Diario El Mercurio, domingo 23 de febrero de 2014
-el tribunal declaró culpable
a Celestino Córdova,
pero desestimó
el carácter terrorista del acto-
plantea varias cuestiones;
pero la principal de ellas no es jurídica.
Es política.
A diferencia de un homicidio común y corriente
Es política.
A diferencia de un homicidio común y corriente
-un crimen pasional, una herida mortal en una riña,
una equivocación fatal- en este caso la motivación
de los asesinos fue la protesta por lo que estiman
son siglos de explotación y despojo
de las tierras de sus antepasados, los pueblos originarios.
Lo alarmante del caso es, entonces,
Lo alarmante del caso es, entonces,
que a los asesinos no los animaba el odio,
sino algo que puede resultar peor:
el anhelo desmedido de justicia.
El asunto suena paradójico
El asunto suena paradójico
-¿cómo la justicia podría llevar al crimen?
¿De qué manera el anhelo de una virtud,
la de la justicia, podría conducir al peor de los vicios?-,
pero es de las cosas más frecuentes en la vida pública.
A diferencia del odio,
A diferencia del odio,
que se dirige contra los sujetos determinados
que infligieron el agravio que acaba desatándolo,
la pasión por la justicia amenaza con legitimarlo todo.
A la vista de lo que se cree justo
-la restitución de tierras
en el caso mapuche, el logro de la igualdad,
la obtención de la autonomía o cualquier otro ideal
que se tenga por último e incuestionable-
cualquier precio parece poco y merecería ser pagado.
Es lo que algún autor -Luis Gonzalo Diez-
ha llamado la barbarie de la virtud.
La vida contemporánea está plagada de ejemplos
en los que un puñado de personas,
inflamadas por el deseo de justicia,
son capaces de llevar adelante actos de esa índole.
Desde la ETA en España a Sendero Luminoso en Perú,
pasando por la OAS durante el gobierno de De Gaulle en Francia
-para citar casos de allá y de acá, casos viejos y casos nuevos-
la justicia ha sido, con frecuencia, el combustible y la justificación del crimen.
Que se haga justicia; aunque perezca el mundo,
que la justicia resplandezca aunque todo lo demás,
incluidas algunas vidas humanas, se apaguen,
es de las líneas más frecuentes
con que se ha escrito la historia humana.
Es probable que Celestino Córdova
y sus cómplices estén convencidos
de que ejecutaron un acto meritorio,
una conducta que los enaltece a ellos y a su causa.
Si el propósito que los anima es el logro de la justicia,
pensarán ¿de qué podrían avergonzarse?
¿Acaso ellos y sus antepasados
no fueron víctimas de actos iguales e incluso peores?
Por supuesto, se equivocan.
En una sociedad democrática hay ciertos medios
Por supuesto, se equivocan.
En una sociedad democrática hay ciertos medios
-la violencia y el asesinato entre ellos-
que están excluidos con prescindencia
de la justicia de los fines.
Así, cuando ese tribunal de Temuco
Así, cuando ese tribunal de Temuco
imponga una pena a Celestino Córdova
o a cualquier otro que resulte culpable,
no estará condenando la causa mapuche,
ni considerando sus
reivindicaciones ilegítimas o inadmisibles,
sino que estará simplemente condenando
el crimen que se cometió en su nombre.
Un estado democrático
no condena las opiniones de los ciudadanos,
sino aquello en que esas opiniones,
cuando se las adopta como un artículo de fe
frente a lo que todo cede, los convierten.
Desprovista de cualquier posibilidad
Desprovista de cualquier posibilidad
de juzgar de manera definitiva
la justicia de los fines que animan
a los seres humanos,
la democracia ofrece la posibilidad
de que todos ellos, incluida
la causa mapuche por supuesto,
sea ofrecida a los ciudadanos
y haga el esfuerzo de ganarse
su voluntad y su adhesión.
Pero a cambio de esa libertad irrestricta
para promover cualquier fin,
las reglas de la democracia
excluyen el uso de ciertos medios,
la coacción y el crimen entre ellos.
En presencia de esa distinción,
En presencia de esa distinción,
resulta pueril centrar el debate en si
se trató o no de un acto terrorista
en el sentido técnico de esta última expresión.
Terrorista o no, no cabe duda
Terrorista o no, no cabe duda
de que se trató de un acto
frontalmente contrario
a la convivencia democrática
porque fue un asesinato que mostró,
de parte de quienes lo ejecutaron,
o de los que hoy con diversos pretextos
lo justifican o lo apoyan, una renuncia
a los medios que ella ofrece
para perseguir los propios fines.
En otras palabras, terrorista o no,
En otras palabras, terrorista o no,
fue un acto que mostró
la peor de las barbaries:
la barbarie de la virtud.
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