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Teoría peregrina para ahorrarse unos piticlines - [Un tratado sobre fortificaciones y piscolas caseras]‏





RODRIGO GUENDELMAN, DIARIO LA TERCERA, SÁBADO 31 DE MAYO DE 2014HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2014/05/31/RODRIGO-GUENDELMAN/CHILENOS-PUERTAS-ADENTRO/
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Chilenos puertas adentro


Una gringa que vive parte de su tiempo en Chile y que tiene un sitio web que se llamaThemiddlefingerproject.org, escribió una columna sobre su experiencia acerca de salir con hombres chilenos. Básicamente, se trataba de una gran queja: “Estoy constantemente frustrada aquí, porque ‘salir’ con alguien parece ser sinónimo de ‘Oye, ¿qué vas a hacer esta noche? ¿Te tinca que te pase a ver y nos tomemos una piscola?’”. La gringa aclara de inmediato que eso, para ella, no es salir. Que invitar a una chica es permitirle que luzca su tenida más sexy en un lugar público y, ojalá, con un trago que cueste más de $ 1.500 la botella.
Voy a usar mi columna para contestarle a Ashley Ambirge, esta estadounidense que se mueve entre Filadelfia, Costa Rica y Santiago. Recojo el guante de su reclamo y expongo, citando la historia y a algunos de nuestros brillantes cronistas.  Pero antes, reconozco que la observación de Ashley es absolutamente válida y a lugar:Somos caseros, puertas adentro y valoramos como pocos pueblos el hogar, la familia y la vida entre cuatro paredes.
Es cierto, Miss Ambirge, pero no es producto del azar. Son las circunstancias las que nos llevaron a ser así. Fíjate que no hubo país conquistado por los españoles que gastara más dinero en fortificaciones, armamento y dotaciones militares.“Sin esta inversión, ese gasto, el país habría estado entre los más opulentos de las Indias”, escribió el padre Alonso de Ovalle.
Es más, probablemente nuestra capital habría estado en la Araucanía, de Temuco a la costa, y habría sido una grandiosa ciudad de tipo español.“Pero todo ha sido distinto”, explica el historiador Miguel Laborde, “porque en el territorio habitaban los indígenas más belicosos de la América Hispánica, los que destruyeron las ciudades del sur empujando a los españoles hasta Santiago. Porque la Guerra de Arauco consumió el 40% de los recursos públicos de la Colonia, impidiendo invertir en palacios y templos monumentales. Porque los piratas y corsarios no cesaron de atacar el país, apoderándose de sus riquezas en los puertos o ya embarcadas. Porque el terremoto de 1647 destruyó Santiago y las villas cercanas desapareciendo la ciudad de los conquistadores. Porque el terremoto de 1730 destruyó toda la ciudad y villas cercanas, desapareciendo la segunda ciudad, harto más sólida”.  No ha sido fácil nuestra historia, Ashley. Pero nos ha dado resiliencia. Claro que eso no sirve para entretenerse un sábado en la noche.
¿Qué tiene que ver, te preguntarás, toda esta historia de conflictos, de desgracias, de pueblos tan corajudos como el mapuche, con que el chileno que conociste te invitó a tomar pisco en la casa? Mucho. Todo, en realidad.
Me explico. Las circunstancias nos llevaron a vivir en ciudades-fuertes pensadas para defendernos.  Aprendimos a vivir en estado de alerta, “con un ojo abierto ante la amenaza siempre latente de un ataque indígena precedido por escalofriantes aullidos. Puertas adentro”, narra Laborde en su extraordinario libro Santiago, Región Capital de Chile. Una invitación al conocimiento del espacio propio (2004).
¿Se entiende, Ashley? No es que seamos tacaños. Ni fomes por capricho. Lo que pasa es que es justamente en la casa, en el departamento, bajo techo, nuestro techo o el de alguien conocido, donde más a gusto nos sentimos. Tal vez eso explique que en Santiago haya pocas discotecas o que nuestra vida nocturna nunca haya sido un referente a nivel continental. Imagínate, Ashley, que durante décadas, Chile no fue otra cosa que un territorio fronterizo, un borde financiado por España para alejar a los Jack Sparrow ingleses, holandeses y franceses de los tesoros de ese virreinato que estaba en Perú. Éramos un foso con muro. Y punto. Un espacio donde o te atacaban o se te movía el piso con un temblor o te asaltaban desde el mar. Así nos formamos. Desconfiados. Soportando. Reconstruyendo a cada rato. ¿Viste, Ashley, que no es de mala gente lo del pisco en la casa?

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