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La izquierda y la meritocracia

Sr Director:

Las expresiones de Nicolás Eyzaguirre sobre la falta de meritocracia en nuestra sociedad, por las que luego se disculpó hidalgamente en un gesto que lo enaltece, dejan instalado lo que realmente importa, que es el debate sobre el valor y reconocimiento del mérito entre los chilenos. Este es el tipo de debate que la derecha no solo no debería rehuir, sino que debería promover activamente. Me refiero, por cierto, a una derecha fundada en un proyecto político intelectualmente consistente, de influencias culturales más bien anglosajonas y que nada tiene que ver, por lo tanto, con la pertenencia a grupos sociales o económicos.

El fondo de las opiniones de Nicolás Eyzaguirre parece sugerir que al pensamiento político de izquierda lo que le molesta no es la desigualdad en sí misma, sino el hecho que ella provenga de factores sociales, eso que de manera elegante llamamos las "redes" y que la sabiduría popular del chileno define más acertadamente como el "pituto". Vale decir que si pudiéramos asegurar que las personas progresaran en función de sus distintos talentos y esfuerzo, la izquierda aceptaría como justa y legítima la desigualdad social resultante. Pero ello no es efectivo; el recurso políticamente inteligente de asociar la desigualdad con algo tan irritante como la tendencia de ciertas élites a cerrarse en sí mismas y favorecerse recíprocamente no puede impedirnos ver que al pensamiento político de izquierda lo que le molesta es la desigualdad en sí misma, porque conceptualmente en el fondo, y políticamente en la práctica, no cree que el ser humano sea capaz de sobreponerse a su entorno. O sea, no cree verdaderamente en el mérito, o al menos no tolera sus efectos.

¿Qué políticas públicas promueve la izquierda que incentiven el reconocimiento social del mérito? La educación es un ejemplo muy claro de que no las promueve: critica los liceos de excelencia; se opone al copago en la educación particular subvencionada; incluso siempre hay exponentes de esa tendencia a quienes les molestan las evaluaciones de conocimiento, ya que su visión es que pruebas como la PAA o la PSU reproducen la desigualdad.

Lo que es inevitable desde un punto de vista lógico es asumir que el mérito solo es posible de reconocer y valorar sobre la convicción de la libertad del ser humano. Por otra parte, es perfectamente legítimo sostener un proyecto democrático que promueva la igualdad como el gran objetivo político de una sociedad, pero lo que no se puede es ser al mismo tiempo el paladín de la igualdad y del mérito, porque incluso en política es razonable pedirle a la gente que al menos esté de acuerdo con lo que piensa.

Gonzalo Cordero M.

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