por Flavia Liberona Directora Ejecutiva Fundación Terram
Diario El Mercurio, Revista del Campo, lunes 11 de abril de 2011
http://diario.elmercurio.com/2011/04/11/revista_del_campo/revista_del_campo/noticias/41CEF01D-3A2E-4B38-9A51-727579AD9CCA.htm?id={41CEF01D-3A2E-4B38-9A51-727579AD9CCA}
Cada día nos sorprendemos con la capacidad del ser humano de manipular
su entorno y realizar transformaciones en la búsqueda de algún
beneficio en particular, los que muchas veces se traducen en
beneficios económicos. Sin embargo, la manipulación de los ecosistemas
naturales, las especies y el entorno en general tiene sus riesgos y no
siempre consigue lo que pretende; en ocasiones, generan efectos no
deseados ni previstos. Es precisamente el caso de la biotecnología
"moderna", la ingeniería genética, los organismos genéticamente
modificados y los transgénicos. Han transcurrido cerca de 30 años
desde que los científicos lograron aislar un gen que definía una
característica en una especie e insertarlo en otra completamente
diferente, logrando con ello literalmente "crear " un nuevo tipo de
organismo, llamado transgénico.
Con mucha polémica y mayores o menores regulaciones, los organismos
transgénicos se han ido instalando en el mundo; sin ir más lejos,
desde los años 90 en Chile se autorizan año a año nuevos cultivos de
semillas transgénicas para la exportación, totalizando ya más de
25.000 hectáreas, según se deduce de la información emanada desde el
SAG, organismo encargado de autorizar este tipo de cultivos.
El paulatino aumento de la superficie destinada al cultivo de semillas
transgénicas causa preocupación en algunos sectores agrícolas
convencionales y orgánicos, así como en pequeños propietarios y en la
ciudadanía.
Más allá de si estas tecnologías son buenas o malas, genera
preocupación y desconfianza el hecho de que se desarrolle en un marco
de secretismo y que tanto el SAG como las empresas productoras de
semillas transgénicas se hayan negado sistemáticamente a entregar
información acerca del tipo y ubicación de sus cultivos en el país, y
hayan rehuido un debate abierto e informado, optando por el
acercamiento o lobby directo con algunos parlamentarios y altos
funcionarios de Gobierno.
En la última década en el Parlamento se han ingresado diversas
mociones parlamentarias sobre este tema, de las cuales pocas se han
discutido y ninguna se ha trasformado en ley. Estos proyectos han
estado orientados a regular distintos aspectos, desde el cultivo hasta
el etiquetado de organismos genéticamente modificados, entre otros. La
iniciativa legal que más atención concitó fue la presentada el año
2006 por los entonces senadores Frei, Flores, Coloma, Espina y
Allamand, cuyo objetivo era "permitir el cultivo de vegetales
genéticamente modificados en Chile". Esta moción fue discutida en
Comisiones Unidas de Agricultura, Salud y Medio Ambiente, tras lo cual
pasó al olvido. Hasta ahora, que el gobierno de Piñera la ha validado
enviando una indicación sustitutiva a esta moción parlamentaria. Así,
el nuevo texto reemplaza completamente el proyecto original,
reduciendo de 64 a 32 los artículos y simplificándolos de manera tal
que no apunta a la discusión de fondo, pues propone entregar todas las
potestades regulatorias al Ministerio de Agricultura.
La propuesta del Ejecutivo olvida que los ministerios y sus
funcionarios son servidores públicos, que deben garantizar el bien
común y el derecho de todas las personas a desarrollar libremente sus
actividades económicas, siempre que sean lícitas. Esta indicación no
contempla estas garantías y simplemente liberaliza el cultivo de
vegetales genéticamente modificados, separando su uso entre regulados
y liberados, pero dejando en ambos casos las condiciones y exigencias
a determinar en un reglamento que debe ser dictado con posterioridad
por el Ministerio de Agricultura. De esta manera, la ley que propone
el Gobierno en la práctica carece de todo contenido y se convierte en
un mero marco general, sin ningún peso propio, mientras que deja toda
la facultad regulatoria a la discrecionalidad de los funcionarios del
gobierno de turno.
Se ha acusado a los grupos anti-transgénicos de obstruir el
"desarrollo" del país y de impedir el "progreso". Lo cierto es que no
se trata de impedir el surgimiento de nuevas tecnologías, sino de que
todos tengamos acceso a información, posibilidad de elección y derecho
a desarrollar actividades económicas en un marco que garantice la
igualdad ante la ley. El gobierno debe cautelar el bien común,
proteger la salud de las personas y el medio ambiente, y permitir el
desarrollo de diversos tipos de actividades económicas y no beneficiar
a unas en desmedro de otras.
Los hechos han demostrado que los cultivos transgénicos representan
una amenaza seria en los campos debido a la contaminación cruzada, con
lo que pueden generar un daño severo y permanente en el agro nacional
y en nuestros recursos filogenéticos, amenazando su comercialización
en mercados altamente exigentes, en los cuales los transgénicos no son
bien recibidos, como el europeo, amenazando seriamente el patrimonio
genético del país.
Sin duda, el país requiere con urgencia abrir una discusión sobre este
tema, pero debe ser una discusión amplia, en la que se transparenten
los intereses de cada sector y se produzca un debate serio e informado
con la participación de todos los actores involucrados e interesados,
que permita una legislación que beneficie a todos los chilenos, y no
sólo a un grupo reducido de agricultores a gran escala y empresas
semilleras.
El país requiere con urgencia abrir una discusión amplia y seria en la
que se transparenten los intereses de cada sector.
CLASE DEL 70 SGC
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Transgénicos: Una discusión amplia, transparente y en profundidad
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