por María Paz Cuevas
Diario El Mercurio, Revista Sábado, 3 de enero de 2015
Uno es tuitero, tiene Facebook y whatsapea.
El otro, tiene un celular almeja y no revisa sus mails.
Uno usa pantalones de lino y el otro, chalecos en pleno verano.
Uno mira hacia la izquierda, el otro más hacia la centroderecha.
Se hacen mutuo bullying, pero son amigos y colegas hace más de 40 años.
Andrés Rillón y Julio Jung, ahora juntos de nuevo en Héroes,
la película, se juntan para hablar de Chile,
de la tercera edad, de política y de decirlo todo en 140 caracteres.
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La puerta está entreabierta.
Entonces entras al departamento, llegas al living lleno de sofás,
sofás por todos lados, y ahí están: Julio Jung, vestido de lino,
con una chaqueta tipo exploradora, de zapatillas, actor,
moderno y modernizado, tuitero con más de 38 mil seguidores
y un Samsung Galaxy 5 en la mano,
con el cual whatsapea, manda mails y tuitea.
A su lado, Andrés Rillón, abogado que terminó actuando,
ex Don Pío, abrigado con un chaleco azul con cuello,
a pesar del calor, un bastón de madera y un celular tipo almeja,
perdido en alguna parte de su departamento.
Por eso, explica, no lo escucha ni lo contesta: porque no sabe dónde está.
La pareja dispareja del humor de La manivela y Mediomundo
ahora regresa al cine en la película Héroes, el asilo contra la opresión
-se estrena el 8 de enero-, donde ambos forman parte de una Onemi desastrosa, compuesta exclusivamente por adultos mayores:
en el reparto también están Tito Noguera, Delfina Guzmán,
Paty Cofré, Fernando Alarcón, entre otros. Jung dice:
-Este no es un regreso.
Nosotros hemos seguido siendo amigos por más de 40 años.
Es una amistad que pasa por temporadas, no nos vemos todas las semanas.
-Felizmente, no -acota Rillón.
-Pero sí hablamos mucho por teléfono,
largamente, dos horas o más.
Porque las conversaciones de él son más largas
que el mensaje presidencial del 21 de mayo.
-Es que son muy profundas.
Lo grandioso del fenómeno con Julio
es que yo solo trabajo con improvisación.
Ahora no leí el libreto de Héroes,
no tengo idea de qué se trata la película, improvisé.
Y Julio es la única persona
que, sin saber para dónde voy,
siempre tiene la respuesta perfecta,
algo que calza.
Eso hace una cosa muy cómica.
-Andrés tiene un gemelo
y dentro de la cosa artística
necesita una relación gemelar.
Ha tratado muchas veces de crear otra,
ha tratado de ponerme el gorro con varios actores.
Pero ha terminado actuando solo, haciendo monólogos.
Entonces Jung se larga a reír y ambos recuerdan
algunas de sus improvisaciones televisivas y teatrales.
Se acuerdan de "Los Presidentes":
Rillón acostado de terno y con la banda presidencial,
duerme en una cama de dos plazas
cuando de pronto entra a la pieza Jung,
corriendo, agitado, también de banda presidencial.
"Presidente, le quiero pedir asilo.
Me dieron un golpe de Estado".
"Bueno, se puede quedar aquí",
le dice Rillón y se corre hacia una orilla de la cama.
Luego, Jung se recuesta a su lado.
Los mismos presidentes en otra situación:
jugando Metrópolis en el suelo
durante una importante cumbre de mandatarios.
Otra: el doctor Nobel (Rillón) le paga a Jung
para que sea su único paciente (el paciente total).
Le toma varias radiografías.
Mirándolas, Rillón decreta:
Pilcorosis aguda del lado izquierdo.
-Muchas veces dijeron que nuestro humor era intelectual,
porque no nos transformamos en otro,
no hacemos ninguna chistosidad interpretativa.
Somos dos presidentes y nada más.
Lo que pasa con ellos resulta divertido.
No es el chiste, sino la situación -explica Jung.
-Eran tonteras absolutas, de niños chicos
-dice Rillón, que en unos días más cumplirá 85 años
y sigue teniendo ese mismo humor de niño chico.
Cara de vieja
Rillón cuenta que aunque durante nueve años fue muy rico,
ahora toda su jubilación se le va en pagar la isapre.
Para lo demás, pitutea, su señora trabaja,
vendió un departamento que tenía en Viña
y le vendió el suyo a su hijo,
quien se lo paga en cuotas de aquí al infinito.
Jung aún no se ha jubilado
y sigue trabajando en teatro, películas, teleseries.
"Somos varios los adultos mayores
que estamos vigentes en actuación:
Tito Noguera, Ramón Núñez, Edgardo Bruna,
Eduardo Barril, Jaime Vadell, Luis Alarcón".
Los dos, Jung y Rillón,
llevan unos diminutos audífonos en los oídos.
