Para la crítica y el público conocedor, Maffei es el pintor realista vivo más significativo de la escena nacional. Sus composiciones más minimalistas demuestran una particular estética. Luego de siete años de ausencia y después de varias exposiciones en Nueva York, vuelve a exhibir en Santiago. Inaugura el 2 de junio en la galería AMS Marlborough.
por Cecilia Valdés Urrutia
Diario El Mercurio, Artes y Letras
Domingo 17 de mayo de 2015
Ricardo Maffei, ex georgian , es de la misma generación del ministro Máximo Pacheco y del entrenador Manuel Pellegrini, entre otros. Muchos de sus ex compañeros del colegio Saint George recuerdan cómo Maffei, desde muy niño, deslumbraba con su genialidad para el dibujo. "Recurríamos a él para el curso de arte y nos ayudaba de inmediato", cuentan.
Ese talento lo tomó y lo trabajó. Escogió el camino más difícil, contrario a las tendencias y las modas en el arte: se internó en la pintura realista en pleno siglo XX, en años del reinado del pop art, de la abstracción y el arte conceptual. Pero se formó con expertos en el género: Miguel Venegas y Claudio Bravo. Y, para muchos, superó a su maestro.
Hoy es el pintor realista vivo más apreciado en la escena nacional. También es uno de los artistas estables de la prestigiosa galería Marlborough, de Nueva York, donde ha sido elogiado por historiadores del arte como Edward Lucie Smith y sus pinturas integran importantes colecciones.
Luego de vivir por casi 10 años en una casa emplazada, literalmente, en la punta de un cerro en la región de Aconcagua, regresó a Santiago. "Partí allí con familia e hijo, pero después me separé y, a pesar de que tenía un taller muy único, con una vista a viñedos, decidí volver para estar más tiempo con mi hijo", cuenta a Artes y Letras.
Reside en una casona ubicada en el límite de las comunas de Providencia y Ñuñoa, en la que instaló un taller austero -como es él-, rodeado por algunos de esos paños que lleva a su pintura, una obra que tiene en proceso, otras dos que se confunden con la realidad y sus lápices pastel. En esta casa decidió también volver a hacer una exposición en Santiago. Mostrará sus más recientes y celebrados cuadros al pastel (20) y una pintura. Inaugura el 2 de junio en los dos pisos de la galería AMS Marlborough.
"Me gusta que el público se conecte con el cuadro"
-¿Cómo le ha influido la buena recepción que ha tenido su obra en Nueva York, porque la pintura realista en Chile es una propuesta castigada?
"Sí, y en todo el mundo lo realista es castigado, por considerarlo poco contemporáneo, pero son ciclos en el arte. La llegada que he tenido en Nueva York ha influido en que hay compradores y eso es un halago. Porque todos tenemos algo de vanidad. Y me encanta que el público se conecte con el cuadro".
-¿Y se ha volcado a la pintura en pastel?
"Hace 20 años estoy centrado en el trabajo del pastel sobre papel, además de algunos óleos. La técnica la aprendí con Claudio Bravo, en su casa en Tánger; él me planteó que pintara en pastel. Él lo hacía y a mí me sedujo esa técnica, esa manera. Hay asimismo grandes pastelistas en la historia del arte que admiro profundamente, como el maestro La Tour, él hacía solo retratos y tiene dos obras magistrales: una sobre madame Pompadour y otro sobre un gran jurista. Fue un superdotado para el pastel".
-Cada artista tiene y escoge sus técnicas...
"Warhol era genial para la pintura con témpera y pincel seco, y se dio cuenta de ello desde muy joven. Degas, por ejemplo, pintaba al óleo y al pastel, pero prefiero sus pinturas con esta última técnica: esas mujeres bañándose. Chardin, Toulouse-Lautrec también lo trabajan maravillosamente. Yo me siento muy cómodo con el pastel".
-Pero curiosamente es una técnica que para el realismo no se daría tan bien.
"Así es. Muchos dicen que no se da bien en el realismo porque el pastel es una tiza que difumina, pero eso mismo produce que las cosas se vean más reales en la pintura, a diferencia de lo que sucede con el hiperrealismo que es una exacerbación de la realidad".
La estética, la belleza hoy
-Usted ha seguido porfiadamente trabajando la armonía, el logro estético de la belleza en su obra.
"Sí, aunque habría que preguntarle a Umberto Eco por el término belleza. Porque en Francis Bacon yo veo belleza: están tan bien hechos y son tan potentes sus personajes que son estéticos. Lo mismo me sucede con Antonio López García: pinta barrios industriales, temas de interiores de baños cochinos, pero la estética resultante logra que lo feo sea bello. En mi caso, busco lograr cierta belleza en elementos que no son bellos, como tarros de Nescafé, potes de plástico, trapos o papeles...".
