Todos podemos criticar lo que ha sucedido por estos días en la Franja de Gaza. Violaciones a los derechos humanos han ocurrido y son siempre condenables, vengan de donde vengan. Es decir, no se puede justificar la violencia de un lado y aplaudir la del otro. Pero hay algo que separa a Israel y los jefes de Hamas. Los primeros son una democracia representativa y los segundos no. Es que en el primero al abusador se le puede someter a juicio, mientras que en Gaza se puede ajusticiar impunemente a cualquiera bajo el pretexto de ser un espía sionista.
No nos perdamos. No justifico al Primer Ministro Benjamín Netanyahu y sus políticas que, en general, no comparto. No me gusta el muro que divide a israelíes de palestinos. Me alegra que Israel se haya retirado unilateralmente de Gaza. Tampoco he criticado a la autoridad palestina que está en Cisjordania y que reconoce a Israel con su derecho a existir, el mismo que ellos tienen para un Estado Palestino. Por supuesto que en estos años Israel ha cometido tropelías en la región, pero sus autoridades están sujetas a los controles de un Estado de Derecho y también a la mirada severa de la comunidad internacional, cosa que nunca los regentes de Hamas han hecho y/o respetado. Son un grupo antisemita vinculado a Irán, un Estado donde los derechos humanos están ausentes hasta del diccionario.
Por eso me abrumo cuando el progresismo trata sólo de mirar la realidad detrás de un cristal brumoso. No me dejo de preguntar qué dirían aquellos defensores de la diversidad sexual, de la ampliación de derechos para la igualdad de género y el respeto a un Estado laico frente a la actitud de fanáticos religiosos, los mismos que no trepidan para proclamar que no creen en la dignidad de la mujer y ejecutan a las personas homosexuales.
Ese es el problema central del argumento. Por cierto que no apruebo que bombardeen Gaza. Pero también me indigna que la gente en Tel-Aviv o Jerusalén sea provocada como lo ha sido por grupos extremistas, aquellos que quieren desviar la atención de lo que ocurre en Siria y en otros países de la región donde campean las dictaduras.
Me llama la atención que aquellos que tanto criticaban (con razón) al Presidente George Bush y los Neoconservadores por dividir el mundo entre buenos y malos, sean los mismos que hoy ensalzan a unos y mandan a la hoguera a otros. Para los abusos por parte de las fuerzas de Israel están los mecanismos de acción de denuncia, juicio y condena, tanto en el derecho interno como en los organismos internacionales. ¿Ante quién Hamas va a rendir cuenta? El fanatismo impide la paz. No será desde este rincón del mundo que sigamos insuflando el extremismo.
La comunidad internacional está cada vez más clara acerca de la solución de dos Estados. Los problemas en el camino pueden negociarse. El trabajo de la Secretaria de Estado norteamericana, Hilary Clinton, demostró que además ser una buena negociadora, está lista para ser en el futuro una Comandante en Jefe de lujo. Las perspectivas futuras pueden cambiar para mejor si se sigue en la senda del entendimiento. Por cierto que muchas fuerzas van a tratar de impedir los avances.
Sin embargo, todo está en la mesa para que Israel y Palestina puedan coexistir en paz. No se necesita borrar del mapa a uno para que el otro pueda respirar. Un día de diciembre en 1994 Yasser Arafat, Shimon Peres y Yitzhak Rabin caminaron juntos por un pasillo en el centro del Salón donde la Academia Noruega los galardonaba con el Premio Nobel de la Paz. Ellos lo tenían claro hace 18 años. Las motivaciones no han cambiado. Que la propaganda no le gane a la paz.
Foto Flickr TeleSurTV
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