Alejandro San Francisco: "Representó la antítesis del modelo parlamentarista que lo vio surgir como político: era agresivo, caudillista, notable orador de masas, con espíritu reformista, hombre de ideas y de doctrina (aunque algo vagas), alma del proyecto político liberal y ariete del fin del parlamentarismo..."
Arturo Alessandri Palma (1868-1950) fue una de las figuras centrales de la vida nacional durante varias décadas, y diversos análisis lo sitúan entre los personajes más relevantes de la historia de Chile de todos los tiempos.
Hace cien años, el 7 de marzo de 1915, Alessandri tuvo un desafío electoral decisivo para su vida y la del país: una elección senatorial donde competía en el norte de Chile en circunstancias difíciles, mostrando esa decisión que lo caracterizó desde joven y que marcaría su personalidad. Finalmente su candidatura resultó victoriosa, y más relevante todavía, logró edificar un mito político: Alessandri había desafiado a un candidato que se suponía invencible, había hecho una gran campaña, donde lució su talento y su oratoria, conquistando el escaño senatorial. Ahí nació también el apelativo con el cual sería conocido, el "León de Tarapacá". Después vendría el ejercicio del cargo senatorial, el llamado a ser ministro, quedando a las puertas de una candidatura presidencial, que comenzó a desear en la jornada victoriosa de 1915, como recuerda Gonzalo Vial.
En 1920 postuló a la Primera Magistratura, en esa famosa campaña del "Cielito Lindo", que ha explicado muy bien René Millar. En su Discurso-Programa expresó que sería "una amenaza" contra aquellos que carecían de amor patrio y que fomentaban divisiones y odios "en vez de predicar soluciones de armonía y paz". Entre sus proyectos destacaban reformas constitucionales al régimen parlamentario y en el régimen laboral, así como mejorar la condición legal de la mujer y fomento de la descentralización.
Así comenzó su gobierno, que deambuló entre dificultades políticas por la oposición del Congreso, la "canalla dorada", como la llamaba, mientras el "León" apelaba a su "querida chusma", en un estilo que distaba mucho de lo que era propio de los gobernantes del parlamentarismo. Como cuando avanzaba la polarización política en 1923, el Presidente Alessandri declaró sin ambigüedades: "Desde el momento que sé que el pueblo está conmigo, yo quiero deciros también que el Presidente de la República está con vosotros y que a la provocación cabe responder: no doy ni pido cuartel", en una frase que repetía después de haberla pronunciado amenazadora en 1920, en medio de las elecciones que lo llevaron a la Primera Magistratura.
Arturo Alessandri fue un hombre que despertaba pasiones, grandes afectos y odios profundos. Tuvo partidarios a raudales en el pueblo, hombres fieles en la política, aunque muchos que confiaron en él en 1920 recelaban del gobernante más moderado que fue en 1932, mientras otros se acercaron al estadista en esta etapa de su vida. Tuvo adversarios de fuste, siendo el general Carlos Ibáñez del Campo el mayor de todos, hombre de genio político y de gran respaldo popular. El "León" fue atacado por la prensa y también por la historiografía, especialmente por Ricardo Donoso en "Alessandri, agitador y demoledor" (Fondo de Cultura Económica, 1952-1954, dos tomos). Dejó escritos tres volúmenes de sus "Recuerdos de Gobierno" (Editorial Nascimento), documento fundamental para conocer de primera mano su visión sobre toda una época.
Pasado un siglo de la irrupción del "León de Tarapacá", conocemos cómo continuó la historia. Alessandri se convirtió en un ícono político, fortaleció la participación de las clases medias en la vida institucional del país, cambió el régimen constitucional chileno, sufrió golpes militares en 1924 y 1925 y restableció la democracia en 1932. Hizo llorar a sus partidarios con su oratoria y fue duro con sus adversarios. Representó la antítesis del modelo parlamentarista que lo vio surgir como político: era agresivo, caudillista, notable orador de masas, con espíritu reformista, hombre de ideas y de doctrina (aunque algo vagas), alma del proyecto político liberal y ariete del fin del parlamentarismo.
Es probable, como ha expresado Verónica Valdivia, que no tuviera todo el sello popular y el proyecto social que se le atribuye en la famosa campaña de 1915, pero la mitología histórica y política sí ha conservado esa dimensión en el largo plazo.
