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El 17 de agosto de 2011 fue iniciada por mensaje presidencial la tramitación del proyecto de ley sobre acuerdo de vida en pareja, que regula las relaciones patrimoniales de las personas que han optado por una comunidad de vida diversa al matrimonio. Este es un buen test para medir quienes estamos de acuerdo con ampliar la visión tolerante y democrática y, en cambio, quienes se quieren quedar atrapados por sus fantasmas.
Sin duda el Acuerdo de Vida en Pareja regulará a gran parte de aquellas parejas heterosexuales que no quieren o no pueden casarse. Pero,sinceremos la discusión, también hace referencia a aquellas parejas integradas por personas de un mismo sexo que quieren reconocimiento legal a su unión.
Por años los homosexuales fueron considerados como viciosos, incluso como enfermos. Hasta hoy algunos los consideran una anomalía. Apartados casi como leprosos. Hasta hoy se argumenta que asumir su existencia aumentaría su número. Los gays ha sido objeto de burla, desprecio y menoscabo en nuestra sociedad con nuestros chistes sobre los “colitas”, los “maricas”, los afeminados, burlarse de la inferioridad del sodomizado o caricaturizarlos reduciéndolos a lo que los propios gay denominarían “locas”, son muestras de aquello. Tal visión reduccionista, intolerante e ignorante está basada en una opinión seudoreligiosa que la ciencia repulsa [1] y que ni las propias doctrinas religiosas bien entendidas soportarían. [2]
La segregación a los homosexuales no es nueva: nuestra ley ha incurrido históricamente en los mismos vicios que criticamos antes. Hasta hace pocos años [3], era sancionable que adultos homosexuales libres y maduros tuvieran relaciones sexuales en privado. El solo nombre de dicho delito denota la connotación moralista de la sanción: sodomía. [4] Incluso hoy subsiste tal tipo penal, creando una arbitraria discriminación que solo afecta a hombres homosexuales, excluyendo al resto de los menores de edad como sujeto pasivo de iniciaciones sexuales irresponsables. [5]
La dignidad de los homosexuales, ignorada por años, exige no sólo que no se les discrimine, sino que se acepte plenamente su condición y se respeten sus derechos. Y la existencia de un acuerdo de vida en pareja apunta hacia esa línea.
Por años hemos equivocado en la centroderecha el trato a los homosexuales y mantenemos con ellos una deuda pendiente. Algunos hasta hoy incrementan esta deuda, particularmente los sectores más conservadores, quienes por temor a debilitar la naturalidad de la condición heterosexual y el orden natural de la familia, por mera homofobia, o por simple ignorancia, han hecho que el sector ignore las demandas legítimas de dignidad de los homosexuales.
Esa visión, anclada en el pasado, nos ha alejado del ideario libertario que siempre hemos defendido: los partidarios de la centroderecha amparamos la dignidad de quienes merecen nacer, la decencia de la muerte natural y la superioridad ontológica de la persona por sobre cualquier otro ente terreno, cosas todas correctas, pero con la misma energía debemos defender también como sector la dignidad de quienes, por condición no elegida, tienen diferencias sexuales respecto de la mayoría.
En fin, creo que ha llegado la hora. Una derecha moderna debe favorecer la libertad, que quienes pretendan "salir del closet" puedan sentir que su dignidad les es resguardada, que no es sino propiciar la aristotélica igualdad isonómica de trato, resumida en tratar igual a quienes son iguales. La centro-derecha del siglo XXI debe avanzar no solo en legalizar las uniones legales homosexuales, sino también en apoyar la legislación en favor de la no discriminación, abogar para la tipificación de crímenes de odio, erradicar la odiosa distinción del delito de sodomía ya comentada y en general propiciar espacios de participación igualitaria en la que los homosexuales no sean juzgados sino por sus méritos y logros como al resto. Esos, y no aumentar la intolerancia, son los desafíos propios de una cultura de centro-derecha democrática.
Nadie debe vivir encerrados en un closet por miedo. Muchos homosexuales aun siguen en él por temor. Otros, siendo heterosexuales, viven encerrados en un armario aún más oscuro, frio y polvoriento: el de la ignorancia, la intolerancia y la discriminación. Promover y aprobar el Acuerdo de Vida en Pareja sería, para ellos, una muestra de apertura necesaria y de consecuencia con valores libertarios.
[1] La ciencia ha demostrado que se trata de una “condición” y no de otra cosa. Desde 1991 Simon LeVay descubrió que existe una diferencia en el porcentaje del tamaño y volumen del tercer núcleo intersticial del hipotálamo anterior (INAH3) entre hombres homosexuales y heterosexuales, aclarando que este es más grande en heterosexuales en comparación al hallado en cerebros homosexuales.
[2] En efecto, iglesias nacionales protestantes de Europa, en especial la de países nórdicos, como la Iglesia presbiteriana de Escocia, la Iglesia luterana de Suecia y la Iglesia luterana de Noruega han permitido, sin darle lugar a ningún prejuicio o discriminación, la comunión de homosexuales. En el caso de la doctrina católica, su Catecismo en su canon 2358 señala que los homosexuales “Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida”, no obstante tal credo considera la homosexualidad como un desorden natural.
[3] La Sodomía es contemplada como delito en Chile desde 1875. El Código Penal establecía en su Art. 365 la ilegalidad de que dos varones mantuvieran relaciones sexuales (anales-orales) entre sí. Dicho artículo se mantuvo casi inalterable por 120 años, hasta 1999, año en que la acción típica se modifica, sancionando al adulto hombre que sostiene relaciones homosexuales con menor hombre de 18 años pero mayor de 14.
[4] El término proviene del nombre de la antigua ciudad de Sodoma, la cual según la Biblia fue destruida por Dios por sus pecados, entre ellos la práctica del sexo anal.
[5] Un interesante estudio sobre el artículo 365 del Código Penal chileno del sicólogo y magister en criminología Leonardo Zúñiga Ogueta puede leerse en http://www.almonacidycia.cl/recursos/Sodomia.pdf
[6] Basta recordar el triste destino de cerca de 50.000 homosexuales en la URSS condenados en aplicación del artículo 121 del Código Penal que proscribía la sodomía, con penas de hasta 8 años de trabajos forzados. Basta rememorar a Gorki en Humanismo Proletario: “Exterminad a los homosexuales y el fascismo desaparecerá”.
[7] Recomiendo leer los interesantes trabajos de Thomas Sowell a este respecto. Por todos, “Discriminación positiva y matrimonio homosexual”
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