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¿Hacia dónde te llevan, Camila?


por Juan Carlos Eichholz
Diario El Mercurio, sábado 2 de julio de 2011http://diario.elmercurio.com/2011/07/02/nacional/politica/noticias/0DE4E31D-ED31-4768-A462-3363C40F47C3.htm?id={0DE4E31D-ED31-4768-A462-3363C40F47C3}
 
Cuando Gandhi comenzó a recorrer la India y a hablar de la necesidad
de que los ingleses dejaran el poder, la gente escuchó con atención, y
luego se movilizó, saliendo a las calles masivamente. Todo parecía
bien encaminado, hasta que, para sorpresa de sus seguidores, Gandhi
pidió detener las manifestaciones. La gente no estuvo de acuerdo y
continuó expresándose, hasta que su líder inició una huelga de hambre,
que finalmente detuvo al pueblo. Fue aquí donde apareció Gandhi en
toda su dimensión, mostrándose capaz de ir en contra de los suyos
-hacerlo en contra de los otros es lo esperable-, siendo criticado
incluso por sus más cercanos.
 
¿Por qué lo hizo? Porque, en su mirada, el pueblo indio mostró no
estar aún preparado para gobernarse a sí mismo: no había unidad
interna, las motivaciones estaban dominadas por el revanchismo, y los
dirigentes políticos atendían más a sus cuotas de poder que al interés
general de la India. Tuvieron que pasar muchos años para que se
retomase el proceso y la India alcanzase su independencia,
pacíficamente.
 
Algo parecido puede estar ocurriendo hoy con las manifestaciones
estudiantiles en nuestro país. Un grupo de dirigentes tocó una fibra
social que está ahí, cada vez más latente, vinculada a la desigual
distribución del poder en la sociedad. Los jóvenes -y algunos no tan
jóvenes- comenzaron a salir a las calles, dando expresión a un
sentimiento de disconformidad más que demandando algo concreto. El
movimiento fue tomando fuerza, al tiempo que el mensaje parece ser
cada vez más disruptivo y menos constructivo, como se deja ver en las
últimas declaraciones de su cara más visible, Camila Vallejo: "Lo
verdaderamente posible y necesario para nuestro país es avanzar hacia
un nuevo modelo educativo, público, gratuito y de calidad para todos
los chilenos."
 
¿Qué espacio de diálogo queda abierto detrás de una declaración tan
radical? Avanzar hacia allá sería desconocer por completo los avances
que ha tenido el sistema de educación superior en los últimos 25 años
-baste decir que pasó de 200 mil a un millón de estudiantes, cada uno
de los cuales amplía entre una y tres veces sus ingresos en
comparación con quienes sólo terminan la enseñanza media-.
 
Pero, además, significaría invertir menos recursos públicos -¿será
necesario recordar que éstos son escasos?- en sectores como, por
ejemplo, la educación escolar, que resultan mucho más rentables
socialmente. Visto así, es legítimo preguntarse acerca de las
motivaciones que están detrás de quienes dirigen las movilizaciones.
 
¿Existe una verdadera mirada de país o lo que hay, más bien, es un
privilegiar los intereses de ciertos grupos, o incluso personales? Es
innegable, de hecho, que a algunos puede resultarles atractivo hacerse
visibles y buscar proyección política o social a través de ello. Sin
ir más lejos, ¿qué beneficio reportaría la renuncia de uno de los
ministros que más seriamente ha abordado los desafíos del sistema
educacional? Ninguno, salvo para aquellos que considerarían un trofeo
de guerra tener esa cabeza en su historial de dirigente.
¿Querrá Camila Vallejo llevar este movimiento al extremo al que está
llegando, sin apertura al diálogo, sin hacerse cargo de la realidad en
su conjunto, sin intención de construir democráticamente con otros? Es
difícil creer que esté buscando eso. Más bien parece que, hoy por hoy,
la líder del movimiento ha pasado a ser una prisionera del mismo. Si
antes era la voz de un sentimiento, hoy es la vocera de ciertos grupos
de presión; si antes tenía poco contrapeso en la Confech, hoy debe
negociar cada decisión que se toma; si antes era admirada por los
dirigentes políticos y gremiales que se sumaron a la causa, hoy es
instrumentalizada por ellos.
 
En este punto es cuando un Gandhi levantaría la voz para ir en contra
de su propia gente. Pero, está demás decirlo, poner esa exigencia
sobre Camila Vallejo sería absurdo e irreal. No lo es tanto, sin
embargo, respecto de personas con más experiencia, que ocupan
posiciones relevantes a la hora de conducir el sistema educacional, y
no sólo su propia institución.
 
Me refiero a algunos rectores de las universidades tradicionales, y en
especial al de la Universidad de Chile, cuyo proceder en este episodio
se asemeja más al de un negociador privado que al de un prohombre
público. Al fin y al cabo, si en ellos las agendas personales priman
por sobre el interés del sistema, haciendo imposible el diálogo, ¿qué
se le puede pedir a los estudiantes?
Parece que, hoy por hoy, la líder del movimiento estudiantil ha pasado
a ser una prisionera del mismo.

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