Luis Gajardo
Diario Las Últimas Noticias
viernes 20 de febrero de 2015
Rolando Martínez grabó a un cetáceo cabeceando su embarcación
Sábado 14 de febrero.
Son casi las cinco de la tarde y Rolando Martínez, 42 años,
pescador de Lebu, región del Bío Bío está junto
a sus seis compañeros del bote pesquero «Lago Genesaret»
aproximadamente a unas 30 millas (unos 55 kilómetros)
mar adentro frente a la ciudad de Valdivia.
Están haciendo hora.
Anclados esperando que se detengan
los vientos de 30 nudos que hacen
imposible continuar con la pesca de bacalaos.
Entonces, una pequeña cría de cachalote
se acerca a la embarcación.
Martínez apura en sacar su celular
para tomarle una foto.
Poca idea tenía entonces que estaba a punto
de suceder algo que jamás en sus 21 años
como pescador artesanal le había ocurrido.
Un cachalote adulto, cuya longitud
Martínez cifra al ojo entre 12 y 14 metros
(pueden llegar a medir 20 metros
y pesar 50 toneladas) está a un par
de minutos de chocar, de darle un cabezazo
al «Lago Genesaret», embarcación
de 16 metros de eslora (largo) y casi 6 de manga (ancho)
«Empecé a grabar cuando vi a lo lejos
nadando en dirección hacia nosotros
una pequeña manada de cachalotes, eran como tres
(cardumen corresponde a peces no a mamíferos).
Empezamos a lesearlos para que
se alejaran porque no había peces».
Explica el biólogo marino Carlos Cortés,
que es normal que estos animales,
que son cazadores, se acerquen
a los pescadores, porque
básicamente andan en lo mismo.
«En efecto», dice Martínez,
aunque cuando les toca compartir
espacio de pesca, los cachalotes
no se acercan más allá de los cien metros.
«Cuando vimos que uno de ellos,
el más grande, venía en línea directa
hacia nosotros, nos empezó a dar risa.
Pero risa nerviosa.
Dice que dio un salto hacia atrás.
Que el cachalote se metió debajo de la lancha
y luego apareció por el otro lado.
«Ahí me entró el pánico.
Pensé que podía pegarnos un coletazo
y ahí si que no la contamos.
Hubiera destruido la embarcación».
Pero no fue así.
Y posiblemente gracias a eso
Martínez está contando la historia.
Dice que el mamífero marino
siguió su camino en línea recta
levemente aturdido por el impacto.
«Cuando pasó recién volví a respirar.
De verdad que en esos segundos
entre que nos chocó y gritamos,
hasta que pasó por debajo y se fue,
se me paralizó el corazón».
Después fue todo pura risa.
En el sector de literas de la lancha
estaban los otros tres pescadores.
«No nos creían.
Cuando les mostramos el video
uno dijo que casi nos convertimos
en una versión moderna de Moby Dick».
El biólogo marino y documentalista
Carlos Cortés complementa:
«El caso de Mocha Dick
(el cachalote que hundió
al ballenero Essex en 1820
en costas chilenas y luego
inspiró la novela de Herman Melville
que el pescador menciona)
es el más emblemático ataque
de cachalote a una embarcación.
En este caso no puede hablarse de un ataque,
si bien cuando están con sus crías
pueden volverse agresivas…
lo que se ve en el video parece
más bien un choque accidental».
Tres días después del choque por alcance
entre el animal y el «Lago Genesaret»,
éste junto a su tripulación volvió a Lebu
cargado de bacalaos y una anécdota épica:
«La verdad es que se urgieron
porque mi padre era pescador
y murió en alta mar.
Pero estaba ahí, sano y salvo,
así que no pasó más allá
de ser una experiencia increíble».
___
No hubo mala intención
Especialistas analizan el cabezazo que le pegó al bote pesquero
Carlos Cortés, biólogo marino y documentalista;
Frederick Toro, veterinario e investigador
de la agrupación Whalesound; Gastón Carreño,
antropólogo y realizador de una serie
de trabajos sobre las ballenas y la pesca;
y Rodrigo Barahona, biólogo marino,
coinciden en una cosa:
el cachalote nunca tuvo la intención
de atacar a la embarcación
ni a la tripulación a la que pertenece
el pescador Rolando Martínez.
Desde sus diferentes prismas,
todos están de acuerdo
en que el impactante cabezazo
que el cetáceo -del orden Odontoceti-
le da al bote «Lago Genesaret»
se trató, en el peor de los casos,
de un toque de advertencia.
De una sutil -dentro de la sutileza
que puede tener un animal de 50 toneladas-
forma de decir «voy pasando».
Practicamente a coro,
dicen que de haberse tratado
de un ataque maletero,
la historia y la forma
hubiese sido muy diferente.
Dice Frederick Toro:
«Se trata de una familia,
cuando andan con crías,
se ponen sensibles.
El golpe puede haber sido
una especie de advertencia.
Cuando atacan lo hacen
de un coletazo y hubiese
destruido la embarcación».
«Lo que pasa es que son curiosos»,
apunta Rodrigo Barahona.
«La que se acercó debe haber sido una hembra,
que son las dominantes en los grupos.
Pero no es un ataque».
«Los cachalotes viajan en línea recta
y es raro que se desvíen.
Por eso lo pasó a llevar.
Es normal que anden cerca
de los botes pescadores,
porque también son cazadores»,
agrega Carlos Cortés.
«Esta colisión ocurre en una zona
de paso de los cachalotes,
que viajan desde la costa de Ecuador
hasta la Patagonia, explica en términos
de tránsito Gastón Carreño.
En una de las salidas 'pelágicas'
ResponderEliminarocurrida en la segunda mitad
de la primera década de esta centuria,
partiendo de madrugada desde Valparaíso
y programada para observar aves marinas
desde albatroses, petreles, fardelas,
golondrinas de mar, gaviotas y gaviotines,
entre otros, nos tocó ver cetáceos,
entre ellos un enorme cachalote
cuyo perfil característico (semejando
un submarino arcaico emergido),
se recortaba sobre la superficie
ondulante de las aguas...
Un biólogo marino que nos
acompañaba en dicha expedición
estimó este ejemplar de odontoceto
en unos dieciocho metros.
Después de un rato
lo vimos mostrar su aleta caudal
y sumergirse, lo que normalmente
hacen a profundidades de unos mil metros,
o más, en donde van a la busca de alimento,
en especial el calamar gigante,
una verdadera lucha de titanes
en que se revela de paso,
de las adaptaciones mas notables
y sorprendentes de la naturaleza...