Los males de nuestro tiempo:
La sociedad del cansancio según Byung-Chul Han
por Juan Rodríguez M.
Diario El Mercurio, Artes y Letras
Domingo 9 de noviembre de 2014
Es la nueva figura de la filosofía europea.
Este surcoreano, radicado en Alemania,
ha impactado a la academia y a los lectores
con una serie de breves y contundentes libros
en los que describe al mundo del siglo XXI:
somos narcisistas y exhibicionistas;
ya no somos masa, somos enjambre digital;
no estamos alienados, sino agotados.
Vivimos en una
"sociedad del rendimiento",
escribe, "que nos aísla.
El sujeto del rendimiento
se explota a sí mismo,
hasta que se derrumba". ¿Le suena?
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Es "la nueva estrella
de la filosofía alemana",
es "el ensayista de culto",
"se sitúa en la estela
de la mejor filosofía occidental",
es el sucesor de Sloterdijk
en "el trono simbólico
de la filosofía germana"...
El filósofo del que
más se habla en Europa
no es europeo.
Nació en 1959, en Seúl, Corea del Sur.
Se llama Byung-Chul Han
y sus libros -que no
superan las 130 páginas-
lo convirtieron
en un inesperado
best seller en Alemania:
en 2010, en dos semanas
agotó la primera edición
de "La sociedad del cansancio"
que, cuatro años después,
ya va en su sexta edición
(en español lleva cuatro)
y pronto estará traducida a doce lenguas.
Otro de sus títulos,
"La sociedad de la transparencia", de 2012,
va en la tercera impresión.
Han, dicho en pocas palabras,
es un crítico de la sociedad contemporánea,
muy entroncado con la reflexión de Heidegger
sobre el dominio de la técnica moderna.
"Actualiza con vivos colores
una línea de pensamiento
que ha tenido mucha repercusión en Europa:
Schopenhauer y Nietzsche en el siglo XIX,
la Escuela de Frankfurt
(Horkheimer, Benjamin, Marcuse..., Sloterdijk)
en el siglo XX, y la reflexión
sobre el mundo virtual a finales
del mismo y principios del XXI
(Lipovetsky, Baudrillard, Virilio, Welsch...)",
explica el filósofo español Raúl Gabás,
profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona
y traductor de algunos de los libros de Han
(y de Safranski, Arendt, Volpi,
Heidegger, Hegel, entre otros).
Este surcoreano
-que por su impacto mediático
podría ser puesto junto a filósofos
como Zygmunt Bauman o Slavoj Zizek-
es responsable de más de una decena de títulos,
de los cuales cinco han sido traducidos
al español por la editorial Herder:
los ya citados "La sociedad del cansancio"
y "La sociedad de la transparencia",
además de "La agonía del Eros",
"En el enjambre" y "Psicopolítica".
Los cuatro primeros están disponibles en Chile.
Un sexto libro -"El budismo Zen"-
está en proceso de traducción
en la misma editorial,
según adelanta Gabás.
Metalurgia y filosofía
Han estudió metalurgia
en su natal Corea del Sur:
"Al final de mis estudios
me sentí como un idiota",
dijo en marzo al diario El País.
Claro, porque lo que él quería
era estudiar algo "literario".
[¿Habrá confundido metalurgia
con metaliteratura o alguna
otra liturgia metaliteraria?]
Sin embargo, cambiarse
no era una posibilidad:
no se podía y tampoco sus padres
se lo hubiesen permitido.
No le quedó otra
que mentirles y largarse.
Siendo un treintañero,
sin manejo del alemán,
y sin saber nada de filosofía,
se instaló en Alemania
para estudiar literatura.
El problema es que
leía demasiado lento,
de modo que no pudo hacerlo
y, entonces, se pasó a la filosofía:
"Para estudiar a Hegel
la velocidad no es importante".
Y de no conocer a Heidegger
pasó a doctorarse en 1994
con una tesis sobre
el pensador germano.
¿Dónde?
En la Universidad de Friburgo,
la misma donde Heidegger
fue profesor (y rector
en los años del nazismo).
"Heidegger es un punto
de referencia básico
de Byung-Chul Han", explica Gabás.
