"Es preocupante el paulatino surgimiento de un quinto poder: el narcotráfico, que en algunos países ha llegado a ser más poderoso que los otros cuatro poderes juntos (el Ejecutivo, el Legislativo, el Judicial y la prensa)..."
En 1998 fui invitado por el poeta peruano Miguel Ángel Zapata a realizar una lectura de mis poemas en la Universidad de Texas-El Paso, donde él ejercía la docencia. El Paso es una localidad norteamericana colindante con Ciudad Juárez, que está en el norte de México. Las separa el río Bravo, conocido también como Río Grande. Ahí me enteré de que, originalmente, el nombre de la ciudad era Paso del Norte. Ese es también el título de un cuento de Juan Rulfo, en el que uno de los personajes trata de cruzar el río para pasar ilegalmente a Texas, soñando con una vida mejor, y está a punto de morir, alcanzado por las balas de los guardias fronterizos. Es el viejo drama de los emigrantes mexicanos, que se repite hasta hoy día mismo en distintas versiones, casi todas con un desenlace infeliz. Al día siguiente de mi lectura en El Paso, Miguel Ángel me dijo que habían llamado de la Universidad Autónoma, invitándome a dar un recital en Juárez. "Qué bueno, le dije, será interesante conocer esa ciudad". Nos subimos en su auto y nos dirigimos al puente internacional que atraviesa la frontera. La travesía dura apenas 15 minutos. Esa noche leí mis poemas en la Universidad, ante una audiencia muy atenta y receptiva. Al final tuvimos un animado diálogo sobre poesía chilena y mexicana.
Varios años después, en 2004, recibí la novela de Roberto Bolaño 2666 . Tiene más de 1.000 páginas y lleva el siguiente epígrafe de Baudelaire: "Un oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento". Yo no soy un buen lector de novelas extensas, pero ésta, afortunadamente, juntaba 5 novelas en una, así que las fui leyendo poco a poco, una tras otra, como si fueran obras independientes. El cuarto relato, titulado "La Parte de los Crímenes", ocurre en una ciudad ficticia llamada Santa Teresa. Es una historia bastante macabra. El narrador va contando una serie de asesinatos de mujeres que tuvieron lugar entre 1993 y 1997. Con precisión de médico forense describe el estado de los cadáveres de una manera tan eficaz y gráfica que es como si uno estuviera en la morgue mirando los cuerpos mutilados. Confieso que cuando terminé de leer, hasta me daba miedo tener 2666 cerca. Era como si el libro se hubiera contaminado con la narración de los crímenes. Para peor, al día siguiente, al llegar a la nota final, me enteré de que los horrores no eran el producto de la imaginación de Bolaño, y que Santa Teresa era en realidad Ciudad Juárez. "Es como pasar del Paraíso al Infierno", me había dicho alguien antes de que cruzáramos hacia el lado mexicano. Lo del Paraíso puede ser una hipérbole, pero no lo del Infierno, cuyas puertas abre Bolaño para que los lectores lo conozcan por dentro en toda su atrocidad.
Para los habitantes de Juárez la temporada en el Infierno no terminó en 1997. Por citar un año cualquiera, en 2010 más de 3.000 personas fueron asesinadas en esa ciudad, muchas de ellas por narcotraficantes y sicarios, coludidos con policías y políticos corruptos. En cambio en El Paso, Texas, que está a unas pocas millas de distancia, hubo solo tres muertes violentas ese año, y fueron el resultado de una riña de borrachos. Todo esto me llevó a la siguiente reflexión. Hablar de los tres poderes del Estado es casi un lugar común: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Otros agregan un cuarto poder: la prensa. Ahora bien, lo preocupante es el paulatino surgimiento de un quinto poder: el narcotráfico, que en algunos países ha llegado a ser más poderoso que los otros cuatro poderes juntos. Está claro que tarde o temprano vamos a tener que elegir entre las consecuencias del narcoterrorismo (secuestros, torturas, asesinatos, colocación de bombas, extorsión, lavado de dinero) y la legalización de las drogas, que sin duda tiene un costo para el ser humano, pero muchísimo más bajo y sin la barbarie inherente al crimen organizado. ¿Tendrá la sociedad el coraje de tomar la decisión correcta?
