El gobierno ha presentado un nuevo proyecto refundacional: el cambio al sistema binominal. La justificación esgrimida es que el binominal no da para más, que Chile cambió, y que por lo mismo, se habría iniciado un nuevo ciclo en el país, y el gobierno pretende canalizar ese cambio a través de esta y otras reformas.
Entonces, la pregunta que surge es ¿en qué cambió Chile como para hablar de un “necesario” cambio al sistema electoral? La respuesta de algunos es que dicho cambio implica una ciudadanía más politizada, y que por tanto se hace necesario incluir nuevas fuerzas políticas al parlamento y corregir la falta de representación (aún cuando un sistema proporcional puede llegar a ser mucho menos representativo). En su defecto, los llamados “movimientos sociales” podrían convertirse en los principales actores.
Estos argumentos, sin embargo, no resultan convincentes. Y es que no es verdad que hoy nuestra ciudadanía esté más politizada, todo lo contrario. Existe una amplia literatura en la que se devela claramente un modelo de ciudadano más individualista, menos comprometido socialmente, no ideologizado, y más “líquido”. La baja participación ciudadana en las diferentes elecciones, o el desinterés generalizado por pertenecer a un partido político dan cuenta de esta situación. En ese sentido, el generar mega distritos, como se pretende, agudizaría este problema en lugar de corregirlo, pues haría imposible acercar la relación entre el parlamentario y su elector.
Por eso, el segundo argumento es débil también, pues, menos participación e ideologización ciudadana no puede devenir en más proporcionalidad y número de parlamentarios, como pretende el proyecto. La verdad es que los incentivos para la participación han sido equivocados, por eso además es que esta discusión se ha vuelto muy lejana para la ciudadanía.
Así mismo, no es correcto señalar que los movimientos sociales terminarán desplazando la política institucional si no se cambia el sistema electoral. Al contrario, pues, del momento que los principales representantes de los “movimientos sociales” se institucionalizaron al convertirse en congresistas, queda demostrado que la inclusión se puede lograr con binominal o sin binominal.
En ese marco, resulta necesario agregar al debate la relación indisoluble entre sistema electoral y sistema de gobierno. Pues, considerando que Chile tiene un sistema presidencialista, un giro hacia la proporcionalidad sólo beneficiaría a los partidos y no a los bloques, ni a la posibilidad de generar acuerdos mayoritarios que permitan avanzar en los proyectos gubernamentales. Es decir, el efecto que se provocará será la fragmentación, y a mayor fragmentación, menos gobernabilidad.
Seguramente es posible incluir otras razones para discutir sobre un posible cambio al sistema binominal. Pero los motivos que hoy se han puesto sobre la mesa no justifican dicho cambio, pues el nuevo ciclo parece más bien un voluntarismo, antes que una realidad.
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