la expresión "sin renuncia"? Si la figura literaria utilizada pretendía significar lo primero y el realismo concreto se impone en la política, entonces la renuncia a algunos puntos mayores del programa sería inminente, y el oxímoron solo se referiría a que ese proceso irá adornado de buenas palabras para no enojar a los amigos. Si, en cambio, es la expresión "sin renuncia" la que prima en lo concreto, entonces el discurso sobre la supuesta moderación del gobierno de Bachelet en este tercer tiempo no es más que una cortina de humo.
Entretanto, mientras intentamos comprender los alcances de la nueva metáfora que nos plantea la Presidenta, seguimos sin saber a qué atenernos y cómo reaccionar en este ambiente de incertidumbre y caos.
Francisca Dussaillant
ALFREDO JOCELYN-HOLT, DIARIO LA TERCERA, SÁBADO 25 DE JULIO DE 2015HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2015/07/25/ALFREDO-JOCELYN-HOLT/CON-QUE-REPLIEGUE/
ANDRÉS BENÍTEZ, DIARIO LA TERCERA, SÁBADO 25 DE JULIO DE 2015HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2015/07/25/ANDRES-BENITEZ/LA-RENUNCIA-2/
ES INGENUO pensar que lo del “realismo sin renuncia” es un repliegue. El cambio ministerial tuvo mucho de “enroque”, de cambios “de posición”, no de abandono de convicciones o planes de largo aliento. En Educación es evidente, Eyzaguirre se fue a otro lado. Lo decía Gramsci: la verdadera guerra es la de posición, no la de simples maniobras, manotazos y ataques (a lo Quintana y su retroexcavadora, o a lo Atria y sus “por las buenas o por las malas”). Requiere de otros tiempos, de paciencia e inventiva. No, éste no es un repliegue, es la misma guerra por otros medios (una cuestión de estrategia, no de táctica).
Al igual que en el viejo parlamentarismo, la continuidad no está dada por ministros sujetos a una rotativa permanente sino por subsecretarios y “equipos”. De hecho, en el Mineduc, en esta vuelta, “Educación 2020” (¿ONG, movimiento, lobistas por una línea educacional determinada?) sale reforzada. Además de Valentina Quiroga se suma Adriana Delpiano, ambas del conglomerado. Sigue también Francisco Martínez, adalid de los “cambios desde abajo”. “Plus ça change, plus c’est la même chose”.
Subrayo “2020” porque ellos mismos han sentado sus lanzas y marcado territorio sin vergüenzas en reconocerlo. Diego Vela, ex NAU, también Revolución Democrática y ahora desde “2020” (tantos cambios de casa en alguien tan precoz), anunciaba la semana pasada que el trabajo está hecho: “Que quede registrado en la memoria: fue en junio cuando rompimos los candados” a propósito de la derogación del DFL-2. Lo cual, ahora, Delpiano, alguna vez MAPU y de la CORA, ratifica; la semana pasada anunció que para acceder a gratuidad va a tener que asegurarse la participación de estudiantes en el gobierno de la universidad. Sí o sí (el zigzagueante de Eyzaguirre ya se fue). Con estas medidas, agrega un afiche de “2020”, “se abren los candados que antes prohibieron una mayor democracia en la educación superior… Instituciones de educación superior más participativas y democráticas también son educación de calidad”. Lo último es de antología.
El principal objetivo del gobierno de la Nueva Mayoría se ha logrado a pesar del costo social y económico generado. El estancamiento de la productividad, la paralización de instituciones claves (universidades), y la falta creciente de seguridad se han vuelto notorios. Es que no importa el desgaste. De eso se trata, apuntaba Gramsci: destruir el consenso social predominante, degenerar, descomponer la vieja institucionalidad, a fin de asentar una nueva hegemonía en su lugar, marcando la agenda de discusión, apoderándose de espacios e instituciones, conquistando el poder cultural, operando desde donde sea y como sea, desde el Estado o desde territorios “enemigos”, promoviendo así el cambio de conciencias, empoderando, posicionándose orgánicamente. Ese es el “quintacolumnismo” en que han estado afanados desde hace tiempo.
No han asaltado el poder, se han estado haciendo de él con disimulo. Mirado así el asunto, es “sin renuncia”. Seamos realistas.
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HAY VARIAS formas como un presidente puede renunciar. La primera es simple: tomar sus cosas e irse. La segunda es dejar de gobernar y esperar que el tiempo pase rápido. La tercera es reinventarse, adecuarse a la realidad, botar las ideas que nadie quiere y tratar de salvar el gobierno.
De las tres, es evidente que la tercera es la mejor. Irse para la casa o dejar de gobernar son caminos muy malos. Por eso no es raro que Bachelet esté tratando de reinventarse. Pero hasta ahora las señales son muy confusas. Partiendo por su ya famosa frase de que esta nueva etapa estará marcada por un “realismo sin renuncia”. Bueno, esa es una contradicción en sí misma. La realidad política y económica habla de que sin renuncias importantes al programa original no hay reinvención posible.
Una segunda duda acerca de lo que quiere la Presidenta es el eslogan que lanzó para anunciar el segundo tiempo de su gobierno: “Todos x Chile”. Si el programa es rechazado por la mayoría de la gente, entonces no se entiende que sin cambios se logre convocar a todos. Entonces, la idea de que estamos frente a una simple campaña comunicacional se acrecienta.
Más allá de la Presidenta, hay muchos que ya dicen que no están dispuestos a cambiar. Partiendo por el Partido Comunista, que como buenos socios que son, han amenazado con las penas del infierno si el programa se debilita. A ellos la realidad les importa poco. Lo suyo es la ideología. También está el siempre incombustible presidente del PPD, Jaime Quintana -el creador de la retroexcavadora-, quien agrega que ahora sólo hay que preocuparse del “electorado duro”, ese 30% que los sigue apoyando y continuar adelante con todo. Es decir, olvidarse del otro 70%, que es la mayoría del país. Bonita forma de gobernar es esa. Y, de paso, una contradicción evidente del “Todos x Chile” que se pretende imponer.
En este ambiente se llegará al famoso cónclave de la Presidenta con los partidos de la Nueva Mayoría, donde se supone se fijarán las prioridades para lo que queda del gobierno. Pero con una Presidenta dubitativa y algunos de sus socios en llamas, la cosa no pinta bien. La idea de quemar las naves con la bandera en alto puede prevalecer pese a las insistentes advertencias del ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, en el sentido de que la economía está en el suelo y que el programa está desfinanciado. O las del ministro Burgos, en el sentido de que no hay espacio para más reformas; menos cuando son improvisadas, como es el caso de educación.
Bachelet tiene que tomar una decisión. Entender que el único cambio que quiere la gente es que cambie el gobierno. Con ella, por ahora. Pero si no se reinventa, corre el riesgo de seguir la ruta de Dilma Rousseff en Brasil, que con un 7% de apoyo tiene que desmentir a diario su posible renuncia. Nuestra Presidenta está todavía lejos de aquello, pero debe tener claro que también le están pidiendo a gritos que renuncie a un programa que hoy casi nadie apoya. Si hace oídos sordos a aquello, su panorama es negro oscuro. Por eso, lo que corresponde es que cambie ahora, antes de que sea tarde.
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