ROBERT FUNK, DIARIO LA TERCERA, JUEVES 24 DE ABRIL DE 2014HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2014/04/24/ROBERT-FUNK/QUIEN-PERDIO-A-RUSIA/
¿Quién perdió a Rusia?
Una de las preguntas que los políticos anticomunistas preguntaron después del triunfo de Mao Zedong fue, “¿Quién perdió a China?”. La implicancia era que el éxito de los comunistas en China se debió, por lo menos en parte, al mal manejo de la diplomacia y política exterior por parte de los EE.UU. Dada la trayectoria que ha tenido la política rusa en los últimos años, uno se podría preguntar, ‘¿Quien perdió a Rusia?’
Hace sólo unos años, luego de la caída del Muro de Berlín, Rusia parecía estar deseosa de entrar al club de los países civilizados, y occidente estaba dispuesto a ofrecerle los accesorios de la civilización. A cambio del buen comportamiento, occidente bajaría sus defensas hacia una amenaza que parecía haberse esfumado.
La situación en Ucrania tiene serias consecuencias por dos razones. Primero, porque deja en evidencia que las antiguas amenazas rusas no surgían de su condición de dictadura totalitaria, sino de actitudes políticas y sicológicas de muy larga data, y que no desaparecieron con el fin de la Guerra Fría. Rusia bajo Vladimir Putin, no se aleja del occidente; su acercamiento siempre fue una ilusión. Entendido así, las actitudes rusas hacia las minorías étnicas o sexuales, hacia las libertades fundamentales de la democracia, o hacia el libre mercado hacen mucho más sentido. La democracia autoritaria y el mercado controlado por oligarcas vinculados al régimen político son formas propiamente rusas de hacer las cosas. Las críticas desde occidente no solamente no les importaban, sino que no les hacían sentido.
La segunda razón tiene que ver con el sistema internacional. Durante muchas décadas, incluso durante la existencia de la Unión Soviética, uno de los principios fundamentales del sistema europeo, establecido en el Tratado de Paz de Westfalia y consolidado en el Congreso de Viena, era el de la soberanía de los territorios nacionales. En Westfalia, en el siglo 17, por ejemplo, se estableció la idea de que los estados tenían el deber de asegurar la seguridad de minorías cristianas (católicos en países protestantes y vice versa), y que por lo tanto los extranjeros no tenían el derecho de intervenir para ‘proteger’ a esas minorías. Las excusas que ha usado Rusia para intervenir en Ucrania son parecidas a las que se usaron al comienzo de la guerra yugoslava a comienzos de la década de los 90, cuando los serbios quisieron proteger a los suyos en Croacia y los croatas a sus compatriotas en Serbia.
Cuando el Presidente Putin anuncia que Rusia tiene el derecho de proteger a rusos viviendo en Ucrania -tomando en cuenta que gran parte de los ucranianos hablan ruso-, está declarando que no acepta los principios de Westfalia. Utiliza una doble estrategia de agitación de rusos étnicos -particularmente en la zona oriental de Ucrania- y la infiltración de agentes militares disfrazados de cualquier cosa menos soldados. La desestabilización será una premisa para una invasión más formal, no solamente en esa región, sino, muy posiblemente, en otras repúblicas que lograron independizarse de la Unión Soviética, como Georgia, Kazakstán, Moldavia, Tayikistán, Uzbekistán, y Azerbaiyán.
Respecto al primer punto es poco lo que se puede hacer. De alguna forma Rusia está siendo fiel a su historia. Occidente ha cometido algunos errores en no reconocer los temores rusos, pero tampoco puede hacer política regional exclusivamente en función de ellos.
El segundo punto es más complejo. La OTAN tiene una responsabilidad algo olvidada en estos años de paz fría, de asegurar que se respeten principios de derecho internacional centenarios. El desafío es cómo lograr eso sin escalar. El Pentágono tiene un presupuesto de casi $ 700 mil millones al año, pero se da cuenta que no hay opción militar para parar a Putin. Mientras tenga acceso a petrodólares, las sanciones económicas no lograrán mucho.
Lo que le queda a la OTAN es fortalecer las defensas de Europa oriental, y especialmente sus nuevos socios como Polonia. Dejar claro que existe una línea roja entre Europa y Rusia. Esto tiene el desafortunado efecto de recrear una especie de cortina de hierro light, y de sacrificar la independencia de las repúblicas que quedarán al otro lado de ella. Pero por lo menos la OTAN podrá afirmar que sigue cumpliendo con su rol histórico. Lamentablemente, Rusia también.
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