- Puede haber un inmenso error
en la comprensión de la homosexualidad,
sea en quienes la condenan como en quienes la defienden.
• Parece necesario contar, en la discusión de este asunto,
con una fenomenología en profundidad del amor ...
FENOMENOLOGÍA
En filosofía es posible caracterizar en general a la fenomenología como un movimiento filosófico que llama a resolver todos los problemas filosóficos apelando a la experiencia intuitiva o evidente, que es aquella en la que las cosas se muestran de la manera más originaria o más patente. Por eso las diferentes vertientes de la fenomenología suelen discutir constantemente sobre qué tipo de experiencia es relevante para la filosofía y sobre cómo acceder a ella. De ahí también que todas ellas se suelan apropiar del lema ¡A las cosas mismas!, que aplica en realidad para todo conocimiento científico en tanto que conocimiento que apela a la experiencia evidente.
Por ejemplo, fenomenología es un término que se utiliza en la física de altas energías para describir un cuerpo de conocimiento que relaciona entre sí distintas observaciones empíricas de forma consistente con la teoría fundamental, pero sin derivar estas observaciones directamente de dicha teoría fundamental.
Tribuna
Amor y matrimonio
por Juan de Dios Vial Larraín
Diario El Mercurio, Martes 15 de Mayo de 2012
Es un hecho muy patente que la relación amorosa entre dos individuos de diverso sexo, en los seres humanos y en los animales, alcanza su cima significativa en la generación de un nuevo individuo de la especie. El hombre y la mujer, en su relación amorosa, son quienes generan un hijo. Éste es, probablemente, el episodio más maravilloso de la naturaleza. En él se reúnen y culminan, en notable conjunción, tanto la felicidad, el goce, el placer y el sentimiento humanos, cuanto las poderosas fuerzas de la vida, expresadas ya desde el instinto. Pocos como la mujer que es madre lo saben mejor.
Pues bien, esa acción, que es obra humana propia de amor, pareciera tener también, en cierta medida, una forma de afecto que liga profundamente a individuos de un mismo sexo, en donde el principio creador, en el orden de la vida, sin embargo, no se logra ni se persigue. Lo cual no obsta para que se pretenda equiparar una y otra forma en el plano ético y jurídico, como lo ha hecho recientemente -en virtud de un nuevo parecer suyo, y en vísperas de una nueva elección- el Presidente de los Estados Unidos.
Platón muestra en el "Banquete" cómo un grupo de distinguidas figuras de la cultura griega celebran el amor en sendos discursos, algunos de los cuales hasta pueden parecer aberrantes, pero que muy probablemente reflejan prácticas en uso. Es corriente que en los "Diálogos" de Platón se muestren las más diversas perspectivas para abordar un asunto, inclusive mediante fatigosas retóricas no exentas de ironía. La noción platónica de dialéctica está presente en esos juegos.
En el último de los discursos -ciertamente, la pieza capital del texto- emerge el narrador, se diría hoy. Platón, bajo la máscara de una misteriosa figura, dice la última palabra. En ella celebra el amor con el nombre de una divinidad: Eros. Ésta sería una fuerza que recorre el universo desde los primeros estratos de la vida hasta las mayores alturas del espíritu y la cultura. El rasgo esencial que distingue a esta fuerza es su capacidad creadora del hombre y, por ende, del humanismo y de las humanidades. Ese universal y maravilloso proceso alcanza su cima y se corona con lo que el diálogo, en fórmula muy platónica, llama la belleza en sí misma. Eros es, eminentemente, generación en la belleza. En la Biblia, fuente de religiones superiores como el judaísmo, el cristianismo y el islam, ciertamente el motivo creador alcanza su dimensión suprema: el monoteísmo, un Dios supremo y único creador del mundo. En ella hay textos muy vigorosos que impugnan el amor entre individuos del mismo sexo.
Situándose estrictamente en la dimensión sexual procreadora, la pregunta que cabe hacer es acerca del significado, del contenido real y del valor que posee ese afecto humano profundo dirigido a otro individuo del mismo sexo y, por consiguiente, ajeno al principio creador que se distingue en la naturaleza propia del amor.
El afecto profundo que se da entre seres del mismo sexo puede estar entre los más nobles: ahora léase la amistad en la "Ética", de Aristóteles. Pero en la medida en que entra en esa relación el elemento sexual, el camino es otro; y las cosas no deben confundirse. Diríase a la manera escolástica "distinguir para unir". Distinguir el amor conyugal que asume la dimensión del hijo y su mundo (matrimonio y familia) del tierno afecto entre homosexuales al que cabe dar formas de reconocimiento, desde luego, para protegerlo contra hirientes discriminaciones o formas de injusticia. Ir más allá puede tomar algo así como caracteres vengativos y llegar a ser una forma de descalificación del amor entre hombre y mujer, a pretexto de establecer cierta uniformidad, lo que, en el fondo, guardaría estrecha simetría con la misma que se busca corregir.