Mario Góngora ha hecho una buena síntesis de la figura de Alessandri, a quien califica como el personaje más significativo de la historia política nacional, "sin que eso signifique un juicio moral sobre él", al precisar que "tras el demagogo, había un estadista". Esta fórmula nos permite abordar esa urgente tarea de repensar la historia política de Chile.
Alejandro San Francisco
Historiador
Hace cien años, el 7 de marzo de 1915, Alessandri tuvo un desafío electoral decisivo para su vida y la del país: una elección senatorial donde competía en el norte de Chile en circunstancias difíciles, mostrando esa decisión que lo caracterizó desde joven y que marcaría su personalidad. Finalmente su candidatura resultó victoriosa, y más relevante todavía, logró edificar un mito político: Alessandri había desafiado a un candidato que se suponía invencible, había hecho una gran campaña, donde lució su talento y su oratoria, conquistando el escaño senatorial. Ahí nació también el apelativo con el cual sería conocido, el "León de Tarapacá". Después vendría el ejercicio del cargo senatorial, el llamado a ser ministro, quedando a las puertas de una candidatura presidencial, que comenzó a desear en la jornada victoriosa de 1915, como recuerda Gonzalo Vial.
En 1920 postuló a la Primera Magistratura, en esa famosa campaña del "Cielito Lindo", que ha explicado muy bien René Millar. En su Discurso-Programa expresó que sería "una amenaza" contra aquellos que carecían de amor patrio y que fomentaban divisiones y odios "en vez de predicar soluciones de armonía y paz". Entre sus proyectos destacaban reformas constitucionales al régimen parlamentario y en el régimen laboral, así como mejorar la condición legal de la mujer y fomento de la descentralización.
Así comenzó su gobierno, que deambuló entre dificultades políticas por la oposición del Congreso, la "canalla dorada", como la llamaba, mientras el "León" apelaba a su "querida chusma", en un estilo que distaba mucho de lo que era propio de los gobernantes del parlamentarismo. Como cuando avanzaba la polarización política en 1923, el Presidente Alessandri declaró sin ambigüedades: "Desde el momento que sé que el pueblo está conmigo, yo quiero deciros también que el Presidente de la República está con vosotros y que a la provocación cabe responder: no doy ni pido cuartel", en una frase que repetía después de haberla pronunciado amenazadora en 1920, en medio de las elecciones que lo llevaron a la Primera Magistratura.
Arturo Alessandri fue un hombre que despertaba pasiones, grandes afectos y odios profundos. Tuvo partidarios a raudales en el pueblo, hombres fieles en la política, aunque muchos que confiaron en él en 1920 recelaban del gobernante más moderado que fue en 1932, mientras otros se acercaron al estadista en esta etapa de su vida. Tuvo adversarios de fuste, siendo el general Carlos Ibáñez del Campo el mayor de todos, hombre de genio político y de gran respaldo popular. El "León" fue atacado por la prensa y también por la historiografía, especialmente por Ricardo Donoso en "Alessandri, agitador y demoledor" (Fondo de Cultura Económica, 1952-1954, dos tomos). Dejó escritos tres volúmenes de sus "Recuerdos de Gobierno" (Editorial Nascimento), documento fundamental para conocer de primera mano su visión sobre toda una época.
Pasado un siglo de la irrupción del "León de Tarapacá", conocemos cómo continuó la historia. Alessandri se convirtió en un ícono político, fortaleció la participación de las clases medias en la vida institucional del país, cambió el régimen constitucional chileno, sufrió golpes militares en 1924 y 1925 y restableció la democracia en 1932. Hizo llorar a sus partidarios con su oratoria y fue duro con sus adversarios. Representó la antítesis del modelo parlamentarista que lo vio surgir como político: era agresivo, caudillista, notable orador de masas, con espíritu reformista, hombre de ideas y de doctrina (aunque algo vagas), alma del proyecto político liberal y ariete del fin del parlamentarismo.
Es probable, como ha expresado Verónica Valdivia, que no tuviera todo el sello popular y el proyecto social que se le atribuye en la famosa campaña de 1915, pero la mitología histórica y política sí ha conservado esa dimensión en el largo plazo.
Mario Góngora ha hecho una buena síntesis de la figura de Alessandri, a quien califica como el personaje más significativo de la historia política nacional, "sin que eso signifique un juicio moral sobre él", al precisar que "tras el demagogo, había un estadista". Esta fórmula nos permite abordar esa urgente tarea de repensar la historia política de Chile.
Alejandro San Francisco
Historiador
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