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Les daré un corazón nuevo



ANDRÉS ARTEAGA MANIEU 

Andrés Arteaga Manieu
Obispo Auxiliar de Santiago 
Diario El Mercurio, domingo 28 de septiembre de 2014

Los profetas anunciaron desde antiguo que al Pueblo de la Alianza Dios le daría un "corazón nuevo" y un "espíritu nuevo". La imagen utilizada por uno de ellos es la del agua que purifica; y más interiormente la del corazón nuevo: "Derramaré sobre ustedes un agua pura que los purificará de todas sus inmundicias e idolatrías. 
Los purificaré y les daré un corazón nuevo y les infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne" (Ezequiel 36, 24-28). 

Los primeros discípulos de Jesús, por su experiencia, estaban convencidos de que esta promesa se comenzaba a realizar con Jesucristo. Y su cumplimiento definitivo no estaba lejos. El mismo San Pablo expresa en sus escritos que la venida plena de la salvación estaba cerca, y que había que estar preparados. 

El Apóstol Pedro invita a una "paciente espera" (2 Pedro 3, 13-15), pues si la segunda venida tarda es porque Dios tiene paciencia y espera nuestra conversión. Nos da "oportunidad para alcanzar la salvación". La parábola de los dos hijos enseña que la conversión a veces tarda. Nuestra primera respuesta al llamado del Señor puede que no sea inicialmente el arrepentimiento y la fe. 

El corazón de piedra es insensible a la iniciativa misericordiosa de Dios. Pero el Señor no ha venido a buscar a los justos y sanos, sino a los pecadores y enfermos. Pues la fuerza de la gracia puede transformar esa piedra en carne y también infundir un espíritu nuevo. Un ejemplo fuerte y casi extremo es el del buen ladrón. 

El perdón de Dios no se suma a la contabilidad de pecados y virtudes, sino que hace de quien se arrepiente de corazón y de vida una creatura nueva. También nuestro arrepentimiento puede ser solo de palabras o piadosos deseos, pero no de obras que coherentemente las respalden. El mensaje de esta enseñanza de Jesús es la de evitar toda forma de autocomplacencia y de distancia entre lo que decimos y hacemos.

La conversión no solo es un bien para la persona sino que es el mejor aporte al bien común. En este último domingo del mes de septiembre, tan significativo para nuestra patria, hacemos oración por Chile. Le pedimos a la Santísima Virgen María, Nuestra Señora del Carmen, que podamos escuchar atentamente la Palabra de Dios, meditarla en el corazón y ponerla en práctica.

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