Columnistas
Diario El Mercurio, Domingo 13 de octubre de 2013
Joe Black 2017
"Mientras más lo pienso, más me entusiasmo. Porque, parafraseando al filósofo Jorge González, ¿por qué los 9 candidatos de hoy tienen derecho a pasarlo tan bien si son tan ignorantes y/o antipáticos como yo?..."
Sí, lo que pensaron al leer el título de esta columna es correcto: Estoy anunciando mi candidatura presidencial para el año 2017. Quise que ustedes, mis lectores, fuesen los primeros en enterarse. Y aspiro a que ustedes, mis lectores, estén dispuestos a apoyarme.
Lo que necesito de ustedes es que firmen para patrocinar mi postulación a La Moneda. Solo necesito poco más de 40 mil firmas. Y ya está. De ahí en adelante todo es sencillísimo. Fíjense.
El Estado me regala un mes de minutos gratis en televisión para difundir mi mensaje a través de la franja electoral. Gane o no gane, al menos me aseguro de hacerme bien famoso. Además, el Estado me devuelve unos 600 pesos por cada voto que obtenga en la elección. Es decir, si, digamos, consigo un millón de votos, el fisco me hace un cheque por 600 millones de pesos. Okey. Supongamos que saco la mitad de votos; por lo menos me quedo con 300 millones. Por lo tanto, si me consigo un crédito por 50 millones, para poner unos carteles por aquí y por allá, más un par de avisos de radio, podría quizás terminar ganándome unos 250 millones de pesos. ¡El medio negocio!
Por si todo esto fuese poco, los medios de prensa, bien portados y generosos como son en Chile, me incorporarían en todas sus coberturas, porque si no lo hacen sentirían que están discriminando. Así, no solo gano fama, también prestigio.
¿Qué puedo perder si me postulo? Analicemos escenarios. Escenario A: gano. Me convierto en Presidente de Chile. Si gobierno bien tendré baja aprobación, porque no soy demasiado simpático. Y si gobierno mal también tendré baja aprobación, porque será un mal gobierno. O sea, da lo mismo. Ya lo sabe el Presidente Piñera. Escenario B: pierdo, pero por poco y tengo un buen desempeño. Me haré de un nombre y me invitarán a dar conferencias por el mundo y quizás me ofrezcan ser rector de una universidad privada o director en un par de empresas medianas.
Escenario C: pierdo por paliza. Me convertiría en una figura de culto por atreverme a hacer el loco en una campaña presidencial. Ganaría mucho dinero participando en realitys y dando charlas en centros de formación técnica. También podría animar eventos en discotecas o fiestas de fin de año en entidades diversas.
Mientras más lo pienso, más me entusiasmo. Porque, parafraseando al filósofo Jorge González, ¿por qué los 9 candidatos de hoy tienen derecho a pasarlo tan bien si son tan ignorantes y/o antipáticos como yo?
Esta idea me surgió después de ver el debate televisivo del miércoles pasado. Yo no sabía si estaba frente a algo tan sofisticado que mi intelecto limitado no lograba apreciar en su inmensidad o si era basura. En cualquiera de los dos casos, yo empezaría a negociar con Netflix para convertir estos debates en una serie.
Bueno, ya lo saben, en las próximas presidenciales se van a encontrar conmigo en la papeleta. Mi único problema es que estoy seguro que muchas personas más inteligentes que yo ya habían pensado en esto. Y capaz que el 2017 no seamos 9 o 10 los candidatos a La Moneda. Capaz que seamos 50. Y el debate televisivo va a ser más largo que la Teletón. Y harto más fome.
Lo que necesito de ustedes es que firmen para patrocinar mi postulación a La Moneda. Solo necesito poco más de 40 mil firmas. Y ya está. De ahí en adelante todo es sencillísimo. Fíjense.
El Estado me regala un mes de minutos gratis en televisión para difundir mi mensaje a través de la franja electoral. Gane o no gane, al menos me aseguro de hacerme bien famoso. Además, el Estado me devuelve unos 600 pesos por cada voto que obtenga en la elección. Es decir, si, digamos, consigo un millón de votos, el fisco me hace un cheque por 600 millones de pesos. Okey. Supongamos que saco la mitad de votos; por lo menos me quedo con 300 millones. Por lo tanto, si me consigo un crédito por 50 millones, para poner unos carteles por aquí y por allá, más un par de avisos de radio, podría quizás terminar ganándome unos 250 millones de pesos. ¡El medio negocio!
Por si todo esto fuese poco, los medios de prensa, bien portados y generosos como son en Chile, me incorporarían en todas sus coberturas, porque si no lo hacen sentirían que están discriminando. Así, no solo gano fama, también prestigio.
¿Qué puedo perder si me postulo? Analicemos escenarios. Escenario A: gano. Me convierto en Presidente de Chile. Si gobierno bien tendré baja aprobación, porque no soy demasiado simpático. Y si gobierno mal también tendré baja aprobación, porque será un mal gobierno. O sea, da lo mismo. Ya lo sabe el Presidente Piñera. Escenario B: pierdo, pero por poco y tengo un buen desempeño. Me haré de un nombre y me invitarán a dar conferencias por el mundo y quizás me ofrezcan ser rector de una universidad privada o director en un par de empresas medianas.
Escenario C: pierdo por paliza. Me convertiría en una figura de culto por atreverme a hacer el loco en una campaña presidencial. Ganaría mucho dinero participando en realitys y dando charlas en centros de formación técnica. También podría animar eventos en discotecas o fiestas de fin de año en entidades diversas.
Mientras más lo pienso, más me entusiasmo. Porque, parafraseando al filósofo Jorge González, ¿por qué los 9 candidatos de hoy tienen derecho a pasarlo tan bien si son tan ignorantes y/o antipáticos como yo?
Esta idea me surgió después de ver el debate televisivo del miércoles pasado. Yo no sabía si estaba frente a algo tan sofisticado que mi intelecto limitado no lograba apreciar en su inmensidad o si era basura. En cualquiera de los dos casos, yo empezaría a negociar con Netflix para convertir estos debates en una serie.
Bueno, ya lo saben, en las próximas presidenciales se van a encontrar conmigo en la papeleta. Mi único problema es que estoy seguro que muchas personas más inteligentes que yo ya habían pensado en esto. Y capaz que el 2017 no seamos 9 o 10 los candidatos a La Moneda. Capaz que seamos 50. Y el debate televisivo va a ser más largo que la Teletón. Y harto más fome.
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