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Dávalos, Bachelet!

OSÉ MIGUEL IZQUIERDO, Dávalos



Sebastián Dávalos debe salir del gobierno para que la señal sea clara: el tráfico de influencias y la connivencia entre dinero y política es castigado incluso en las carnes del hijo de la Presidenta. Pero no debemos esperar que esto ocurra, porque el gobierno no se guía por el deber, sino por el interés y la conveniencia.
Le costó más de una semana comunicar que Dávalos haría efectiva su declaración de intereses y patrimonio. En ese tiempo habrá podido desvincularse de algunas cosas y terminar otras para poder someterse al más básico ejercicio de transparencia con que cuentan las democracias actuales. ¿Por qué demorar tanto en algo tan obviamente básico como presentar estas declaraciones si no es la necesidad de arreglar las cosas antes de exponerse al público?
Los titulares de hoy nos dicen que finalmente la utilidad final de la pasadita del hijo de la Mandataria dejó un raspado de olla de $2.500.000 (dos mil quinientos millones de pesos). Entre medio lograron tiempo tentando a la suerte, con declaraciones que son una nueva bofetada para los pobres chilenos.
Primero, Dávalos se negó a entregar su declaración de patrimonio e intereses porque su cargo era ad honorem. Risible, a lo menos, porque todos estábamos escrutando la manera en que sacó provecho de su propia exposición política: lucró con cifras de miles de millones de pesos, cifras que un compatriota medio, un profesor, por ejemplo, jamás logra contar en su vida. ¿Con qué autoridad exigirán esfuerzo y responsabilidad a los esforzados maestros?
Este es el nocivo efecto de una autoridad que no atiende consideraciones éticas en la fórmula que utiliza para tomar decisiones.
Después, al aparecer en escena la señora de Dávalos, ésta se despacha la ofensiva cita: “si no es tanta plata”. Cualquiera que haya emprendido algo en su vida sabe lo exigentes y drásticos que son los analistas de riesgo de los bancos al evaluar créditos para micro y pequeñas empresas. Su suegra, finalmente, era el mejor aval de que el negocio sería rentable. La señora de Dávalos no necesitaba desvirtuar todo el vínculo emocional que Michelle Bachelet tiene con el electorado por salvar su “no tan grande inversión”. 
Lo que más nos aterra en este momento es el silencio tenebroso del Banco de Chile, de sus ejecutivos, el uso de la pauta del noticiero central para empatar permanentemente con el Caso Penta. Aterra, porque todo el silencio presidencial viene acompañado del silencio empresarial, como si fuesen guiados por la misma mano, la misma cara oculta.
¿Cuál será la causa que dicen defender los socialistas de hoy que les sirve para justificarse ante tales aberraciones, contrarias a la igualdad, a la transparencia, en fin, a la democracia?
¿Cuál es el valor que guía a la Presidenta, que no deja a un lado a su hijo, por el bien de todos, que expone su suerte por mantenerlo en el cargo? Esto puede coincidir con lo que tiende a pensar cualquier madre: defender a su hijo hasta el final. Criterio natural. Pero un criterio que no se puede defender en la esfera pública. Es una consideración egoísta, esencialmente oligárquica y elitista. 

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