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Mundo: Cars 2: Ideología sobre ruedas


por José Manuel Simián, desde Nueva York
Revista Qué Pasa, 30/06/2011http://www.quepasa.cl/articulo/opinion---posteos/2011/06/20-6053-9-mundo-cars-2-ideologia-sobre-ruedas.shtml
 
La secuela de la película animada de Pixar ha motivado
un choque más entre conservadores y liberales en Estados Unidos.
¿Pero cuándo han sido los dibujos animados valóricamente neutros?
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Iba a ser una amable película familiar, la secuela de una de las
cintas más taquilleras de 2006. Cars había contado una historia
profundamente estadounidense: la de un pueblo pequeño llamado Radiator
Springs al que el progreso y la desaparición de la célebre ruta 66
habían dejado a trasmano. Ahí llegaba por accidente Lightning McQueen,
un auto-piloto que iba camino a la fama, para terminar enlazando su
destino con el de la decaída comunidad.
 
Por arriba, un divertido cuento infantil sobre la velocidad, el
esfuerzo y la amistad; por debajo, una historia en la que se
refrendaban varios elementos del mito estadounidense: la carretera y
el automóvil (de fabricación nacional, se entiende) como expresiones
de la libertad; el pueblo pequeño como última reserva de los valores
comunitarios que hicieron grande al país; el jovencito que termina
graduándose de héroe en parte porque se le presentó la oportunidad,
pero sobre todo por la nobleza que siempre estuvo ahí.
 
Pero Cars 2, estrenada acá la semana pasada, va por un mito
estadounidense mayor: la necesidad de salvar al mundo. Lightning
McQueen es invitado a participar en el World Grand Prix, una carrera
que tiene como objetivo promover un nuevo biocombustible. Pero un
siniestro personaje, dueño de las mayores reservas de petróleo del
planeta, tiene un plan para boicotear las carreras y frenar así el
avance del nuevo combustible. Mas ya se sabe: en este país el petróleo
es para muchos no sólo sinónimo de emprendimiento y riqueza (es cosa
de pensar en los Bush), sino también asunto militar (ídem).
 
Las críticas a la trama de Cars 2 no tardaron. El bloguero Lonely
Conservative acusó a la película de atacar el libre mercado, mientras
un comentarista de FOX News calificó a la trama de "paranoia
izquierdista" y "política ambiental fascista". (John Lasseter, el
director, no tuvo problemas para reconocer sus motivaciones: dijo al
Wall Street Journal que en un mundo habitado por autos le parecía
ineludible que el malo fuera "Big Oil", las petroleras como Exxon
Mobil, Chevron o BP).
 
Lo gracioso de este ataque conservador al mensaje de Cars 2 no es sólo
el nihilismo de pretender que las obras de arte o diversión sean
valóricamente neutras. Los defensores de las petroleras pecan también
de ignorancia: los dibujos animados nunca han sido ni serán
totalmente inocentes.
 
Tal como explica el libro Hip: the history, de John Leland, los
dibujos animados fueron desde el inicio espacio de expresión de
contenidos políticamente incorrectos, deseos prohibidos y códigos que
no habrían logrado pasar el cedazo del contenido adulto. Ahí está, por
ejemplo, la sexualidad explosiva de Betty Boop, pero por sobre todo
Bugs Bunny, un personaje que, según su propio creador, basaba su
atractivo en su permanente desafío a la autoridad.
 
Por ello, lo interesante no sería que una película supuestamente
infantil no tuviera un mensaje, sino más bien que transmitiera los
valores de los ofendidos críticos de Cars 2: las petroleras son
buenas, la energía alternativa es mala. Pero hasta que eso ocurra,
junto con Bugs Bunny seguiremos mirando hacia el fondo de los cañones
de sus escopetas, para preguntarles eso de "¿Qué hay de nuevo, viejo?"

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