Contumacia es la palabra.
Never in doubt, always in error.
Que nadie lucre, pero que algunos profiten.
No hay olvido, aunque no aprendamos.
Para qué tanta reflexión, análisis y estudio
si es más fácil y rinde más dividendos
optar por la improvisación, el apuro y la arrogancia.
El consenso es malo y la aplanadora es buena.
La retroexcavadora en la ciénaga y la amenaza de las hordas.
¿Para qué razonar, persuadir y convencer,
cuando es más efectiva la amenaza
y más poderosa la tergiversación y la descalificación?
El tiempo favorable a la prepotencia,
así es que vayamos cambiando la carita,
aunque se trate de realismo trágico.
La historia se repite
aunque de una forma
en que no podemos adelantar,
porque lo más difícil de predecir
es el pasado que no ocurrió...
Diario El Mercurio, Sábado 03 de mayo de 2014
Historias de Macondo
"En ese delirio literario... El estado es la simbiosis perfecta de la eficacia teutona con la gentileza tropical -tipo registro civil-, por eso debemos entregarle todo lo que tenemos porque nos será devuelto con servicios estatales gratuitos y de calidad..."
Se nos fue Gabriel García Márquez, un gran intérprete de la realidad latinoamericana que la resumió en lo que se conoce como "realismo mágico". Esa mezcla de mitología, fetichismo y realidad que invade nuestro continente y caracteriza a nuestros pueblos. A modo de homenaje quiero contarles algunas historias de Macondo, que no sé si viví o soñé. En una charla del subsecretario de Hacienda frente a 400 empresarios, él con total desenfado les explicaba que les iba a subir los impuestos un 75%, les quitaría sus ahorros, el flujo de caja de sus empresas y le disminuiría la rentabilidad de sus proyectos, pero que eso no iba a afectar el crecimiento. Ante la cara de estupor y desazón de los empresarios le faltó decir: "Y me van cambiando la carita". En Macondo adoran un libro que reemplaza la Biblia y que se llama "Programa". No tiene génesis, solo apocalipsis. Empieza con terremoto, sigue con incendio y termina con impuestos. Es el libro de los pesimistas, nadie se enorgullece de lo que hizo sino que se autoflagela por lo que no hizo. En el libro la prepotencia y contumacia son virtudes y el sentido común es un pecado. La creación de riqueza es condenada y los publicanos son el resumidero de las virtudes teologales. Incluso, un grupo de talibanes denominado "Próxima Minoría" quiere distribuirlo en los hoteles para que nadie duerma. En Macondo el malo se llama FUT y el bueno se llama Igualdad. En un acto de imaginación literaria destruyendo al primero se arregla al segundo, sin tocar a otros buenos como el crecimiento, el ahorro y el empleo. En Macondo, el Congreso recibe 15 minutos a los representantes de los ciudadanos, a quienes piensa expropiar 8 mil millones de dólares y con eso considera que la democracia ha sido servida. Así funciona como buzón, pero quiere aumentar su número en 50 y financiarlos con 20 millones de dólares que le sobraban mientras sube impuestos. Realismo mágico en su máxima expresión. En Macondo nadie olvida pero tampoco aprende y por eso un senador decide manejar una retroexcavadora para destruir el sistema económico que transformó a su país en el líder de la región. En un giro literario inesperado, del hoyo que excava brotan Chávez y Venezuela. El ministro del Interior, responsable constitucional de aplicar las leyes, anuncia que en la región más conflictiva de Macondo y donde existe algo más que un foco terrorista no aplicará la ley. El realismo mágico es el mundo del revés y las virtudes son defectos. Así la reflexión, análisis y estudio se cambian por la improvisación, apuro y arrogancia. El consenso es malo y la aplanadora es buena. Macondo es maniqueo y solo hay generosos o egoístas, abusadores o abusados, buenos o malos. En Macondo, el ministro de Hacienda no razona, persuade ni convence, sino que amenaza, tergiversa y descalifica. En ese mundo del revés el superhéroe es Hood Robin que sin darse cuenta les roba a los pobres para darles a los ricos. En Macondo se agrandaron y todos tienen derecho a vivir como los nórdicos aunque la productividad sea neolítica. Las aspiraciones megalómanas con resultados modestos terminan en frustración social y violencia pero a nadie parece importarle. En ese delirio literario, los servidores públicos son un ejemplo de probidad y eficiencia. El Estado es la simbiosis perfecta de la eficacia teutona con la gentileza tropical (tipo registro civil), por eso debemos entregarle todo lo que tenemos porque nos será devuelto con servicios estatales gratuitos y de calidad. En este país del realismo mágico son todos diversos pero iguales, ninguno lucra pero todos profitan, se respeta la libertad de educar y emprender siempre que no se ejerzan. En los macondinos habitan dos almas, la que quiere proteger lo propio con la que quiere aprovecharse del esfuerzo ajeno. La historia del derecho de los últimos 2.000 años ha sido cómo fortalecer la primera y limitar la segunda. Hoy en Macondo, las autoridades dicen que eso estuvo mal y que volvamos el tiempo atrás. Ojalá todo sea un sueño parte del realismo mágico.
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