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Cambios democráticos

No hay nada que celebrar (pero por las razones inversas, porque las soluciones no provienen de las movilizaciones de la calle y tampoco, por lo visto del gobierno y de los legisladores)‏


Señor Director:

En su columna del lunes 2 de febrero, Valentina Saavedra y Gabriel Boric revelan errores de apreciación de lo que es democracia. Las movilizaciones que "abrieron las puertas a los cambios" fueron eso, demostraciones callejeras que la democracia nos permite para manifestarnos.

Ahora, frente a problemas complejos como la educación, hay lecturas múltiples de lo que los ciudadanos agrupados comunicamos en la calle. Solo una cosa es obvia: si hay cien mil de nosotros protestando, queda en claro que hay problemas que solucionar. Pero no podemos sacar una solución de la calle. Si habláramos con los cien mil movilizados y averiguáramos qué le molesta específicamente a cada uno y cuál es la solución que quiere, tendríamos probablemente cientos de clases de molestias, con miles de propuestas de solución. La calle manifiesta, pero no soluciona.

Los "actores sociales de la educación" (que, en todo caso, somos todos los involucrados y no solo los que están de acuerdo con ustedes) sí tenemos que ser escuchados. Pero el Gobierno no está obligado a negociar y acordar con nosotros.

El Gobierno nos representa a los "actores sociales" de la educación, del trabajo, de la salud, de la seguridad, de las pymes, etc., así como a todos los que no cabríamos en la categoría de "actores", pero sí en la de espectadores (en una democracia tienes la libertad de ser actor, no la obligación). El Gobierno tiene la obligación de representar a todos los "actores" y a todos los espectadores, pero no la de negociar y acordar con algunos de ellos, por más que se organicen y manifiesten.

¿Dicen que quieren cambios democráticos? ¡Pues es exactamente eso lo que está sucediendo! Lo que llaman "la sociedad organizada por cambios" sí se incorporó a la arena política (la "bancada estudiantil" en diputados es un ejemplo). Y la ley que se aprobó es típica de una democracia: no deja completamente conforme a nadie, salvo a los que entienden que en la solución de problemas complejos el mejor camino es avanzar con cuidado. Que nadie haya salido a celebrar no es malo. Es una señal de madurez democrática en este tema específico.

Alejandro Clocchiatti
Profesor Instituto de Astrofísica
Pontificia Universidad Católica de Chile

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