Hernán Büchi
Diario El Mercurio, Economía y Negocios
Domingo 11 de enero de 2015
El fenómeno económico y social más relevante de la humanidad es el gran salto de progreso experimentado a partir de la revolución industrial de Inglaterra. En poco más de dos siglos se progresó a una velocidad muy superior a la de los milenios que precedieron. El bienestar se multiplicó por 30 e incluso 100 veces si consideramos el cambio en la calidad y naturaleza de productos y servicios.
Este progreso no es solo de números. La expectativa de vida se duplicó y la mortalidad infantil pasó a ser insignificante en términos históricos para los países que se subieron al tren del progreso.
Dada la contundente evidencia que deja esta virtuosa trayectoria sería esperable que los estudios y el eje de la discusión pública sobre el tema estuvieran centrados en entender este proceso y en cuidarlo y mantenerlo. Pero lamentablemente abunda lo contrario: estudios que plantean sus defectos, pronostican su colapso y proponen reformas basadas en modelos utópicos. Marx es el caso más notable, pero no es el único, aunque sí quien más daño hizo en pérdidas humanas por el fanatismo de sus seguidores.
Hoy está de moda el libro del economista Thomas Piketty sobre el capitalismo y la perversidad que, a su juicio, es inherente al sistema: una inequidad creciente y que, pronostica, se hará exponencial a futuro. Su argumento teórico es tan errado como los del pasado y su solución es una variante de más impuestos y más estado, elevado a categoría mundial.
Lo que lo distingue de intentos anteriores es un gran bagaje de números y estadísticas a lo largo de sus muchas páginas y así se entiende que la mayoría de los lectores -como queda registrado en la edición electrónica-, no avance más allá de la página 26. Pero quienes creen en su tesis son inspirados por una sensación de certeza científica y sienten con ello un respaldo moral.
No es el único que usa números, solo que se publicitan más los estudios que presentan evidencia contraria al capitalismo, pero dado el innegable progreso que ha traído a la humanidad, el peso de la prueba debiera estar en quienes quieren cambiar lo que ha sacado a billones de la miseria y no al revés.
Sin embargo, no es así y cuando un estudio muestra que los pobres han bajado notablemente en términos relativos a nivel mundial, pero como la población ha crecido, su número absoluto no decrece, la noticia es que la pobreza no disminuye, que el capitalismo no ayuda a los pobres, que la inequidad aumenta y la globalización es un fracaso. Pero cuando un ensayo muestra lo casi obvio, que el capitalismo y la globalización reducen la pobreza, no afecta mayormente la equidad, y si ello llegara a suceder, sus efectos negativos son más que compensados por el avance de todos, no se transforma en noticia y son muy pocos los que se dan la molestia de estudiarlo.
El economista Xavier Sala-i-Martin que nos acaba de visitar es uno de los que han escrito numerosos ensayos también abundantes en estadísticas. Respecto a la evolución de la pobreza nos provee con números contundentes. El año 1970 se estimaba la población mundial en 3.600 millones, en 1990 en 5.200 millones y el año 2006 -que usa como final de uno de sus análisis- en 6.500 millones.
El Banco Mundial a mediados de los 80 definió como nivel de pobreza US$ 1 al día. Pero como es un número arbitrario y existe polémica en su reajuste, genera series para 1, 2, 3, 5 y 10 dólares al día, que en valores del 2000 son US$ 554, US$ 1.108, US$ 1.662, US$ 2.770 y US$ 5.540 per cápita al año. La pobreza porcentual disminuye desde el año 1970 hasta el 2006 de un 80% a 22%, dependiendo de la meta usada y el número absoluto en una población que crece 80% también cae con las cuatro primeras barreras, significando menos de 600 millones de pobres en el mundo.
Hace también el esfuerzo notable de construir coeficientes de desigualdad como el Gini para el mundo y para los grandes países y áreas durante el período. El Gini mundial mejora en 10% entre el 70 y el 2006, y 6% entre el '90 y el 2006. Los demás indicadores de desigualdad también mejoran.
Lo que a primera vista parece una paradoja -mejoría mundial cuando a nivel de un país gigante como China la población se diferencia-, no lo es. China era homogéneamente pobre y muy numerosa. Hoy tiene una clase media muy importante que ha creado diferencias internas, pero a nivel mundial representa millones de menos pobres y de más clase media, lo que provoca una caída en la desigualdad global.
Estudia también qué ha pasado con las medidas de bienestar general que tratan de combinar los efectos del progreso con la desigualdad. No es sorpresa que mejoran mucho en el período analizado, del orden del 140% a partir del año 70 y 50% a partir del 2000.
El fenómeno del progreso es complejo, pero real. Debemos evitar seguir políticas que pueden afectar su dinámica, más aún sobre la base de cifras opinables y para las que existen alternativas serias y creíbles. Pero peor aún es insistir basándose en ellas con propuestas probadamente fracasadas. Ello es inexcusable.
Chile se ha deslizado por ese camino. Por ejemplo, en educación la discusión se centra en conceptos estatizantes y de restricciones a la libertad de elegir y enseñar, en lugar de usar creativamente la diversidad, nuestro verdadero activo, y aprovechar el avance vertiginoso de las tecnologías. Es necesario cambiar el enfoque en ésta y otras materias y esperamos que los líderes de opinión ayuden al país a reaccionar a tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS