La capacidad de elegir conscientemente
entre distintos caminos de acción
y actuar conforme a la elección tomada,
es decir asumiendo las consecuencias
de dicha acción inspirado en determinados
ideales o principios de conducta,
son los que caracterizan a la voluntad.
Ésta viene inscrita en los rasgos de personalidad
del individuo, que ciertamente pueden ser cultivados;
pautas de pensamiento, percepción y comportamiento
relativamente estables y profundamente enraizadas en cada sujeto.
Como rasgos de la personalidad influyen
el temperamento, el carácter y la forma en que el individuo
percibe, por ejemplo, un determinado objeto, hecho o situación.
La percepción, entendida como el proceso
mediante el cual la conciencia integra
los estímulos sensoriales sobre
objetos, hechos o situaciones
y los transforma en experiencia útil.
Respecto del carácter, muchas veces
se le confunde con el temperamento.
El carácter es el conjunto de reacciones
y hábitos de comportamiento
que se han adquirido durante la vida
y que dan especificidad al modo de ser individual,
en cambio el temperamento es la peculiaridad
e intensidad individual de los afectos psíquicos
y de la estructura dominante de humor y motivación.
Adaptado de un texto de José Luis Dell’Ordine
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