-Y ha tenido épocas más extremas con motivos feístas...
"Sí, hubo un tiempo en que pintaba tapas de alcantarillas y pedazos de cementos. Busco, como decía Anselm Kiefer, la belleza donde la gente no la ve. No se me ocurriría pintar motivos bonitos. Soy básicamente un pintor de naturalezas muertas, lo que constituye además un mayor desafío, pues es un tema muy pintado en la historia. El otro desafío que tengo es hacer bello lo que no lo es, y con muy pocos elementos. En el último pastel que estoy haciendo me acerco mucho más al minimalismo, con muy pocos elementos. Me encamino y me gustaría hacer un realismo minimalista".
-Muy distinto de su maestro Claudio Bravo, que era muy barroco...
"¡Absolutamente! Claudio era lo menos minimalista que hay. Pero tuvo una época de enorme interés que es la de los supermercados. Ahí hay obras de las que prácticamente no existe registro: los jabones, los plásticos en los años 60, que tienen mucho que ver con el pop. Esas son excelentes".
-¿Qué artistas le interesan hoy?
"Anselm Kiefer y Gerhard Richter, con esas estéticas que logran en un cuadro con composiciones dramáticas. Y es clave un gran artista abstracto estadounidense, Richard Diebenkorn. Me interesa mucho este pintor porque era figurativo y después se pasó al mundo de la abstracción, con una propuesta notable, muy refinada".
Los colores de la piel humana
-A pocos días de la inauguración, continúa revisando algunas pinturas y otras están en proceso. ¿Sigue tan perfeccionista?
"Sí, y me demoro en mis cuadros. Pinto durante muchas horas al día y lo hago con luz natural, también le aplico al modelo una luz eléctrica muy suave porque me produce más colores. La composición del montaje, además, me interesa mucho y me toma el mayor tiempo. Puedo pasarme días cambiando los objetos de posición y sacando o poniendo fondos, para que la composición no quede fome, pues yo trabajo con elementos fomes".
-El montaje sigue siendo, entonces, su punto de partida
"Siempre. Salvo excepciones, como cuando compré una trucha y la colgué para empezar a pintarla, pero a los 20 minutos comenzó a cambiar y a descomponerse. Partí al mercado, compré otra y la fotografié. Pero me interesa trabajar con un modelo no solo por un capricho decimonónico, sino porque el modelo está vivo, la luz va cambiando, cambia la sombra y da un efecto tridimensional que no captura la fotografía. Es la tridimensionalidad que logra un Velázquez o un Vermeer, pero que no logra la pintura hiperrealista que se basa en fotografía".
-Los montajes también eran fundamentales para Bravo.
"¡Sí! Al punto que para unas composiciones religiosas hizo llevar 10 kilos de tierra a su taller. Y para el cuadro "David y Goliat", que se lo compró Silvester Stallone, tuvo como modelo a uno de sus jardineros semitendido con la cabeza de lado en una mesa, por horas y horas, para captar esa parte de la cabeza. Y, para el cuello, trajo una cabeza de cordero ensangrentada. Pero, Claudio, cuando se tomaba el tiempo, lograba cosas buenas; al final pintaba mucho y muy rápido... No obstante, siempre reconoceré que vengo de la escuela de Bravo y de Venegas y admiro profundamente a López García, el gran realista de los españoles, que no es, sin embargo, tan valorado como lo es Lucien Freud para los británicos".
-Su pintura, como la de López, provoca una sensación de espiritualidad.
"Edward Lucie Smith dijo que mi pintura produce una sensación de contemplación, de meditación. Eso puede tener que ver con algo espiritual en relación con algo más cercano al minimalismo, que posee mi obra. Porque no soy nada de religioso, pero sí me interesa el minimalismo que está cerca de lo espiritual, y quiero que las personas se detengan frente a mis cuadros y les suceda algo. Quisiera que les provocaran una sensación atractiva".
-¿Y qué sucedió con sus pinturas de desnudos femeninos, sensuales, que tuvieron tan buena crítica?
"Lo que más me interesaba ahí era la piel humana, que es muy rica en matices. Lucien Freud lo expresa muy bien en su pintura. Él se interesa por las pieles pálidas, yo también, porque tienen una gama de color más importante; al acercarse a sus cuadros se percibe. Es como el color blanco que uno no pensaría que está lleno de colores, pero al tener el ojo agudizado se empiezan a ver violetas y rosados allí. Los tonos de piel era lo que más me seducía de los desnudos, a los que tal vez regrese".
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