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El mensaje en sí es claro,


los pormenores complejos...
Presbítero Patricio Astorquiza Fabry
Diario El Mercurio, Domingo 18 de noviembre de 2012

El Evangelio de San Marcos nos ofrece hoy un resumen del anuncio de Jesús sobre su segunda venida. Para analizarlo en detalle se requeriría un estudio comparado con los pasajes paralelos de los otros Evangelios. Bástenos decir que el mensaje en sí es claro, y los pormenores son complejos.
Jesús estaba describiendo tanto el final de Jerusalén, a manos de las tropas romanas, como el final definitivo del universo entero. Cuando los Evangelios comenzaron a circular más ampliamente entre los primeros cristianos, es probable que ya hubiese ocurrido la destrucción de Jerusalén en el año 70. Se hacía de este modo realidad la advertencia de Jesús: "Os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo se cumpla". Quedaban así los cristianos a la expectativa de la segunda venida: "Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad".
La Revelación Cristiana ofrece dos tipos de información: el esclarecimiento de ciertas verdades naturales como la existencia de Dios, la inmortalidad del alma, la naturaleza del matrimonio, etc. Y también verdades naturalmente inalcanzables, como la intimidad de Dios en la trinidad de personas, el proceso de Redención, la resurrección y la segunda venida de Cristo. En principio no hay indicios astrofísicos que postulen esta transformación del universo actual en otro radicalmente distinto. Y mucho menos que el organismo humano sea capaz de sobrevivir una hecatombe de esa naturaleza.
Como dice el Evangelio de hoy: "El día y la hora nadie lo sabe". Ni nos hace falta saberlo, si intentamos ser cristianos fieles a su Maestro. Las enseñanzas de Jesús en el resto del Nuevo Testamento están llenas de consecuencias sobre este carácter inestable y pasajero del mundo en que vivimos. Nuestro Señor viene a enfocar nuestros ojos hacia la eternidad. No a despreciar la Creación ni a descuidar su mejora, pero sí a ser más perspicaces, y mirar toda la vida actual como quien contempla una vitrina. En lugar de conformarnos con nuestra propia imagen reflejada en los cristales, podremos así interesarnos en el contenido inmortal al interior de la tienda de la vida.
Y por último, nos dice el Evangelio de hoy: "El cielo y la tierra pasarán; mis palabras no pasarán". Al visitar recientemente los cementerios, nos hemos percatado de que tantas generaciones de cristianos antes que nosotros han mantenido y transmitido esta esperanza cierta: algún día seremos convocados ante el Redentor que viene a resucitarnos y llenarnos de gozo en su presencia. Con esta santa convicción parece cumplirse mejor el "descanse en paz" que marca tantas tumbas cristianas desde las catacumbas hasta el día presente.

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