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Arjona y la academia

MAURICIO JÜRGENSEN, DIARIO LA TERCERA, SÁBADO 3 DE MAYO DE 2014HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2014/05/03/MAURICIO-JURGENSEN/ARJONA-Y-LA-ACADEMIA/jourgensen



No sonaron las alarmas con Myriam Hernández en 2001 y nadie se espantó cuando Los Tres (2008), Los Jaivas (2013) o Jorge González (2014) tuvieron la osadía de pisar este noble entarimado. No hubo reunión de emergencia previa a los shows de Congreso (1992) y de Alberto Plaza (2000), y ningún encargado de la difusión del teatro salió a lavarse las manos por la prensa a partir de la inclusión de Tony Bennett en la cartelera de 2012, o de esas olvidadas galas de la OTI en 1978 y del Miss Chile en 1988. La inexplicable alharaca generada a partir del show que Ricardo Arjona ofrecerá el viernes 9 de mayo en el Teatro Municipal de Santiago sólo desnuda la fragilidad de una de las políticas editoriales más accidentadas en la historia del recinto capitalino: la mentada “apertura” hacia el mundo popular.
La controversia por el arribo del guatemalteco a un espacio que, bien sabemos, está principalmente consagrado a la música docta, parece más un prejuicio contra su apellido y lo que acarrea -a su público, por lo pronto- que un intento serio por salvaguardar un prestigio programático que, según los mencionados “populares” que han antecedido al autor de Señora de las cuatro décadas, ya ha dado muestras de gran flexibilidad artística.
Lo realmente interesante, quizás, tiene que ver con la utilidad del convenio. Es decir, qué gana el Municipal al abrirse a esta “otra música” y, a su vez, qué ganan sus exponentes al subirse a este escenario. Lo segundo parece más o menos claro: darse un gustito y colgarse una medallita en el humilde pecho de su carrera popular. Pero el beneficio para el recinto, más allá del depósito por concepto de arriendo, no parece tan evidente cuando casi siempre tienen que salir a ofrecer disculpas o, peor aún, justificarse públicamente por haber abierto esas viejas puertas que dan hacia Agustinas a uno que no se formó precisamente en la academia.
Lo de Arjona también es simbólico, y odioso a la vez, porque revive una disputa tan añeja como innecesaria a esta altura del partido: la de la música que merece estar en un escenario como éste y la que no. La vieja y torpe pelea entre el verdadero arte, ese que vale la pena ser “apreciado”, y lo que es más bien desechable y digno de tablón más que de los nobles palcos del Municipal. Que además sea Arjona (el commodity del músico odiado, entre otras cosas, por su perfil masivo) el que grafique este dilema evidencia aún más la ambivalencia que ha tenido un recinto que, a pesar de las buenas formas, hoy tiene la descortesía de quitarle el piso a uno de los tantos “populares” que han pasado por su escenario.

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