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Las vaguedades y consignas se combinan con alusiones apocalípticas a refundaciones, sistemas totalitarios, retroexcavadoras y tsunamis tributarios...‏

Columna del día
Nuevo ciclo sin nueva política 
María de los Ángeles Fernández Ramil
Diario El Mercurio, Lunes 21 de abril de 2014

"El corto rodaje del Gobierno ha visto la reedición del cuoteo, 
las comisiones, los delegados presidenciales y la lógica de compensaciones..."
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La idea de que Chile asiste 
a un momento histórico distinto 
que se ha dado en llamar Nuevo Ciclo 
se ha extendido como un supuesto incontrastable. 

Aunque se le atribuyen significados variados, 
sus publicistas la presentan 
como un sentido de los tiempos 
en el que encarnaría una nueva relación 
entre la sociedad, el gobierno y el Estado.

Algunas de sus señales serían 
la existencia de una ciudadanía más demandante, 
el rechazo intermitente a un modelo 
que ha convertido todo en una oportunidad de negocio, 
el logro de una mayoría parlamentaria 
que permite concretar unos cambios 
que se esperan cualitativamente distintos, 
los límites de la política cupular de los acuerdos 
y los cambios experimentados en la coalición gobernante 
en clave meritocrática y generacional, pero, a la vez, 
frustrando las expectativas de paridad de género 
como señal de avance en una dimensión importante de la desigualdad.

Más que algo dado, 
el Nuevo Ciclo debiera considerarse 
como un proyecto en construcción, 
puesto que aparece como portador de continuidades 
en combinación con dilemas no resueltos. 

Ante ICARE, y luego del preludio movimentista de 2011, 
Enrique Correa celebraba el regreso de la política institucional 
en el contexto electoral del año 2013. 

Dicha política, sin embargo, 
no termina por digerir la abstención históricamente en alza 
o la consistente disociación que los chilenos muestran 
entre estados de satisfacción personal y malestar social. 

El corto rodaje del Gobierno ha visto la reedición 
del cuoteo, las comisiones, los delegados presidenciales 
y la lógica de compensaciones, aunque más de alguno dirá: 
¿podría hacerse de otra forma?

El del lenguaje es un terreno sintomático 
de los desajustes entre lo nuevo 
y la persistencia de lo viejo y sus fantasmas. 

Las vaguedades y consignas 
se combinan con alusiones apocalípticas 
a refundaciones, sistemas totalitarios, 
retroexcavadoras y tsunamis tributarios. 

Se presentan alternativas sin matices 
entre la gestión de una mayoría parlamentaria 
que no garantiza cambios perdurables 
y la denuncia de un hipotético salto al vacío 
que supondrían formas nuevas, 
como una asamblea constituyente. 

Se ha avanzado en darles relieve 
a problemas mayores, como la desigualdad, 
y hay que agradecer a la OCDE por los favores recibidos. 

Pero las modalidades y prácticas políticas 
resisten la innovación que una etapa 
como la proclamada exige. 

El mantra de ejes programáticos 
en compartimentos estancos 
orienta la acción de hoy, 
pero ¿resultará suficiente 
-como proyecto histórico de transformación- 
para trascender la experiencia contingente de un gobierno?

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