Para el senador Guido Girardi, la calificación del aborto como una forma de homicidio penada por la ley constituye una muestra de dictadura moral que debe ser derogada de inmediato. Para él, la posibilidad de matar a una criatura humana mientras esté en el vientre materno debe estar abierta en toda circunstancia, aunque por motivos estratégicos ahora acota su petición a algunas de ellas...
Señor Director:
Para el senador Guido Girardi, la calificación del aborto como una forma de homicidio penada por la ley constituye una muestra de dictadura moral que debe ser derogada de inmediato. Para él, la posibilidad de matar a una criatura humana mientras esté en el vientre materno debe estar abierta en toda circunstancia, aunque por motivos estratégicos ahora acota su petición a algunas de ellas.
Cuesta entender este argumento, porque la misma razón que el legislador chileno ha tenido a la vista para proteger la vida del que está por nacer y, por ende, para condenar a quien atente contra ella, es la que está detrás de la protección de la vida de quien ya ha nacido y de la condena para quien cometa o intente un homicidio contra ella. Sin embargo, el senador Girardi no califica como dictadura moral a esta situación. Y hace bien porque, por cierto, no hay dictadura moral alguna en hacer del respeto a la vida de las personas -desde que son tales hasta que dejen de serlo- uno de los objetivos primordiales de la vida en comunidad.
Abrir la puerta al aborto, en cambio, sí que nos despeña de lleno en una dictadura moral. Y no solo para las personas cuya vida deja de ser importante y queda legalmente a la disposición de lo que decidan otras, sino asimismo para las madres de esas criaturas que se verán implacablemente presionadas para que accedan al aborto de sus hijos; para que en vez de implorar ayuda en situaciones difíciles, procedan sin más trámite a abortar y así no se conviertan en problema para nadie. Dictadura para el personal médico y sanitario que se verá forzado a practicar el crimen, bajo apercibimiento de que, si no lo hacen, sobre ellos caerá el peso de la ley. Dictadura, en fin, para el resto de los ciudadanos que tendremos que ser testigos de cómo, bajo el imperio de la ley, se cometen crímenes en nuestra patria y de cómo, si queremos evitarlo, seremos nosotros tratados como criminales.
Quiera Dios que la Presidenta de todos los chilenos -por lo tanto también de los que están por nacer- medite un poco acerca del paso que ha anunciado que dará próximamente y que, de verdad, la ley chilena, pareja e igual para todos, a todos proteja su vida.
Gonzalo Ibáñez S.M.
Para el senador Guido Girardi, la calificación del aborto como una forma de homicidio penada por la ley constituye una muestra de dictadura moral que debe ser derogada de inmediato. Para él, la posibilidad de matar a una criatura humana mientras esté en el vientre materno debe estar abierta en toda circunstancia, aunque por motivos estratégicos ahora acota su petición a algunas de ellas.
Cuesta entender este argumento, porque la misma razón que el legislador chileno ha tenido a la vista para proteger la vida del que está por nacer y, por ende, para condenar a quien atente contra ella, es la que está detrás de la protección de la vida de quien ya ha nacido y de la condena para quien cometa o intente un homicidio contra ella. Sin embargo, el senador Girardi no califica como dictadura moral a esta situación. Y hace bien porque, por cierto, no hay dictadura moral alguna en hacer del respeto a la vida de las personas -desde que son tales hasta que dejen de serlo- uno de los objetivos primordiales de la vida en comunidad.
Abrir la puerta al aborto, en cambio, sí que nos despeña de lleno en una dictadura moral. Y no solo para las personas cuya vida deja de ser importante y queda legalmente a la disposición de lo que decidan otras, sino asimismo para las madres de esas criaturas que se verán implacablemente presionadas para que accedan al aborto de sus hijos; para que en vez de implorar ayuda en situaciones difíciles, procedan sin más trámite a abortar y así no se conviertan en problema para nadie. Dictadura para el personal médico y sanitario que se verá forzado a practicar el crimen, bajo apercibimiento de que, si no lo hacen, sobre ellos caerá el peso de la ley. Dictadura, en fin, para el resto de los ciudadanos que tendremos que ser testigos de cómo, bajo el imperio de la ley, se cometen crímenes en nuestra patria y de cómo, si queremos evitarlo, seremos nosotros tratados como criminales.
Quiera Dios que la Presidenta de todos los chilenos -por lo tanto también de los que están por nacer- medite un poco acerca del paso que ha anunciado que dará próximamente y que, de verdad, la ley chilena, pareja e igual para todos, a todos proteja su vida.
Gonzalo Ibáñez S.M.
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