"En el filósofo de origen coreano
está presente el amplio tema
heideggeriano de la objetivación
y del dominio en la técnica moderna.
El olvido del ser
y el tema de la ocultación,
que ha de mantenerse
en medio de la desocultación
están en el trasfondo
de lo que Byung-Chul Han dice
sobre la 'sociedad de la transparencia'
y la 'agonía del Eros'.
En ambos escritos
es añorado lo diferente,
lo oculto, lo que se sustrae".
"Habiendo estudiado en Friburgo,
no es nada raro que haya recibido
una fuerte influencia de Heidegger",
ratifica el filósofo chileno Jorge Acevedo,
profesor de la Universidad de Chile.
"Ha abordado problemas candentes
que afectan al hombre de Occidente,
inmerso en la época técnica
(tal como la concibe Heidegger);
por ejemplo, la autoexplotación
a la que nos sometemos nosotros mismos
al concebirnos como el animal de trabajo,
como material humano, como recurso humano;
eso lleva a lo que denomina
la sociedad del cansancio".
La clave de la lectura que hace Han
de la actualidad es el binomio positivo-negativo.
El tiempo actual, dice,
es uno con exceso de positividad.
Desaparece la "otredad" y la "extrañeza";
o sea, aquello que introduce la posibilidad
de algo nuevo, del cambio.
Se trata, en términos patológicos,
de una "época neuronal";
las enfermedades de la época
son "la depresión,
el trastorno por déficit de atención
con hiperactividad,
el trastorno límite de personalidad
o el síndrome de desgaste ocupacional".
Es decir, no infecciones producidas
por un agente externo, por una negatividad;
sino trastornos internos, del propio organismo:
"Una violencia de uno consigo mismo"
que resulta de la "superproducción",
del "superrendimiento"
o de la "supercomunicación".
Vivimos en el "infierno de lo igual".
Todo es consumo, también la extrañeza:
"Lo extraño se sustituye por lo exótico
y el turista lo recorre".
En su prólogo a la sexta edición
de "La sociedad del cansancio",
Han toma el mito de Prometeo
para explicar la situación del hombre actual:
el águila que devora el hígado del titán es, dice,
su álter ego, "con el cual está en guerra".
Prometeo se devora a sí mismo, se autoexplota.
Igual funciona
la psiquis del hombre actual,
del "sujeto de rendimiento".
Prometeo, el "Prometeo cansado",
es la figura originaria
de la sociedad del cansancio.
Es usted: nadie nos somete,
nos sometemos a nosotros mismos
en busca del éxito.
Un dominio mucho más efectivo
pues lo acompaña
el sentimiento de libertad.
Se produce la paradoja
de que libertad y coacción
-amo y esclavo- coinciden.
Nos abandonamos a la
"libertad obligada
o a la libre obligación
de maximizar el rendimiento".
Somos como un computador,
somos narcisistas.
Todo es proyecto, iniciativa, motivación;
el verbo no es "deber", sino "poder",
"ser capaz"... " Yes, we can ".
Por eso, dice Han, no estamos
en la sociedad disciplinaria de Foucault
-esa de hospitales, psiquiátricos, cárceles,
cuarteles y fábricas-, sino en una sociedad
de "gimnasios, torres de oficinas,
bancos, aviones, grandes centros comerciales
y laboratorios genéticos".
(Del principio de rendimiento
se deriva la obligación de la "vida sana":
"mucho deporte, comida sana y suficiente sueño").
Si la sociedad disciplinaria
generaba "locos y criminales",
la del rendimiento
-donde no hay ninguna regulación,
ningún "no", ninguna negatividad-
produce "depresivos y fracasados";
o sea, aquellos sujetos
que ya no pueden más:
"El exceso del aumento
de rendimiento provoca
el infarto del alma".
Enjambre digital
"En el enjambre digital"
Han complementa esta idea
de la libertad que coacciona
con la del "panóptico digital"
donde se mezclan lo público y lo privado:
"La comunicación digital deshace, en general,
las distancias" y "fomenta esta
exposición pornográfica de la intimidad".
Nos exponemos voluntariamente
y así "coinciden la exhibición pornográfica
y el control panóptico", escribe
en "La agonía del Eros".
"No solo nos vigila
el servicio secreto del Estado (...).
