por Teresa Marinovic
Diario Las Últimas Noticias
Sábado 31 de enero de 2015
Resfrío, meningitis, malaria, en fin…
las enfermedadades que se presentan
con escalofríos son muchas.
El ministro Eyzaguirre debe, por tanto,
«ir a médico» (como se dice en el campo)
si es que una portada de este medio
produjo en él semejante efecto.
A veces, sin embargo,
esa expresión se usa en sentido metafórico:
las películas de terror producen escalofríos,
las decapitaciones del Estado Islámico
o cualquier hecho que una sicología sana
pueda describir como macabro.
El problema, a mi juicio,
es que la imagen controversial
no tiene nada de macabra
y se limita a presentar,
con algo de humor
(de sarcasmo, si se quiere),
un hecho objetivo:
y es que será el azar
el que determinará
a qué colegio irán los niños de Chile
cuyos padres tienen la desgracia
de no poder pagar uno particular.
Es verdad que el ministro es algo histriónico,
y que no tiene por qué justificar racionalmente
sus asociaciones libres (como la que hace
entre la imagen en cuestión y la tortura),
pero en cuanto autoridad,
tiene el deber de no llevar
a la categoría de opinión fundada,
aquello que sólo se puede explicar
desde el análisis de su inconsciente.
Ahora bien, si se trata de subjetividades,
yo también tengo la mía,
y experimento escalofríos
cuando percibo que una autoridad de gobierno
se permite el lujo de cuestionar una portada
simplemente poque, desde su personal perspectiva,
no sólo presenta un dato, sino que lo hace de manera crítica.
Porque la libertad de expresión contempla
la posibilidad de disenso y de la sátira,
y no puede quedar al arbitrio
de la particular sensibilidad de nadie.
Y aunque a veces se incurra en extremos ofensivos
(no es este caso, por cierto), es mejor tolerarlos
que tratar de imponer la propia opinión
aludiendo a asociaciones completamente arbitrarias,
como lo hizo Eyzaguirre.
Hablo, en suma, de algo que yo llamaría
terrorismo intelectual, muy propio de la izquierda,
cuya defensa de las libertades termina precisamente
ahí donde hay adversarios de su propia ideología.
Y que conste, hablo a título personal.
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