A Rillón se le perdió uno.
Antes se acostaba a las ocho
y se despertaba a las cuatro de la madrugada.
Ahora se despierta después.
"Pero a veces a las siete de la tarde está acostado",
lo delata Jung.
Rillón dice:
-Yo me sigo sintiendo igual,
pero cada vez con menos proyección social.
No me interesan muchas cosas
que antes tampoco me interesaban,
pero que estaba obligado a hacer.
Lo paso muy bien solo. No salgo mucho.
-Ese es un problema tuyo.
Cuando hacíamos Mediomundo
de repente te mirabas en la pantalla y decías:
"Pucha, que me veo viejo".
Sentirse viejo y creerse viejo te inhabilita.
Cuando asumes tu edad,
sabes que no vas a hacer galanes.
Pero no te vas a teñir, porque los hombres,
cuando se tiñen, se les pone
una cara de vieja impresionante,
como Paul McCartney.
-La paz interior mía comenzó cuando cumplí 80.
Dos razones de paz: la edad,
en la que me siento tranquilo absolutamente,
porque puedo decir: "Ya viví".
Y la segunda, es que ya no soy católico,
de Cristo para abajo borré todo.
De ahí me vino la paz más grande del mundo.
Antes tenía una hipocondría tremenda.
-No le ha bajado la hipocondría -dice Jung.
El nuevo síndrome hipocondríaco de Rillón
es el temor a enfermarse y morir en un lugar aislado,
lejos de farmacias y de un circuito a mano de clínicas.
-No quiero morir por inasistencia.
Es una muerte tonta.
Envidio a la gente que no es hipocondríaca.
Es muy terrible, limitante, entorpecedor.
Si yo tenía 100, ahora me queda 15 por ciento.
Cuando estaba al 100, Rillón estudiaba Derecho
y un día decidió que tenía la lengua demasiado áspera.
Pensó: "Cáncer de lengua".
Consiguió una hora con el mejor otorrino del sector.
Él le dijo que era la pasta de dientes,
que se le lavara con bicarbonato dos semanas
y se acababa el problema.
-Julio, ¿cómo es envejecer en Chile?
-No es amable.
La vida ha sido hecha para una arquitectura determinada.
Las cañerías se empiezan a tapar,
tienes que usar stents y una serie de cosas
que te ayudan a seguir viviendo,
y quizá no tan bien como te gustaría.
Hay gente que envejece bien y otra que envejece mal.
Cuando yo era joven, vi que Hemingway se suicidó
de un escopetazo porque tenía cáncer, a los 60 años.
Ahora 60 años parecen nada.
-Sesenta es escolar.
Para mi cumpleaños 85, termino mi vida.
Si dices: murió Andrés Rillón a los 85, está perfecto.
A nivel mental estoy a nivel satisfactorio, por no decir extraordinario.
Otro factor de tranquilidad profunda mía es que ante cualquier situación
que signifique prolongación dolorosa de la vida, me suicido inmediatamente.
-¿Qué calibre? -le pregunta Jung.
-Grande.
-¿Magnum?
-Una muy poderosa.
-Te puedo invitar a comer ese día.
-Yo no salgo a comer. Se descompone la salud,
quedo con el cuerpo cortado, me desordena el chicosistema.
Veredas contrarias
Nunca hablan de política, porque en esa cancha
tienen opiniones absolutamente disímiles, desde siempre:
Rillón se define como democratacristiano del ala conservadora,
dice que nunca fue mejor representado como cuando
estuvo Frei Montalva en el poder, cree que la UP
fue la peor época de la historia de Chile
-cuenta que el 10 de septiembre de 1973
se compró un saco de porotos y otro de lentejas
para él, su señora y sus seis hijos-
y no le gusta Bachelet.
Jung, en cambio, es socialista,
estuvo exiliado en Venezuela durante la dictadura
y defiende algunos proyectos de la Nueva Mayoría.
Cada cual ve el panorama actual
desde su respectiva vereda contraria.
Rillón reflexiona:
-No sé si lograrán el objetivo de vencer la desigualdad.
Yo habría comenzado por la parte más primitiva
de la educación: los profesores,
dándole preferencia a la calidad docente.
Ahora no sé por qué eligieron de nuevo a esta señora (Bachelet).
El Transantiago hasta hoy pesa.
Los tres años que estuvo fuera se conectó
con este neoizquierdismo venezolano,
ecuatoriano, con la brasileña y la argentina
que flotan a medias, para instalar en Chile esta onda.
Me carga.
No me gusta cómo camina y me molesta
que todas sus intervenciones estén escritas.
Piñera improvisaba todo. Obama no lee nada.
Hay una máquina detrás de ella que le libretea su pensamiento.
Jung:
-Obama improvisa algunas cosas, nomás. Lee su teleprompter.
Yo creo que sería bueno que la gente leyera
la reforma tributaria y educacional que consiste
en recuperar la educación de antes.
La gracia de la democracia es que es perfectible en sí misma.
No hay mayorías aplastantes en el Parlamento.
Chile está en buen ánimo y creo que ahora
se van a producir los cambios que no se produjeron hace 24 años.
Pero siento que hemos perdido la capacidad de diálogo,
pero también la capacidad de poder disentir.
Hay una cosa peyorativa, eres conflictivo si disientes
y eso es miedo a perder la pega, a que te traten de conflictivo.
Aunque escribió crítica de televisión por más de 10 años,
firmando como Aramis, Rillón ha asegurado
que desde hace como 20 años que no ve televisión abierta.
Sin embargo, ahora tiene una nueva fascinación: las teleseries turcas.
-Mire: a Kramer no lo he visto, pero sé que el gallo es un genio.
La farándula es el asco más grande. Morandé es un escupo.
Con las niñas con las polleras acá,
muestran las piernas por el exhibicionismo erótico.
Stand up no he visto.
-No ha visto nada chileno -interrumpe Jung-.
Yo no tengo ningún problema con el stand up,
pero no son los primeros en improvisar:
en La manivela improvisábamos.
Bienvenido todo tipo de humor, pero debe haber diversidad.
Hoy la televisión es rapidita. Y si es rapidita, muy ágil,
¿por qué el éxito de las teleseries turcas?
Una cosa increíble que tienen es que reposan,
las escenas se desarrollan en tiempo normal, como en el cine.
-No hay nada mejor que la teleserie turca -confirma Rillón.
-Pregúntale si ha visto Los 80 y Los archivos del cardenal.
-No. No los he visto.
Porque nada se compara a la teleserie turca.
A una obra de teatro por ningún motivo iría.
-Miente constantemente y no sé qué saca.
Hace tres meses fue a ver Einstein,
con Nissim Sharim, al teatro Ictus.
Habló maravillas, que tuvo una sensación orgásmica, según él.
¿Sabes por qué? Porque cuando fue a verlo, lo fueron a saludar.
Entonces eso le eleva el ego.
Tuitear versus conversar
Un día, Julio Jung junior, también actor,
le dijo a su padre, Julio Jung senior:
"A ti que te gusta vestirte de lino
y estar en la onda, no te puedes quedar atrás.
Tienes que tener Twitter, Facebook, página web".
Entonces le creó sus redes,
le enseñó a ocupar las aplicaciones
en el computador y el celular,
desde donde ahora Jung tuitea permanentemente.
-Me gusta Twitter porque me obliga a resumir en 140 caracteres.
No entiendo el afán en América Latina de extenderse en las cosas:
un mensaje presidencial dura tres horas.
Cuando Obama quiere dirigirse al país
y su mensaje dura 25 minutos,
es porque le declaró la guerra a siete países.
Rillón, mientras, tiene su celular,
sin plan multimedia, perdido,
y escribe en un notebook,
pero su esposa revisa sus correos
desde que su nieto le cambió
algunas cosas en el computador
y no supo ingresar nunca más
a su bandeja de entrada.
-Andrés, ¿usted sabe lo que es Twitter?
-Es un contenido cibernético. ¡Toma!
Pero no tuiteo, no me interesa decir:
"Estoy contento contigo en mi casa".
Solo mandé tres tweets.
Uno: "La ancianidad es inversamente proporcional a la novedad".
Segundo tweet: "El hoy de ayer es el ayer de hoy".
Cuesta. Es para gente inteligente.
Y el tercero: "Si la vida es tan fugaz,
¿por qué no reforzarla en Gendarmería?".
Ese llegó al pueblo. Los otros no.
Pero no me interesa comunicarme
con la gente con una frase al vuelo.
Me interesa el diálogo, en vivo y lata.
Tengo un interés psicoanalítico profundo.
Estoy en constante introspección, leo muy poco.
Me interesa conversar y por eso dialogo poco contigo
-le dice a Jung-, porque te encuentro un twitter-ambulante.
Intelectualmente, tenemos muy poca afinidad,
pero la salvamos con el cariño y la sensibilidad de ambos.
Lo trato de Julito, aunque me diga la hue... más grande.
Él no tiene la inteligencia para entender cosas más sensibles,
sí una sensibilidad artística periférica que lo sostiene mínimamente.
-Rillón es un viejo cariñoso de repente.
Chochea a veces, pero tiene un autismo impresionante.
Hace mucho tiempo, quizá 20 años, me dijo textual:
"No leo nada más, porque lo sé todo".
Una vez le pregunté: "¿Has comido calzones rotos?".
No tenía idea lo que eran los calzones rotos.
Una hue... tan simple. No hay nadie que lo sepa todo. Nadie.
Y menos Andrés, que de repente no sabe nada.
De pintura no pasa de Pacheco Altamirano.
-¿Y quién es Pacheco Altamirano?
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