Los buenos recuerdos
son las excepciones
que le dan sentido a la nostalgia.
Hay que aprender
a desprenderse de las cosas
que de algún modo nos pertenecieron.
Las amebas no soportan ser libres
sin un enemigo que las contenga.
La música no me hace feliz,
sino que me produce una conmoción enorme.
Una zona invisible, llena de braseros
y claroscuros, olorosa a duraznos y cedrón.
Esta cuestión que se llama normalidad,
es realmente el único cielo que tenemos en la Tierra.
La ubicabilidad no es otra cosa
que una escotilla para la supervivencia.
La locura está llegando demasiado lejos,
la gente anda hablando sola por las calles
y aullando asuntos domésticos
que en nada les incumben al resto de los ciudadanos.
La cultura es la adaptación inteligente del hombre
al medio en que le ha tocado vivir.
Un hombre para quien todas las cosas son parientes lejanos.
Un hombre caminando cielo adentro,
sobrecogiendo al sol con su mirada.
Ver a una mujer hermosa
es como si nos sacaran
toda la sangre de las venas.
Mientras quede una frontera,
siempre habrá un lugar
para los inadaptados y los aventureros.
Si alguien encendía un fósforo
y luego lo soplaba,
la caja de las llamas apagadas
recibía inmediatamente un nuevo huésped.
Una oficina de cartas perdidas
es la médula cruel de la intemperie humana.
La punta del iceberg de un personaje extraordinario
y fundamental para comprender este país incomprensible.
Un pavoroso sentimiento de desamparo:
el miedo de perder, con la lengua materna, toda la realidad.
Una región aferrada a sus palabras,
en la cual se supone que están parados
los cuatro palos quemados de la República.
Un caos extrañamente apacible,
en el cual las cosas dispersas
parecen haber resistido
estoicamente el paso de un tornado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS