Esto lo escribió el abogado Juan Ignacio Monge,
mientras se quemaba el fundo Rascacielos de su hermano Lucho.
Publicado el 12 de enero de 2015 por Renato Gaggero L.
http://ellibero.cl/actualidad/la-nueva-tierra-del-fuego-la-impactante-carta-que-denuncia-terrorismo-etnico-en-la-araucania/
La nueva Tierra del Fuego
Escribo esto mientras mi hermano arranca de las llamas de un incendio
incontrolable y con el que se están quemando junto con sus sueños, ya
no sus ahorros, sino su última línea de crédito.
Un incendio intencional y dirigido, con más de un foco. Otro más de
los miles que han venido ocurriendo por años en la región de la
Araucanía, y que seguramente no saldrá en las noticias.
Mi hermano desde niño amó la tierra donde nos criamos, y desde muy
temprana edad inició pequeños emprendimientos con los que se ganaba
unos valiosísimos pesos en el verano. Recogía rosa mosqueta y lo
vendía en la carretera; recogía el trigo que los harneros de las
máquinas trilladoras desperdiciaban, lo limpiaba y lo llevaba a moler
al pueblo, para vender harina. Después tuvo una pequeña crianza de
chanchos que procesaba artesanalmente.
Así, mientras mi verano era sudar persiguiendo liebres, o pelotas de
fútbol, el verano mi hermano se trataba de sudar labrándose un camino
que sabía que no se lo facilitarían las aulas universitarias, sino el
trabajo duro en el campo.
Así se fue tejiendo una relación simbiótica, un destino
irremediablemente atado a su tierra, a su gente, que al igual que mi
padre, lo llevó a establecerse en la Araucanía.
Con un puñado de conocimientos de técnica agrícola, y con una alta
dosis de obstinación, logró levantar con mi viejo nuevos cultivos
impensados para esas tierras de secano. De esta manera, de una
agricultura de tierras cansadas por los cultivos tradicionales de
granos, y cercada por las empresas forestales que compraron y
plantaron TODO a su paso, el campo cobraba nuevos bríos y pasaba a dar
trabajo ya no a los 6 viejos de siempre, sino hasta a 150 personas en
temporada, la mayoría de ellas mujeres, hijas, madres y abuelas
juntas. Mujeres que no tenían NINGUNA opción de trabajar en otra cosa.
Hoy es casi anecdótico recordar cómo hacían fila los fiscalizadores
(Laborales, Sanitarios y de Impuestos Internos) para revisar planillas
y contratos; baños, lavamanos, comedores; facturas y guías de despacho.
“El delito de dar empleo”, refunfuñaba mi viejo, cuando tenía que
viajar por enésima vez a Temuco a cambiar un empalme de agua, o el
excusado de un baño por no cumplir con la norma. Se veía un poco
absurdo, pero era la ley, y “la ley se presume conocida por todos” y
toda esa patilla.
Hoy día el “delito” es otro y no tiene nada que ver con cumplir con
leyes y reglamentos, y es el hecho de vivir, de residir, de trabajar y
alimentar a tu familia en la zona de “reivindicaciones históricas”.
Sólo eso te convierte en un blanco potencial, y te confina a vivir
aterrado con el mínimo ladrido de un perro en la noche, a temer por tu
vida, por tu familia, o por la de tus vecinos, y por todo por lo que
le has vendido al alma al Banco.
Un problema político del que no tienes arte ni parte y que el ESTADO
no es capaz de solucionar. No importa que tengas excelentes relaciones
con tus vecinos, muchos de ellos mapuche. No importa que des trabajo
(también a mapuche). No importa cuánto esfuerzo, sudor y lágrimas, le
estés metiendo a tu trabajo. No puedes vivir ni trabajar en paz.
En el intertanto, las compañías de seguros no te aseguran tus bienes,
las cuotas de los créditos bancarios y los leasing se vencen; la gente
a la que le diste trabajo la tienes que despedir, y tu vida y tus
sueños se van al carajo. Y ni siquiera paga Moya. Te jodes.
La agricultura que no logró desplazar el avance forestal, hoy está
siendo aniquilada por el terrorismo étnico.
Aunque no les guste a los actuales detentadores del poder Estatal,
nuestra Constitución Política consagra que el ESTADO “está al Servicio
de la persona humana y su finalidad es promover el bien común, para lo
cual debe contribuir a crear las condiciones sociales que permitan a
todos y cada uno de los integrantes de la comunidad su mayor
realización espiritual y material posible, con pleno respeto a los
derechos y garantías que esta Constitución establece.
Es deber del Estado resguardar la seguridad nacional, dar protección a
la población y a la familia, propender al fortalecimiento de ésta,
promover la integración armónica de TODOS los sectores de la nación y
asegurar el derecho de las personas a participar con igualdad de
oportunidades en la vida nacional”
Por eso escribo esto con impotencia. Porque mientras en el país la
pendejería política está ocupada en cómo se financia la política, de
Arauco al Sur se vive en una nueva “Tierra de Fuego”, donde ha habido
inocentes muertos y heridos (física y emocionalmente), y donde el
“Estado de Derecho” depende de tu suerte y de una patrulla de
carabineros con balines de goma.
Un “seguro estatal contra incendios” sería otro parche más y otro
gastadero de plata que NO soluciona el problema que se vive a diario
en la zona. Es de nuevo salir a “callar con plata”, como lo ha sido la
compra de tierras.
La hora de “ponerse los pantalones” pasó hace rato, y cada día que el
ESTADO mantiene abandonada a su suerte a los habitantes de esta zona
“de conflicto” atenta no solo contra su derecho de propiedad y contra
la libertad económica, sino contra algo mucho más elemental como lo es
la integridad física y psíquica de las personas. El derecho básico a
vivir en Paz.
Juan Ignacio Monge.
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