Facebook y Google trabajan ellas mismas
como servicios secretos".
El panóptico de Bentham
"se consuma con el lente de dato",
como Google Glass: el ojo ya no ve, vigila.
"Cada uno vigila al otro.
Cada uno es Gran Hermano y prisionero a la vez".
"La nueva masa es el enjambre digital"
que consta de individuos aislados.
La antigua masa, en cambio,
muestra propiedades
que no pueden deducirse del individuo,
en ella los individuos se funden
en una nueva unidad.
El enjambre es una concentración casual,
"no desarrolla ningún nosotros ".
No es sujeto de acción,
no es coherente en sí,
no se manifiesta en una voz.
"Por eso es percibido como ruido ".
Toda esta situación redunda, también,
en una "crisis del amor",
debida al excesivo narcisismo,
a la excesiva positividad
que conlleva una "erosión del otro ";
su desaparición.
Y, dice Han,
sin un otro no hay Eros,
no hay experiencia erótica.
Hay, sí, pornografía:
"El amor se positiva hoy
como sexualidad,
que está sometida, a su vez,
al dictado del rendimiento.
El sexo es rendimiento.
Y la sensualidad
es un capital
que hay que aumentar".
El otro es un "objeto excitante",
no se lo ama, se lo consume.
"Lo obsceno del porno
no consiste en un exceso de sexo,
sino que allí no hay sexo".
[¿El sexo como castración
por exigencias crecientes,
por metas por cumplir?]
Sin negatividad, sin apertura,
con una sobreabundancia
de estímulos que matan la fantasía
-y que explica no sólo la crisis del amor,
sino también, en alguna medida, la del arte,
de la literatura, de la teoría y, en general,
del espíritu-, el futuro se vuelve
"un presente prolongado". No hay futuro.
La cortesía de Han
Decía Ortega y Gasset que
"la claridad es la cortesía del filósofo".
Eso puede explicar la acogida
que ha tenido la obra de Han.
Sí, los temas son muy contingentes,
interpelan casi a cualquiera,
pero si estuvieran dicho en difícil,
también alejarían casi a cualquiera.
"Creo que él ha tenido el talento
de expresarse de manera llana,
de tal modo que ha sido entendido
por el gran público", dice Jorge Acevedo.
Parte de ese talento se expresa
en la constante referencia
a la literatura y el cine, entre otros.
(Desde Kafka, para hablar
del "cansancio fundamental",
hasta E. L. James, para mostrar
la mercantilización de la sexualidad).
Y también en un diálogo sin ripios
con la tradición filosófica,
desde Platón a Espósito.
"Es una persona
que lee y medita mucho",
señala Raúl Gabás.
"Un buen pensador
tiene que ser un buen lector.
Está pefectamente radicado
en la filosofía occidental
y domina las ciencias
de la comunicación,
junto con el mundo virtual.
Por eso es capaz de expresar
en forma comprensible y con agrado
fenómenos en los que estamos
inmersos por completo".
Si bien Gabás no se precipita a decir
que sea "el gran astro emergente
en el firmamento intelectual de Europa",
no deja de reconocer que "ha producido impacto".
¿Por qué? "Porque está poniendo al día
una larga tradición de pensamiento,
desde Schopenhauer hasta él mismo.
En un mundo encapsulado en sí mismo,
sin otro encanto que la exhibición
de las masificaciones humanas,
sin la esperanza transmitida
por las grandes ideas de la Ilustración,
sabe mostrar el vacío de nuestro mundo
y sugerir de nuevo la noche
del misterio romántico
-Eros, el ser, Dios...-
como realidad de lo diferente".
Esa sugerencia parece una rendija
en medio de la pieza oscura
que describe en sus libros.
Sin embargo, no da para entusiasmarse mucho.
Pues según Han
-en esto sigue a Hannah Arendt-
es la acción la que introduce
la novedad en el mundo, el cambio.
Y, sabemos, el enjambre no actúa.
"El nuevo hombre teclea en vez de actuar ".
(¿Han habrá escrito eso a mano o en un teclado?).
El exceso de estímulos
explica la "crisis del arte".
Si la sociedad disciplinaria
generaba "locos y criminales",
la del rendimiento produce
"depresivos y fracasados".
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