Vuelvo a mi visita a Ciudad Juárez. Después de la lectura a la que ya me referí, un grupo de estudiantes nos invitó a un bar. Ahí estábamos, conversando, comiendo y tomando cerveza, cuando se acercó una persona y habló con uno de los jóvenes. Le dijo: "Estamos un poco nerviosos por lo que pasó anoche". "¿Anoche? ¿Qué pasó?". "Pasó que aquí hubo un ajuste de cuentas de los narcos y balearon a una persona que estaba sentada ahí mismo donde están ustedes". Miguel Ángel me miró, hizo un discreto movimiento de cabeza y yo entendí. Dejamos el pedido a medio consumir, nos despedimos y regresamos raudamente al otro lado de la frontera.
Varios años después, en 2004, recibí la novela de Roberto Bolaño 2666 . Tiene más de 1.000 páginas y lleva el siguiente epígrafe de Baudelaire: "Un oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento". Yo no soy un buen lector de novelas extensas, pero ésta, afortunadamente, juntaba 5 novelas en una, así que las fui leyendo poco a poco, una tras otra, como si fueran obras independientes. El cuarto relato, titulado "La Parte de los Crímenes", ocurre en una ciudad ficticia llamada Santa Teresa. Es una historia bastante macabra. El narrador va contando una serie de asesinatos de mujeres que tuvieron lugar entre 1993 y 1997. Con precisión de médico forense describe el estado de los cadáveres de una manera tan eficaz y gráfica que es como si uno estuviera en la morgue mirando los cuerpos mutilados. Confieso que cuando terminé de leer, hasta me daba miedo tener 2666 cerca. Era como si el libro se hubiera contaminado con la narración de los crímenes. Para peor, al día siguiente, al llegar a la nota final, me enteré de que los horrores no eran el producto de la imaginación de Bolaño, y que Santa Teresa era en realidad Ciudad Juárez. "Es como pasar del Paraíso al Infierno", me había dicho alguien antes de que cruzáramos hacia el lado mexicano. Lo del Paraíso puede ser una hipérbole, pero no lo del Infierno, cuyas puertas abre Bolaño para que los lectores lo conozcan por dentro en toda su atrocidad.
Para los habitantes de Juárez la temporada en el Infierno no terminó en 1997. Por citar un año cualquiera, en 2010 más de 3.000 personas fueron asesinadas en esa ciudad, muchas de ellas por narcotraficantes y sicarios, coludidos con policías y políticos corruptos. En cambio en El Paso, Texas, que está a unas pocas millas de distancia, hubo solo tres muertes violentas ese año, y fueron el resultado de una riña de borrachos. Todo esto me llevó a la siguiente reflexión. Hablar de los tres poderes del Estado es casi un lugar común: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Otros agregan un cuarto poder: la prensa. Ahora bien, lo preocupante es el paulatino surgimiento de un quinto poder: el narcotráfico, que en algunos países ha llegado a ser más poderoso que los otros cuatro poderes juntos. Está claro que tarde o temprano vamos a tener que elegir entre las consecuencias del narcoterrorismo (secuestros, torturas, asesinatos, colocación de bombas, extorsión, lavado de dinero) y la legalización de las drogas, que sin duda tiene un costo para el ser humano, pero muchísimo más bajo y sin la barbarie inherente al crimen organizado. ¿Tendrá la sociedad el coraje de tomar la decisión correcta?
Vuelvo a mi visita a Ciudad Juárez. Después de la lectura a la que ya me referí, un grupo de estudiantes nos invitó a un bar. Ahí estábamos, conversando, comiendo y tomando cerveza, cuando se acercó una persona y habló con uno de los jóvenes. Le dijo: "Estamos un poco nerviosos por lo que pasó anoche". "¿Anoche? ¿Qué pasó?". "Pasó que aquí hubo un ajuste de cuentas de los narcos y balearon a una persona que estaba sentada ahí mismo donde están ustedes". Miguel Ángel me miró, hizo un discreto movimiento de cabeza y yo entendí. Dejamos el pedido a medio consumir, nos despedimos y regresamos raudamente al otro lado de la frontera.
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