Puede haber un inmenso error en la comprensión de la homosexualidad, sea en quienes la condenan como en quienes la defienden. Lo que no veo claro es que se entienda bien de qué se habla. El mayor quid pro quo resulta de que en ambos bandos hablan de algo que cada uno de ellos no es y que, además, siente su propia identidad amenazada por la del otro.
El principio creador que legitimaría la heterosexualidad pudiera verse desmentido por argumentos construidos sobre la diversidad de hechos conocidos que frustran la creatividad del sexo sin quebrar el amor; entre éstos pueden estar tanto la castidad como la esterilidad. No son, a mi entender, argumentos de mayor peso.
En cambio, sí me parece necesario contar, en la discusión de este asunto, con una fenomenología en profundidad del amor que esclarezca en qué medida cabe llamar amor a una experiencia que
tiene rasgos tan singulares; que ha sido objeto de investigaciones profundas, como las de Freud, por ejemplo. Y de la que hay tan vivos y notables testimonios de personas, conductas y modos de ser que señalan su singularidad. Creo interesante discernir rasgos de carácter, por ejemplo, cierto tipo de egocentrismo que con frecuencia marca formas de afecto con contenido sexual, pero con un ser que no es distinto. En el cual el sujeto pareciera, más bien, estar mirándose a sí mismo. Realizar una confusa proyección de sí; no un don de sí a otro, que es diverso, y al que se reconoce como tal en un acto de mutua entrega, ligado a la vida; un acto que está en el origen mismo del ser humano.
Juan de Dios Vial Larraín
Carta
Amor y Matrimonio
Diario El Mercurio, Sábado 19 de Mayo de 2012
Señor Director:
La extraña declaración del Presidente de los Estados Unidos sobre un cambio de parecer que habría experimentado acerca de lo que llamó “matrimonio gay” me movió a una reflexión que “El Mercurio” publicó el martes 15 de mayo y acerca de la cual quisiera hacer una breve precisión para evitar malas lecturas.
Uno bien puede cambiar de parecer en esta materia, inclusive por algún cálculo electoral que no necesariamente invalida el parecer anterior y más bien pudiera inducir a preguntar: ¿Qué razón ha podido existir a lo largo de la historia y a lo ancho de las más diversas culturas de la humanidad para instituir el matrimonio entre la pareja que forman un hombre y una mujer? ¿Ha habido en ello un injusto gesto discriminatorio hacia personas con una inclinación sexual hacia individuos del mismo sexo, que reclaman para sí el mismo trato?
No quisiera decir nada que pudiera resultar hiriente para personas homosexuales; hasta sospecho que para buena parte de ellos mismos la seudo igualdad proclamada por una ley puede llegar a ser nada más que otra caricatura, una más de las que han sido víctimas.
Intenté una respuesta a la pregunta recién formulada y acudí a dos fuentes fundamentales de nuestra cultura en las cuales creo reconocer una verdad muy esencial: la fuerza maravillosa del amor, que recorre el universo, radica en la idea de “creación”. Platón en el “Banquete” remite el amor a los orígenes de la vida engendrada por una ineludible diferencia que permite a sus partícipes encontrarse en el hijo. Algo muy notable en ese texto es que ese arquetipo de la vida humana revelado en el sexo es, para Platón, la clave de la cultura humana, del humanismo, de las obras del arte y de las instituciones sociales. Creación involucra algo nuevo, algo distinto, la conquista de algo que es otro, por el encuentro con alguien que también es otro, no yo mismo. Por lo tanto, de algo trascendente. Desde luego, la vida en todas sus reales diferencias, bajo un signo que Platón llamó: lo bello en sí mismo.
No es del caso repetir aquí los fuertes textos sobre esta materia del libro sagrado de las grandes religiones monoteístas que consagran la idea de un Dios creador, un Padre en el cristianismo. Este puede ser el contexto profundo de la institución del matrimonio. Es lo que intenté decir en mi reflexión.
Juan de Dios Vial Larraín
FENOMENOLOGÍA
En filosofía es posible caracterizar en general a la fenomenología como un movimiento filosófico que llama a resolver todos los problemas filosóficos apelando a la experiencia intuitiva o evidente, que es aquella en la que las cosas se muestran de la manera más originaria o más patente. Por eso las diferentes vertientes de la fenomenología suelen discutir constantemente sobre qué tipo de experiencia es relevante para la filosofía y sobre cómo acceder a ella. De ahí también que todas ellas se suelan apropiar del lema ¡A las cosas mismas!, que aplica en realidad para todo conocimiento científico en tanto que conocimiento que apela a la experiencia evidente.
Por ejemplo, fenomenología es un término que se utiliza en la física de altas energías para describir un cuerpo de conocimiento que relaciona entre sí distintas observaciones empíricas de forma consistente con la teoría fundamental, pero sin derivar estas observaciones directamente de dicha teoría fundamental.
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