Triste elogio del hombre común
por Patricia Espinosa
Diario Las Últimas Noticias
Viernes 20 de junio de 2014
Acudir
a la simpleza formal
y la austeridad discursiva,
concentrándose
en el viejo tópico
del amor fallido
y salir indemne,
es una tarea nada de fácil.
Otoñal
lo consigue
con naturalidad
y serenidad narrativa.
Sin el más
mínimo apuro,
Luis Seguel Vorpahl,
construye
una novela breve,
delicada y desbordante
de un sentimentalismo
apagado, sin estridencias,
con un protagonista
que va dejando entrever
su arraigado discurso
sobre el paso del tiempo
y lo que significa vivir
consagrado a comprobar
la pérdida del sentido.
Sánchez
es la voz única
de esta narración,
un personaje huraño,
saturado de rutinas, mañas,
que parece haber envejecido
prematuramente.
A sus cincuenta y algo,
siente que ha entrado
de lleno en la vejez
y que ahora
sólo le queda deslizarse
hasta llegar a ser
un jubilado enclaustrado
en sus hábitos de solitario.
Trabaja
en un banco,
tiene ahorros
y hace unos
veinte años
tuco una corta
pero intensa
relación amorosa
con Beatriz,
una mujer casada
y con hijos,
que optó
por su familia,
abandonándolo
en la plenitud
del romance.
En apariencia
es un personaje
que ha eliminado
cualquier forma
de malestar;
sin embargo,
bajo la artificiosa
comodidad,
se anida un estado
de conmoción permanente.
Los recuerdos
del amorío
se mantienen vívidos,
perturbando
su presente en demasía.
Esa etapa
de su pasado
se ha convertido,
en perspectiva,
en su única experiencia
de felicidad.
Y aun cuando
la tristeza se impone
al mirar hacia atrás,
los hechos acontecidos
son encarados
sin nostalgia,
desvinculando,
además,
al protagonista
de la condición de mártir.
Estos
dos aspectos
de la novela
resultan vitales
al momento
de considerar
los méritos
y, en especial,
las particularidades
del personaje central,
un tipo en extremo
disciplinado
en sus emociones,
abrumado
y al mismo tiempo
duro para enfrentar
sus debilidades.
De esta forma,
el volumen se alza
como una suerte
de triste elogio
del hombre común
y sus corrientes
y grisáceos avatares.
Escarbar
en la trivialidad
de sus preocupaciones,
exponer una reflexión
sobre el deseo,
las frustraciones
y, en definitiva,
lo que significa
vivir desasido
de cualquier esperanza,
parece el objetivo central
de esta escritura
que, de paso,
exalta el conformismo
y, en especial, la rutina.
El trato
que el relato
da a la resignación
resulta sugerente
y provocador,
porque el personaje
la integra
a su larvaria vida
de una forma ambigua.
Por momentos
asume con calma
su quietud, para luego
girar hacia un tono
de rabia y despecho
no sólo ante
la ausencia de Beatriz,
sino hacia quienes,
en diversas etapas
de la vida,
lo maltrataron.
Nunca
en todo caso,
victimizándose,
porque Sánchez,
a pesar de ser
quitado de bulla,
favorablemente
no se caracteriza
por ser humilde
ni cordial.
Es orgulloso,
desagradable
en su sequedad
y hasta prepotente
en su mutismo,
logrando generar
antipatías, por ejemplo,
con sus compañeros de trabajo.
El fracaso amoroso
funciona como
el simulado
eje de la novela,
y es por esta
vertiente
que la novela
se tensiona;
sin embargo,
a este discurso
se sobrepone
un nuevo ángulo
del personaje.
Tironeado
por el catolicismo
y el existencialismo,
Sánchez toma
una opción
que no lo libera,
pero consolida
una postura
materialista
sobre la vida.
Alejada
de cualquier
rimbombancia,
Otoñal consigue
reivindicar el arte
de contar historias,
enfatizando
la presencia del narrador
y poniendo en ejercicio
la habilidad de
suspender o retardar
cualquier salida,
en una suerte
de melancólica
dialéctica negativa,
que marca a fuego
este interesante volumen.
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Una reseña crítica
de otra obra del mismo autor
Cállate Viejo 'e Mierda
se puede leer en:
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