Esta es la historia de dos mujeres, hermanastras y adoptadas, esto es, sin vínculos genéticos y apenas culturales. Jasmine (Cate Blanchett), rubia, alta y elegante, ha tenido una vida de lujo y opulencia en Nueva York, con un marido exitoso (Alec Baldwin) en el mundo de las finanzas. La otra, Ginger (Sally Hawkins), morena, baja y tosca, trabaja como vendedora, vive con sus dos hijos en un departamento de San Francisco y ha llevado una vida modesta con parejas de la clase trabajadora.
Todo comienza cuando Jasmine, agitada por una ansiedad contradictoria con su apariencia, llega al hogar de Ginger huyendo del naufragio de su vida; su marido ha sido acusado de múltiples estafas y se ha suicidado en la prisión. Ginger, receptiva y generosa, le da cobijo en un mundo completamente distinto, acaso opuesto.
El relato se desarrolla con sucesivos regresos al pasado de Jasmine, que van progresando por la tragedia que la aguarda al final de la riqueza. La historia -en el sentido de avance desde un punto a otro- pertenece a Jasmine. Con la sola excepción de un matrimonio destruido tiempo atrás -que en realidad sirve para completar el pasado de Jasmine-, Ginger solo habita en el presente, lo que también significa que su vida no está modelada por sus aspiraciones, sino por lo (poco) que encuentra en su camino. Ginger es la sombra carenciada de la que Jasmine ha huido durante toda su existencia.
Esta película ha sido saludada como un regreso triunfante del Woody Allen que, después de su periplo europeo, recupera su mundo norteamericano, aunque no en NuevaYork, sino en San Francisco. Esta aclamación ya es un poco rara, dada la pleitesía que muchos seguidores de Allen rindieron a productos tan poco estimulantes como Vicky Cristina Barcelona y, sobre todo, Medianoche en París. Pero es más extraña porque no hay en Blue Jasmine nada que sea mucho más complejo: solo un mundo dual, polarizado, simplificado hasta el límite de la caricatura, que se parece más al melodrama victoriano que a cualquier cosa posterior. En consonancia con esa planicie, no hay nada visualmente distintivo, ni un solo plano que se levante por sobre la estricta funcionalidad del relato.
Tampoco existe la muy supuesta empatía de Woody Allen con las mujeres: ¿a quién se le puede ocurrir que las opciones emocionales femeninas se repartan entre la histeria de la opulencia y la histeria del conformismo? Tal empatía podría sostenerse a propósito de Interiores, Hannah y sus hermanas o Poderosa Afrodita (entre otras). Pero de ningún modo en el conjunto de su obra. Más bien parece que habita en Allen otra dualidad -como la de Jasmine y Ginger-, cuyo polo complementario muestra en esta película lo que ya había en Alice, Melinda y Melinda y Conocerás al hombre de tus sueños (entre otras): una misoginia compulsiva.
Blue JasmineDirección: Woody Allen. Con: Cate Blanchett, Alec Baldwin, Sally Hawkins, Andrew Dice Clay, Peter Sarsgaard, Bobby Cannavale. 98 minutos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS