"Sin duda, habría problemas serios entre los liberales socialistas, partidarios de un Estado fuerte, gestor y protector de las libertades, y los libertarios, es decir, los minimalistas contrarios a toda regulación..."
El polo liberal -imprescindible para que pueda reconfigurarse una política sincera en Chile- ha comenzado a organizarse.
Andrés Velasco corrió con esos colores en la primaria concertacionista; Evópoli acogió a personas provenientes de Horizontal, de RN y simpatizantes de la UDI; el Partido Liberal eligió un diputado; la Red Liberal y Libertades Públicas han estado influyendo de modo creciente; Axel Kaiser ha venido marcando posición; de RN se han ido Platovsky, tres diputados y la senadora Pérez; a futuro se espera una fuga hacia Amplitud de más miembros de aquella colectividad: parlamentarios, ministros y subsecretarios; en la UDI, un ex presidente, Julio Dittborn, ha afirmado que no tiene claro que los liberales ahí presentes vayan a sentirse cómodos "con las propuestas más conservadoras" que existirían en su partido (o sea, en la UDI hay liberales al aguaite); seguramente hasta en el PPD habrá subido la ola liberal, marea siempre presente, aunque hasta ahora contaminada con aceites socialistas.
Más de tres siglos lleva el liberalismo decantándose en Occidente, pero en Chile había casi desaparecido como opción concreta desde mediados de la década de 1960. Mezclados con conservadores, socialistas, nacionalistas o socialcristianos, los liberales han vagado por 50 años sin haber logrado conformar una opción propia. ¿Podrán hacerlo ahora, después de más de dos décadas de construcción de numerosas iniciativas que debieran por fin confluir en una sola? Dependerá de su capacidad de formular un ideario integrado por media docena de temas que deberían discutir y concordar.
No debiera resultarles difícil confluir en su rechazo al gobierno militar. Algunos fueron sinceros opositores al Presidente Pinochet; otros lo abandonaron por conveniencias del momento. Cero problema en esta materia.
Tampoco debiera incomodarles una afirmación irrestricta de la autonomía de los individuos. A unos y otros liberales, esa les parece la piedra angular de toda su ideología. Por lo tanto, ningún trauma debiera producirles concordar en ciertas formas de aborto, en la multiplicación de opciones para unirse sexualmente, en políticas liberalizadoras de ciertos consumos de droga, en ofrecer condiciones para el suicidio asistido y la eutanasia. Respecto de la secularización, tampoco debieran tener conflictos. La inmensa mayoría son no creyentes y aspiran a un Estado laico que sea gradualmente más activo para reducir las doctrinas y las prácticas religiosas a la vida exclusivamente privada.
Hasta ahí, todo bien.
O casi, porque sin duda habría problemas serios entre los liberales socialistas, partidarios de un Estado fuerte, gestor y protector de las libertades, y los libertarios, es decir, los minimalistas contrarios a toda regulación. En esta materia, los temas más sensibles serán la libertad de enseñanza, el emprendimiento económico, la seguridad ciudadana y el medio ambiente, entre otros. Tensión máxima.
Hay también otras dificultades, más prácticas: algunos fugados de sus referentes de origen no están en condiciones de sostener puntos de vista en estas materias; además, varios liberales afirman que su talante les exige actuar por su cuenta y evitar acuerdos minimalistas, y, para rematar, está el acentuado personalismo de algunos eventuales líderes: ¿Velasco, Lily Pérez, Allamand y Felipe Kast en un mismo partido liberal? ¿Y, además, Piñera? No pues: él es socialcristiano, ¿no?
Va a ser muy interesante observar si los liberales lo logran, porque poco después se nos planteará el mismo problema a los conservadores, que, como siempre, vamos un poco más lento.
Andrés Velasco corrió con esos colores en la primaria concertacionista; Evópoli acogió a personas provenientes de Horizontal, de RN y simpatizantes de la UDI; el Partido Liberal eligió un diputado; la Red Liberal y Libertades Públicas han estado influyendo de modo creciente; Axel Kaiser ha venido marcando posición; de RN se han ido Platovsky, tres diputados y la senadora Pérez; a futuro se espera una fuga hacia Amplitud de más miembros de aquella colectividad: parlamentarios, ministros y subsecretarios; en la UDI, un ex presidente, Julio Dittborn, ha afirmado que no tiene claro que los liberales ahí presentes vayan a sentirse cómodos "con las propuestas más conservadoras" que existirían en su partido (o sea, en la UDI hay liberales al aguaite); seguramente hasta en el PPD habrá subido la ola liberal, marea siempre presente, aunque hasta ahora contaminada con aceites socialistas.
Más de tres siglos lleva el liberalismo decantándose en Occidente, pero en Chile había casi desaparecido como opción concreta desde mediados de la década de 1960. Mezclados con conservadores, socialistas, nacionalistas o socialcristianos, los liberales han vagado por 50 años sin haber logrado conformar una opción propia. ¿Podrán hacerlo ahora, después de más de dos décadas de construcción de numerosas iniciativas que debieran por fin confluir en una sola? Dependerá de su capacidad de formular un ideario integrado por media docena de temas que deberían discutir y concordar.
No debiera resultarles difícil confluir en su rechazo al gobierno militar. Algunos fueron sinceros opositores al Presidente Pinochet; otros lo abandonaron por conveniencias del momento. Cero problema en esta materia.
Tampoco debiera incomodarles una afirmación irrestricta de la autonomía de los individuos. A unos y otros liberales, esa les parece la piedra angular de toda su ideología. Por lo tanto, ningún trauma debiera producirles concordar en ciertas formas de aborto, en la multiplicación de opciones para unirse sexualmente, en políticas liberalizadoras de ciertos consumos de droga, en ofrecer condiciones para el suicidio asistido y la eutanasia. Respecto de la secularización, tampoco debieran tener conflictos. La inmensa mayoría son no creyentes y aspiran a un Estado laico que sea gradualmente más activo para reducir las doctrinas y las prácticas religiosas a la vida exclusivamente privada.
Hasta ahí, todo bien.
O casi, porque sin duda habría problemas serios entre los liberales socialistas, partidarios de un Estado fuerte, gestor y protector de las libertades, y los libertarios, es decir, los minimalistas contrarios a toda regulación. En esta materia, los temas más sensibles serán la libertad de enseñanza, el emprendimiento económico, la seguridad ciudadana y el medio ambiente, entre otros. Tensión máxima.
Hay también otras dificultades, más prácticas: algunos fugados de sus referentes de origen no están en condiciones de sostener puntos de vista en estas materias; además, varios liberales afirman que su talante les exige actuar por su cuenta y evitar acuerdos minimalistas, y, para rematar, está el acentuado personalismo de algunos eventuales líderes: ¿Velasco, Lily Pérez, Allamand y Felipe Kast en un mismo partido liberal? ¿Y, además, Piñera? No pues: él es socialcristiano, ¿no?
Va a ser muy interesante observar si los liberales lo logran, porque poco después se nos planteará el mismo problema a los conservadores, que, como siempre, vamos un poco más lento.
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